sábado, 25 de noviembre de 2023

MARTIRES DEL DESCONTROL





Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

(Derechos de autor, protegidos)







Estoy en medio de esta maraña de carreteras entrecruzadas y de niveles ondulantes, hay subidas y pendientes, algunas más y otras menos pronunciadas por todo su recorrido… En el ambiente hay un estricto silencio; no hay ruidos ni sonido alguno. En este contexto no tengo ruta ni idea de hacia dónde desplazarme, mas no debo detenerme, lo que busco puede estar en cualquier lugar.

Sorpresivamente hace su aparición un vehículo muy destartalado, lo más parecido a un mini bus. precipitándose a toda velocidad por una de las pendientes, siempre en silencio. El impulso de la bajada lo hace superar la siguiente subida, y nuevamente pendiente abajo, pero al inicio de la siguiente empinadura, se agota el impulso y el remedo de carro se detiene. Acto seguido, se bajan los ocupantes y empiezan a empujarlo cuesta arriba; al llegar a la cima, todos se apresuran en volver a subir al vehículo, siempre en el más profundo silencio; el último en subir da un empujón, y el vehículo nuevamente a toda carrera. Repitiendo una y otra vez esa misma operación, finalmente desaparecen de mi vista.

Continúo mi caminata topándome con otros vehículos en iguales condiciones, con individuos empujando, y aprovechando las pendientes para deslizarse con sus vehículos, siempre en silencio. Aquí nada es capaz de provocar el menor ruido, excepto yo, que puedo hablar, vociferar, y mis pasos provocan sonidos de pisadas: inobjetablemente soy un forastero ajeno a este mundillo; aquí nadie me toma en cuenta, ni me miran, si alguien pasa, es porque está ocupado en hacer rodar su vehículo…

Llevo días recorriendo esta maraña de carreteras en sube y baja, sin saber hacia dónde me dirijo; estoy tentado a detenerme, me siento muy agotado.

Vaya, al fin veo entre una parte baja de la carretera a una persona que no va tras un vehículo. Esta sentada de espaldas a mí; me acercaré, quizás sepa qué lugar es este. Me aproximo silbando, no deseo asustarle con mi intromisión. Mis silbidos sirvieron, ha volteado a mirarme - ¿Gloria? – Ella asiente con la cabeza…- Llevo toda esta vida buscándote –

*-…Yo llevo toda esta vida aquí esperándote-

Gloria lleva tacones altos color rojo, un jean vaquero, y una chaqueta color purpura, desabotonada, lo que me permite ver que sus senos y abdomen van desnudos. Su ondulada cabellera y lo prolijo de su maquillaje resaltan su figura. Gloria luce con el porte y la belleza de una Diosa ¡Esto debe ser un sueño!

*- ¡Hagamos el amor aquí y ahora mismo! Necesito tu semilla para parir esos pequeños ángeles azules que nos tenemos pendientes-

Gloria se apresura a bajarse el pantalón hasta la altura de las rodillas. Yo también hago lo mismo; no pregunto ni objeto nada, es evidente que nuestros ímpetus contenidos no aceptan postergación alguna…Sobrarían las palabras. Sólo atino a acomodarme detrás de ella y con devoción beso y lamo su cuello y mejilla, mientras manoseo sus caderas preparándome para invadir sus entrañas… ¡Oh, no! Repentinamente, y en silencio, aparece una gruesa turba de personas en la cima de la ondulante carretera, vienen hacia nosotros. ¡Deben ser miles, quizás millones! …Es preciso subirnos los pantalones. La multitud nos alcanza en ese trance, y por inercia nos empujan a caminar con ellos. -¡¡GLORIAAAAAAAAA!! ¡¡GLORIAAAAAAAAAAAA!!- La he perdido de vista, y esta multitud no cesa de caminar hacia adelante, parecen autómatas, sólo miran fijamente hacia adelante.

Llevamos horas caminando, Caminamos toda la tarde, parte de la noche, pronto amanecerá, pero ni siquiera puedo caer rendido, estoy apretadamente rodeado por esta gente ¡Gloria! ¡¿Dónde quedó Gloria?!

Cuando al fin la multitud empieza a dispersarse, caigo de rodillas. Mientras trato de reponerme, me doy cuenta que al intentar mirar donde estoy, no puedo distinguir nada. El suelo resplandece con tal fulgor que anula mi visión. Ahora me doy cuenta que estoy arrodillado sobre un extenso manto de blanca sal, que rebota los rayos solares sobre mis ojos, no distingo nada. No veo horizonte, sólo el reflejo enceguecedor.

