Fuimos traídos aquí muchos siglos atrás. Éramos una miríada de
aprendices de ángeles: poetas, artistas; algunos desquiciados y delirantes
innovadores; algunos deliciosamente geniales, pero lamentablemente, por razones
de errores genéticos en nuestro diseño neuronal, o por taras adquiridas en
nuestro proceso de angelicalización, no calificamos para ser portadores de
buenas nuevas. Y fuimos considerados potencialmente perturbadores para la raza
humana.
Por estas razones no resultábamos útiles al Orden establecido, entonces
fuimos desechados y confinados en esta pequeña isla de playas pedregosas, en
medio del océano hostil. Fuimos abandonados desnudos, sin pertrechos,
alimentos, ni herramientas.
Nuestra intrínseca naturaleza sensible empezó a cobrar su cuota de
deterioro mental. Inicialmente hubo dos oleadas de suicidios masivos. Los
cuerpos de los suicidas aun cuelgan de los árboles, nadie se dignó a bajarlos y
enterrarlos. Ahora éramos apenas, una manada de locos soñadores huérfanos de
sueños.
Una noche fuimos despertados intempestivamente por unos alaridos que
solo retumbaban dentro de nuestras mentes a modo de drásticas órdenes
telepáticas, las que fueron arreándonos y obligándonos a seguir un rumbo que se
nos mostraba imposible de evitar; así, como un rebaño, fuimos conducidos por
esos gritos silenciosos hasta la playa.
Ante nosotros se mostraba una plataforma semi circular de madera,
dispuesta con la alineación de un anfiteatro, que descansaba sobre un andamiaje
de unos tres metros. de altura, también de madera, clavado en el lecho marino,
a manera de los palafitos. Los gritos telepáticos nos fueron obligando a trepar
sobre la plataforma de madera, y alineándonos de manera que copamos por
completo el área del semicírculo de madera, todos de pie.
El armazón de madera crujía bajo nuestros pies, dando la sensación que
en cualquier momento se desmoronaría ante nuestro peso. Acto seguido, por algún
extraño motivo todos caímos en un repentino estado de somnolencia, los más
débiles no pudieron resistirse a un sopor profundo, y hasta quizás soñaron una
vida fuera de aquí. Muchos de los que se encontraban en los bordes de la
plataforma, producto de la somnolencia, perdieron el equilibrio y cayeron al
agua estrellándose contra el pedregoso lecho marino; las aguas fueron tiñéndose
de rojo con su sangre, y sus cuerpos sin vida o mal heridos quedaron flotando.
Cuando se reiniciaron los gritos telepáticos, estos nos sacaron del
sueño y la modorra, y pudimos ver en tierra firme, frente a nosotros, una luz
blanca muy intensa, un fogonazo que nos cegó por unos instantes. Al recobrar la
visión nos encontramos con una colosal cara demoniaca color bermellón,
encallada entre los montículos rocosos de la playa. Tenía una mirada maligna y
los ojos centellantes. Su enorme boca se abría en una amplia y silenciosa
carcajada. Cuando tendió su babeante y gelatinosa lengua sobre el piso, de sus
entrañas emergió un enorme epígrafe de tridimensionales letras sangrantes
¡¡ANGELES CRUELES!! Este texto estuvo apareciendo y desapareciendo en el aire
por unos minutos, hasta que se disolvió por completo.
Una música cadenciosa de compases sórdidos fue subiendo el volumen de
sus decibelios hasta hacerse estridente. Era un ritmo por demás contagioso, no
podíamos resistirnos a contonearnos, con lo cual, más de los nuestros
continuaban cayendo y estrellándose contra las rocas del lecho marino.
La enorme boca apretó los dientes mordiendo y cercenándose gran parte de
la lengua, la cual dio unas cuantas convulsiones, y luego se explayó como una
alfombra. Sobre los restos de la enorme lengua, como si se tratase de unos
hologramas, se materializó un grupo de mujeres espigadas y muy atractivas, con
sus cabezas semi rapadas y cabellos multicolores, mostrando su desnudez con
descaro y lascivia. Al compás de la estruendosa música, las féminas empezaron a
bambolear sus cuerpos y auto acariciarse de manera, por demás pecaminosa,
mientras entonaban canticos extraños con coros que más se asemejaban a quejidos
y gemidos. La multitud sobre la plataforma nos fuimos contagiando con el
concierto obsceno; estábamos extasiados con el bizarro y decadente espectáculo.
Había ardor y vehemencia entre nosotros; hacia siglos que no veíamos mujeres, y
menos en ese trance de lujuria desatada. Muchos saltábamos eufóricos.
…Y ocurrió lo que tenía que ocurrir; la plataforma de madera y la
estructura que la sujetaban colapsaron; todos caímos al agua, dejando otra gran
cuota de muertos y heridos. El puñado de sobrevivientes, abriéndonos paso entre
los heridos y cadáveres flotantes, enrumbamos nadando hacia la playa, donde
inmutable, continuaba su curso el escabroso espectáculo.
Los primeros en llegar a la playa eran rescatados y acogidos por las
lujuriosas féminas, quienes los sometían a una copula desenfrenada. Culminado
el orgasmo, las lascivas mujeres los ultimaban con certeros mordiscos en el
cuello y luego los iban devorando parcialmente hasta que tenían a otro naufrago
a su alcance. La letra de las canciones se había tornado de impúdica a macabra.
(Letra de Aranea peel)
EL MACHO TIENE UN CUERPO DELICADO
EL JUEGO DEL APAREAMIENTO HA TERMINADO
EL HOMBRECITO DONÓ SU ESPERMA A LA HEMBRA
AHORA SU SEMILLA ESTÁ BIEN RESGUARDADA
OTROS APETITOS Y EL HAMBRE SE APODERAN DE ELLA
EL CUERPO DEL HOMBRECILLO SE LE HACE SABROSO
ELLA SE LO COME
¡¡EL TRÁNSITO HA CONCLUIDO!!
Apenas unos cuantos logramos escapar de ese fatal destino. Posiblemente
ellas parirán otra miríada de aprendices de ángeles.
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