-¡¡GLORIIIIAAAAAAAAAAA!!-

…Es que nuevamente la he perdido… Esperaré a que caiga la noche para intentar salir de este mar de sal no sé si lo logre… O tendré que volver a morir aquí, para continuar buscándola en una vida posterior…

La única certeza que tengo, es que esto no es un sueño ni una pesadilla, pues en el mundo onírico no hay olores ni sabores, y yo aun tengo impregnado el aroma de su piel, y el sabor de su maquillaje en mi paladar…

-¡¡GLORIIIIAAAAAAAAAAAAAAA!!-










 (Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


     

lunes, 20 de noviembre de 2023

ESCLAVO DEL ROCK & ROLL- Video




Video (Música e imágenes de Oswaldo Mejía)

Vídeo con escenas de presentación en vivo y muestra de parte de mi obra pictórica, editada sobre el track  "ESCLAVO DEL ROCK & ROLL", canción de mi autoría, en composición y arreglos, y que fuera parte de la discografía de mi otrora banda "BREBAJE" , donde también ejecutaba la guitarra líder. 









martes, 14 de noviembre de 2023

AVE DEL PARAISO




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

(Derechos de autor, protegidos)







Cristina Peláez era una mujer joven, a sus veintiséis años, era una de las primeras personas que llegaron a invadir estos terrenos polvorientos salpicados de grava y rocas filosas. Entre todas las precarias casuchas de la zona, reconocida como Asentamiento Humano Edén, la de Cristina era de las más humildes, apenas si tenía un pequeño muro de piedras apiladas, de más o menos un metro de altura en el frontis, el resto, metros detrás era solo un habitáculo de esteras de caña entretejidas y cartones, en ella habitaban Cristina, y su menor hija Chabuca.

Cristina no era fea, pero la falta de los dos dientes incisivos la hacía verse desmejorada, pero con la boca cerrada y atendiendo al detalle su anatomía, en conjunto, era una mujer de carnes firmes. Debido a su pobreza y a la falta de un varón que la asumiera, ella se dedicaba a lavar la ropa y ayudar en los quehaceres domésticos a las damas vecinas que se lo requerían, todo por algunas monedas y comida para ella y su hija…Esa era la parte decorosa de la vida de Cristina…

En un villorrio como el Asentamiento Humano Edén, alejado de la gran ciudad y perdido entre los cerros era inconcebible la existencia de un prostíbulo; ausencia que se presentaba como una oportunidad para Cristina y su mal disimulada ninfomanía.

En el Asentamiento Humano Edén el agua era llevada por camiones cisterna que la vendían de puerta en puerta en cilindros y baldes; como Cristina casi nunca tenía dinero para pagar, el aguatero le dejaba el agua, y cuando terminaba con su reparto, este volvía, estacionaba el camión en la entrada de la casa de Cristina, quien presurosa sacaba a su menor hija Chabuca, la sentaba sobre el muro de la entrada, cerraba su puerta, y daba rienda suelta a sus favores carnales, agradeciendo al aguatero por haberla proveído del líquido elemento.

Cada vez eran más y más los vecinos que subrepticiamente visitaban la casucha de Cristina. Era casi un código que si Chabuca estada sentada en el muro de la entrada, su madre estuviera adentro revolcándose con algún parroquiano, entonces cualquier recién llegado, solapadamente le decía a la niña -Dile a tu mamá que en un ratito regreso-. En algún momento, Cristina hubiera podido jactarse, de que todos los varones adultos del Asentamiento Humano Edén, alguna vez se revolcaron con ella en su tarima, entre esas cuatro esteras que le servían de refugio. Era un hecho que las Damas y Señoras de la comunidad intuían o sabían de las prácticas sexuales de Cristina, pero de hacían de la vista gorda pues era comedida y les ayudaba con las compras, con el lavado de ropa y con sus quehaceres domésticos.

Cristina no era una prostituta, ella no pedía dinero a cambio ni tenia tarifa, sólo se limitaba a recibir la voluntad de los usuarios; algunos dejaban comida, otros le daban ropa usada, También había los que dejaban unas miseras monedas, y muchos que ni las gracias daban, y se iban apresuradamente para no ser vistos al salir. Cristina era “La novia de todos y la pareja de nadie”. Jamás un varón se hizo estable de ella.

Aun así, Cristina tuvo dos embarazos más: Augusto y Susanita. Augusto fue entregado a la Señora Victoria jara, quien lo tenía de sirviente, pero lo vestía y le daba de comer de manera decente, hasta que lo llevó de paseo a un pueblo de la sierra y a las dos semanas volvió sin él, y con una historia explicativa de que el pequeño Augusto cayó por un barranco y murió. Toda la vecindad rumoreaba que la Señora Victoria jara, en realidad lo había vendido. Cristina veló sus ropitas, y no hubo muchas lágrimas por el hijo desaparecido.

Susanita había sido entregada a la Señora Toya Portal para que la criara. Una tarde en que la señora Toya estaba haciendo hervir una olla con mazamorra de fécula de patata sobre un fogón inestable hecho de ladrillos, Susanita jugando tropezó con los ladrillos, y se le vino la olla encima provocándole quemaduras de cuarto grado, es decir casi murió cocinada. Cristina asistió al funeral, pero no fue muy notoria su aflicción.

Cristina invariablemente asumía su rol de madre más que para parir, siempre fue más hembra que madre.

Un día cualquiera vendió su terreno y en silencio Se fue con su hija Chabuca a unirse a nuevos grupos de invasores que habían tomado posesión de otros terrenos mucho más lejanos.

Por mucho tiempo los varones del Asentamiento Humano Edén al pasar frente a la que fuera la casucha de Cristina, no podían evitar sentir nostalgia por el recuerdo de aquella mujer que siempre estuvo dispuesta a prodigar caricias.







 (Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


     

viernes, 27 de octubre de 2023

YA NO HAY MÁS CÁNTICOS




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Caín era pastor, tenía un reducido rebaño de cabras y un par de asnos, todos un tanto famélicos, las pasturas en la zona eran escasas, y a diario debía recorrer largas distancias en agotadoras jornadas buscando pasto para su rebaño. Las siete cabras, a menudo perdían sus crías debido a la escasa leche que producían. Todo se le mostraba desalentador.  En contraparte, su hermano Abel, quien moraba a cierta distancia, era agricultor, y su suerte era alentadora, sus cosechas eran fructíferas; por ello se mostraba agradecido con los Vigilantes que venían del cielo; ellos se habían pronunciado como los hacedores del todo y los guardianes de los destinos. Abel les rendía pleitesía; por ello, de vez en cuando lo visitaban.

Caín, con su suerte adversa, sentía celos de su hermano, y poco a poco fue haciéndose presa de la envidia. Un atardecer, a la hora del ocaso, Caín espiando a Abel, lo halló en un claro de sus sembríos arrodillado, orando e invocando a los Vigilantes que venían del cielo. La noche no tardó en caer. Armado con la parte ósea de la mandíbula de un asno, aprovechó un descuido y raudo se abalanzó sobre su hermano asestándole un duro golpe en la nuca. Abel cayó muerto al instante, mas, Caín no se detuvo, Siguió golpeándole la cabeza hasta destrozarle el cráneo. Cuando sólo quedó una masa sanguinolenta, recién se percató de que tenía los brazos, el rostro y el pecho empapados en una mezcla de sesos y la sangre de su hermano. Entonces tuvo miedo, la ira viró al pánico. Tuvo temor de las represalias por parte de los Vigilantes que venían del cielo… pero más tuvo miedo de sí mismo; de los demonios que acababa de descubrir, habitaban en su propio interior. Ahora era un homicida, un fratricida…un maldito…

De un tirón, como si repentinamente le quemara, se deshizo del arma homicida, y empezó a correr, sin rumbo fijo, sólo corría como un enajenado… Como si fuera posible huir de sí mismo. En su inútil carrera tropezaba, caía, se volvía a levantar y continuaba corriendo meneando la cabeza de un lado a otro. Así pasó la noche entera.

Al amanecer, tendido de bruces y desfalleciente, fue hallado por una mujer, quien piadosa, le ayudo a reincorporarse y le llevó al interior de su casucha. Su marido hacía unos meses salió de cacería y no volvió, no sabía que suerte había corrido, Todos en la aldea le daban por muerto. En medio de la soledad circundante, un poco de compañía, aunque fuese un forastero le venía bien.

Aunque no hubo amor, la convivencia y la pasión mitigaban en ambos sus carencias y temores. Pero los buenos momentos son volubles y muy sensibles a cambiar. Una tarde apareció a la puerta el marido temporalmente desaparecido - ¿Y este, quién es…?- Preguntó señalando a Caín.

Caín, con un sorpresivo movimiento cogió el cuchillo que estaba sobre la mesa, y se abalanzó sobre el recién llegado clavándole la filuda hoja en el abdomen. Lo cogió por el cuello, y sin soltarlo fue subiendo el tajo cortando a su paso piel tripas y vísceras, hasta llegar al esternón. Ambos, victimario y víctima se miraban fijamente. Uno se estaba yendo y el otro estaba condenando su alma.

Al igual que la primera vez, Caín salió corriendo, pero esta vez su huida era más calculada, ya no había remordimientos que lo atormentaran; sólo huía para evitar represalias.

La primera vez mató por envidia, la segunda por pasión… Ahora era un despiadado psicópata capaz de segar vidas ante la menor contrariedad.




(Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


domingo, 15 de octubre de 2023

MUSA PARA MIS DELIRIOS.





Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Cuando emprendí la caminata en busca de tu figura, con tan sólo una paleta de colores en mi mente como equipaje, mi fantasía fue generando mi andar. Te he deseado con frenesí, y con estos largos dedos de pajarillo me atreví a construir alas de ficción para alcanzar las copas que techan la jungla. Dicen que los humanos no vuelan, pero yo he volado en tu busca. Con la perpetua ilusión de hallarte en algún lugar.

Mientras volaba, mis manos iban siempre vacías e inútiles, mas no me importaba. La esperanza no pesa… jamás me perturbó la vaciedad entre mis dedos.

Hoy te hallé en medio de mis delirios, me permitiste ver tu desnudez, y entre mis desbordados desvaríos he acariciado tu tersa piel, tus tibias carnes y desde la semillera de tus muslos me he sentido seducido por tu magia de mujer-hembra, por tu figura cargada de feromonas y promesas húmedas.

Esta noche cerraré los ojos y soñaré contigo, pues hoy tuve la ilusoria alucinación de tu provocadora imagen dispuesta a acoger mis coloridas caricias. Hoy supe que mis manos vacías estuvieron siempre así, pues finalmente debían contener el recuerdo de tu sublime piel… aunque todo, sólo haya sido una quimera parida por mi afiebrada mente.

Vamos juntos a mi sueño mi adorada musa, que en esta onírica realidad puedo pintar tu esencia, y poner a tus pies un universo…






(Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


viernes, 6 de octubre de 2023

PERTURBADORA SEÑORITA INES



Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Con mis apenas quince años de edad ya había devorado a García Márquez, Edgard A. Poe, Hermann Hesse, Julio Cortázar, y otros. No sólo los había leído, sino que la fantasía de su literatura se había anidado en mí alimentando mi delirante visión del mundo, era un joven demente con una locura culta sustentada por una filosofía autodidacta pero honesta conmigo mismo. Era casi un delincuente juvenil y sin embargo tenía la capacidad de apreciar a mi manera, el dramatismo de las esculturas de Giacometti, o los delirios de Margritte, Giorgio de Chirico, Hyeronimus Bosch y Dalí.  En lo que respecta a la música escuchaba a Hendrix, Janis Joplin, Black Sabbath, Jefferson Airplane, Iron Butterfly y otros grupos musicales de aquella fructífera época. No los escuchaba por diversión, lo hacía para volar con ellos a cielos perturbadoramente desconocidos pero que me sabían deliciosos. Todo ello me alimentaba el espíritu, me estaba gestando como un artista.

Quedan esclarecidas en este relato, las obsesiones recurrentes que invasivamente acompañarían cuanta expresión artística abordarían en mi vida serían la soledad, la ansiedad, la depresión y mi devoción por el cuerpo femenino. Mi taller se iba atiborrando de hojas de papel con garabatos y dibujos sobre las formas femeninas mostrando su desnudez, lo cual no era una simple manifestación de morbo o lascivia; en mi subconsciente el desnudo simbolizaba sinceridad. Aún era un niño iletrado y sin la erudición necesaria para estar a la altura de las circunstancias, sin embargo, ya iba armando mi arsenal de metáforas y simbologías a través de las cuales me pronunciaría artísticamente: Los cuellos alargados darían majestuosidad y las piernas con muslos regordetes y canillas desmedidamente largas, serían emblema de languidez y delicadeza. Aun cuando a raíz del suicidio de mi hermano, siempre me acompañaba esta advertencia: “Las mujeres hacen daño y si te enamoras pueden hacer que te suicides”, el cuerpo femenino era mi musa inspiradora en grado superlativo…Lo es hasta ahora.

Mi taller de arte estaba en una habitación contigua al dormitorio de Bremer, la atractiva y joven señora que por esos días vino con su pequeña hija para ayudar a mi madre con los quehaceres de la casa. Esa mañana mis padres se habían ausentado de casa; yo me encontraba arrodillado puliendo una de mis esculturas, cuando ella apareció con todo su esplendor, luciendo una minifalda marrón oscuro, muy apretada que amenazaba con reventar ante sus voluptuosas caderas y sus carnosos muslos, apenas contenidos por la diminuta faldita. Yo estaba embriagado por la tentadora visión de esa hermosura de mujer que aún llevaba esas ojeras que delataban la modorra de quién recién abandonó la cama. La simple observación de su apetecible anatomía que con tanto descaro enseñaba, ponía mi sangre en ebullición, ya no podía pensar, sólo perturbarme ante esa tentadora visión. Todo aquello me enloquecía de manera lujuriante mientras mentalmente la desnudaba ávido de deseo.

- ¿Qué haces? - preguntó a la vez que se acercaba a mí. Parecía flotar en el aire, yo nunca la vi dar un paso, sólo reparaba en sus muslos frotándose entre sí, cada vez más cerca. Cuando llegó a mí, se puso de cuclillas y fue entonces que descubrí que no llevaba ropa interior. Sabedora de mi apetencia, la muy astuta tomó mi cara con ambas manos y me besó en la boca en el preciso instante en que oímos unos ruidos en el primer piso. Bremer se puso de pie y rauda se fue a su dormitorio.

Instantes después la oí bajar. - “Ah, no, esta vez no te me escapas”- pensé y la seguí hasta la cocina. Cuando la tuve a mano la abracé por la espalda, pero ella me detuvo con hosquedad y dijo: - ¡No, vete! - No conseguía entenderla, no comprendía nada, entonces insistí, pero las negativas continuaron ¿Cómo era posible que la mujer que hacía unos momentos se mostró tan dispuesta, me rechacé así, tan rotundamente? Metió la mano entre en sus senos y sacó unos billetes. - ¡Toma! - me dijo, haciéndome un guiño que estimé sarcástico - Con esto puedes ir a uno de esos sitios donde encuentres una puta que te de lo que quieres. -

Sus palabras, su desprecio, fueron un cachetazo a mi dignidad como varón; me sentí herido y humillado de tal manera, que arrojé los billetes al piso con el mismo desprecio con que sentí que me los entregó, sumando rabia e impotencia.

- ¡No quiero a ninguna puta, te quería a ti! - Y me fui rumiando mi ira y la contrariedad de saberme humillado. A mi corta edad estaba enfrentando sensaciones y emociones muy encontradas y retorcidas.

Al día siguiente Bremer se fue de casa, casi me atrevería a jurar que fue por el incidente que acabo de narrar. Se marchó dejándome con la idea de que era así como dañaban las mujeres: Te tientan, te seducen, se ofrecen y luego, cuando caíste en su juego, te niegan y desprecian; con desdén, con crueldad, así, con esa frialdad, conseguían que un joven o un hombre se mate por ellas.

Pasaron casi dos semanas. Me encontraba solo en casa trabajando en mi taller, cuando escuché unos toquidos a la puerta, y su voz - ¡Hola! -. Mi ritmo cardiaco se aceleró; era ella, Bremer, la mujer que me tenía a maltraer, la hembra que anhelaba con toda mi castidad convulsionada. Corrí, bajé las escaleras y la vi, tan esplendorosa y deliciosa como siempre. Debo destacar que Emérita no era una mujer muy bonita, pero de la cintura para abajo era realmente una tentación que avivaría el fuego de cualquier hombre.

Pletórico de entusiasmo, la saludé y ella me correspondió con igual entusiasmo. La hice pasar, cerré la puerta, y entonces la besé y la arrinconé contra la pared, y empecé a manosearla con frenesí. - ¡Aquí no! - sonó la voz imperativa y cortante de Bremer en el instante mismo en que le subía la falda. - Vamos a tu taller-. Espérame aquí, yo te llamo y subes. - Mi corazón amenazaba con desbocarse al tiempo que sentía mi miembro inflamado ¡Estaba a punto de completar mi iniciación como macho humano! Esperé unos minutos que se me hicieron una eternidad. Me preparé mentalmente para menguar en algo mi ansiedad.

la espera se me hizo insoportable Esa eternidad concluyo cuando escuché su llamado, subí, abrí la puerta, y ante mi mirada estaba Emérita completamente desnuda, con el porte de una Diosa. No tardé en recuperarme de mi estupor y ágilmente me acerqué para besarla con desesperación, llenando mi boca con su aliento, mezclando nuestras salivas, mis manos apretando su blanca piel al tiempo que mi ropa iba cayendo. La cargué en brazos y la acosté en un amplio sillón que usaba para descansar; Emérita no presentó resistencia, al contrario, se mostraba dócil y dispuesta, no desaproveché la ocasión y sucedió lo que tanto ansiaba, penetrar en su interior, sintiendo cabalmente el hechizo que posee una mujer cuándo entrega su cuerpo.

 Me sentí hijo, me sentí padre, me sentí un “Semi-Dios”, indivisible, esencial. Ya era todo un hombre… Había adquirido la sabiduría sobre ello para expresarme a través de mi arte… Con mis manos de artista podría hablar de lo que simboliza ser “UN SER HUMANO”.






 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


martes, 19 de septiembre de 2023

SALTANDO EL FOSO



Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía 

(Derechos de autor, Protegidos)




“La moral es el conjunto de normas, valores y creencias aceptadas en una sociedad que sirven de modelo de conducta para establecer lo que está bien o está mal. Por tanto, el concepto BIEN o MAL, está regido por preceptos sociales y no divinos. Si se tratara de normas divinas, no serían cambiantes…Se sobreentiende que Dios no es cambiante en sus reglas.”

<< Durante el periodo paleolítico en plena era de las glaciaciones, un pequeño clan humano camina entre la nieve y la ventisca huyendo del hielo que avanza y va copando todo a su paso. Un varón, su madre, mujer y sus dos hijas son todos los integrantes del grupo. El paso es apurado, deben hallar refugio pronto, o todos sucumbirán. La mujer muestra síntomas de estar enferma, tose constantemente y escupe sangre. Su andar es cada vez más dificultoso, y cada vez queda más rezagada del grupo. De pronto cae de rodillas entre la nieve y ya le es imposible reincorporarse. El resto del grupo vuelve su mirada y la ve, pero nada se puede hacer por ella. Detenerse sería condenar a todos a una muerte segura. Duele abandonarla, pero la vida del resto del clan es fundamental.

Cuando al fin hallan una caverna que puede servirles de refugio, el varón enciende fuego con unas ramas y estiércol de murciélagos. Nadie hace mención de lo ocurrido con la mujer que quedó en el camino; extenuados, todos se acurrucan entre sí, hasta quedar profundamente dormidos.

Al amanecer, el varón logra cazar unas ratas que les servirán de alimento momentáneo, pero siendo prioritario abastecer de más miembros al clan ¿Con quién copulará el varón?  ¿Con su madre o con sus hijas?... ¿O con las tres?>>

En otros tiempos, en diferentes condiciones sociales, cualquiera de estas acciones sería un incesto repudiable y condenable, pero no en el contexto de estos hechos donde el preservar la existencia de la raza humana era imperante, era un mandato divino “¡Creced y multiplicaos!”

¿A qué divinidad se le ocurriría imponer una tacha moral a estas opciones?

“La moral es el conjunto de normas y valores impuestas por las sociedades, para establecer lo que está bien o está mal socialmente. Por tanto, el concepto BIEN o MAL, está regido por preceptos sociales y no divinos. Si se tratara de normas divinas, no serían cambiantes…Se sobreentiende que Dios no es cambiante en sus reglas.”



(Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 60 cms. Precio 600 dólares americanos)






sábado, 2 de septiembre de 2023

SENSACIONES DIVERGENTES




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)










Debido a una alteración neurológica, mi propio sistema inmunológico me está atacando y devorando mi sistema nervioso llevándome a la postración. Los médicos dijeron que es incurable, irreversible y progresivo, pero mi naturaleza no me dicta resignarme y cruzarme de brazos, por ello recurrí a otros planos en busca de una oportunidad de cura.

Estoy descalzo, con ropa holgada, y llevo más de doce horas en ayuno…Son requisitos para asistir a la ceremonia… Calculo que hay una docena de personas o más, también en busca de cura para sus males. La oscuridad apenas es herida por el débil resplandor de una vela.

Hora de tomar la Medicina que es el boleto de partida hacia nuestro propio interior. Es una jalea espesa de sabor extremadamente amarga y astringente, y debemos deglutirla disolviéndola lentamente con nuestra saliva.

Estoy ansioso y eufórico pues es mi primer “viaje”, pero intuyo que estoy a instantes de emprender algo trascendental.

El shamán nos había advertido -Si en su “viaje” se les presenta la Muerte, no la esquiven; déjense llevar. Lo mejor que les puede pasar con la Medicina, es que mueran, después de morir podrán renacer, y su renacimiento será el de un ser humano sano.-

La luz de la vela se apagó…

El viaje ha empezado: Ante mí aparecen hileras paralelas de pequeñas piezas semejantes a patitas y cuerpos desmembrados de insectos. Las hileras se mueven sobre bandas de rodamiento como si se tratara de una inmensa factoría ensambladora. Unas hileras se mueven en horizontal, y otras en vertical, sin embargo, nunca colisionan entre ellas. Las hileras móviles van separándose, ensanchando el espacio central, como si me indujera a cruzar ese portal. Me doy cuenta que no hay forma de resistirme, ese agujero rectangular está succionándome. Mi cuerpo pasó de estado sólido a liquido gelatinoso. En ese estado cruzo el portal y vuelvo a materializarme a solido al otro lado -¡¡PERO NO HAY PISOO!!- Mi descenso es una rápida caída libre hasta que un enmarañado de cuerdas o cables me detiene parcialmente. Aquí la reina es la penumbra, apenas si veo algunos destellos. Ahora caigo escurriéndome entre el enmarañado de cuerdas, hasta que se acaban las cuerdas. Intento sujetarme, pero no logro asirme y continúo mi caída. Todo parece indicar que voy a caer de pie, por lo cual encojo mis piernas y sujeto mis rodillas con mis brazos. 

Mi caída se detiene cuando mis pies tocan un piso parcialmente inundado. -¡¡ESTOY SINTIENDO UN TERRIBLE ARDOR LACERANTE QUE ME RECORRE DESDE LA INGLE, EL ABDOMEN, Y EL ESTERNÓN, HASTA LA ALTURA DE LOS HOMBROS!! ¡¡ES UNA SIERRA CIRCULAR QUE ME ESTA PARTIENDO EN DOS!!- Lleno de pánico me pongo de pie instintivamente, la sierra cesa de cortarme, pero aun así hace frotamiento con mis carnes y huesos ya cortados. Siento el olor de mis carnes chamuscándose por el calor que genera la fricción de la hoja circular. ¡¡ME ARDEEEEEEEE!!

Estoy consciente que se trata de una alucinación, pero todo es tan vívido…tan real… el dolor…los olores, todas las sensaciones… -¡¡QUIZÁS ESTOY MURIENDO REALMENTE!!-

¡¡OH, NOOOOO!! En el agua que inunda el piso sobre el que estoy parado hay unos bichos gelatinosos, repugnantes, con grandes mandíbulas, y están devorando mis pies; ahora sólo tengo muñones. Pataleo. Ya están devorándome por encima de mis tobillos, y la sierra circular se acerca cada vez más a continuar cortándome, ¡¡SI ME CORTA LA CABEZA MORIREEE!! Con un salto consigo asirme de unas de las cuerdas que quedaron colgando sobre mi cabeza. Me sujeto fuertemente. Los repugnantes bichos acuáticos ya no pueden devorarme, y la sierra circular ya no alcanza a continuar cortándome. ¡¡ME ESTOY ALEJANDO DE LA MUERTE!!

Cuando me recupero del trance, estoy boca abajo, echando espuma por la boca, convulsionando por el pánico. Al haber pataleado en esa posición debo haberme quebrado la nariz y algunos dedos de los pies; también estoy sangrando profusamente por la nariz y la boca. El shaman, con la ayuda de otros asistentes, logran ponerme en posición boca arriba, y se apresuran en limpiarme y reanimarme...

Mi trunco “viaje” hacia la muerte ha culminado, pero aún me queda un insoportable dolor en ambos pies y en la nariz.

-Lo siento…no tuve el valor suficiente para morir…lo siento...-



 (Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)





jueves, 17 de agosto de 2023

AMANTE DEL FINAL DE LOS TIEMPOS




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Un mundo anárquico, apocalíptico, sin leyes, con la delincuencia y crímenes campeando en las calles. Asesinatos, violaciones de todo tipo, atentados, tiroteos, batallas campales y masacres. Las autoridades corruptas, globales y totalitarias, no pueden, ni tampoco tienen el mínimo interés en detener esa realidad distópica a la que están expuestos los “comunes mortales”. Los políticos y todas las mal llamadas autoridades no se preocupan mucho por ello, pues estos, sus familiares y allegados se saben bien protegidos por verdaderos ejércitos de guardaespaldas

Los últimos intentos por mantener algo de orden consistieron en utilizar vigilancia y represión tecnológica robotizada, pero resultó un rotundo fracaso, pues el crimen organizado en bandas delincuenciales y asociaciones terroristas estaban eficientemente capacitadas en cibernética, lo que les permitía fácilmente interferir o bloquear el accionar de los drones y los robots, y en muchos casos hasta variaban el propósito de estos artefactos haciéndoles operar a ordenes de los bandos criminales.

La siguiente medida fue la descabellada idea de reclutar asesinos de los más sanguinarios, entrenarlos, dotarles de armamento sofisticado, y ofrecerles jugosas recompensas por eliminar criminales y mantener a raya la delincuencia. A esta elite de psicópatas se les denominó “Ángeles del último día”, y se les confirió el poder de acechar, detectar, atrapar, juzgar, condenar… y ejecutar; todo de manera célere, y bajo su único e indiscutible criterio personal.

Siendo su naturaleza esencial violenta, los “Ángeles del Ultimo día” disfrutaban de cumplir su encomienda… sobre todo a la hora de ejecutar a quienes ellos sindicaban como infractores de la ley y el orden. Con los poderes conferidos, jamás hubo enmienda alguna de su accionar, podían matar a su antojo, y nadie les pediría explicaciones. Los cobros por su macabra labor eran cotizados a destajo. El único requisito para cobrar era que cercenaran las manos al ejecutado, y la llevaran como prueba. Toda esa parafernalia resultaba un verdadero festín para los “Ángeles del último día”. Era común que el maletero de sus vehículos estuviera atestado de manos cercenadas atadas en pares… A más pares de manos mayores remuneraciones.

<<El humano puede estar sumergido en la podredumbre, pero, aun así, siempre es capaz de degradarse más.>>

Eran muchos los “Ángeles del último día” operando por doquier, eso fue mermando la cantidad de presas. Cada vez era más difícil conseguir pares de manos para canjearlas por remuneración. Entonces empezó el ataque a inocentes. La gente comenzó a vivir clandestinamente, ocultándose y cuidando de no toparse con la mira de algún “Ángel del último día”.

Las calles se mostraban vacías, salvo las esporádicas apariciones de algún “Ángel del último día” patrullando en busca de alguna presa.

Finalmente, los “Ángeles del último día” se convirtieron en cazadores y a la vez presas de otros “Ángeles del último día”, razón por la que se terminó derogando el mandato que dio origen a los “Ángeles del último día”.

<<La especie humana, como producto de su propia esencia y sus actos retorcidos, va camino a la desintegración social, y por ende, a su extinción como raza dominante en este planeta...>>




(Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


jueves, 3 de agosto de 2023

NUTRIZIA




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Hasta los trece años de edad viví una vida lo más cercana a la plenitud; Tenía todo el amor que con devoción me prodigaba mi madre. Ella se sentía correspondida y recompensada con el simple hecho de verme sana y sonriente. Éramos la una para la otra, unidas en un gran amor. Creo que ambas no concebíamos una realidad que no fuera una al lado de la otra.

Fue justamente el día de mi onomástico número trece, que a la hora de mi baño matutino noté que en mi hombro derecho habían aparecido un par de pequeñas protuberancias similares a las verrugas. No le dije nada a mi madre; no me provocaban ninguna molestia, ni escozor ni dolor, por ello pensé que, así como aparecieron, también desaparecerían. Olvidado el asunto, al cabo de unas semanas, me palpé el hombro y noté que los dos bultitos habían crecido, y ahora había aparecido otro similar en mi codo. Asustada se los mostré a mi madre, y a la brevedad posible emprendimos lo que sería todo un periplo por consultorios, hospitales y clínicas. El diagnostico determinó que era un extraño síndrome ocasionado por un gen recesivo que, se manifestaba con la aparición de bulbos en el tejido nervioso, los cuales se irían multiplicando, y al seguir creciendo en tamaño me provocarían intensos dolores.

Allí se quebró nuestra alegría. Yo deseaba volver a sonreír para mi madre, pero sólo brotaban de mí, muecas. Mi cuerpo se llenaba constantemente de bulbos que inútilmente los cirujanos extirpaban, pues mientras cercenaban unos, otros aparecían, y así continuaban las interminables intervenciones quirúrgicas.

Fue a mis veintiún años cuando los bulbos empezaron a invadir la zona cerebral; entonces ya no hubo oportunidad a ninguna terapia. Me trasladaron a casa; perdí los sentidos de la vista, oído, olfato, y también la capacidad del habla. Lo último que perdí fue el sentido del tacto…Por ello aún recuerdo las lágrimas de mi madre cayendo en mi rostro.

Sé que no estoy muerta, pues aún en mi condición de inercia, percibo que mi madre está aquí a mi lado, y yo sufro porque sé que ella sufre al verme en este estado…



(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


sábado, 15 de julio de 2023

ANTERIOR A LA PRIMERA




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Eran hermanas; una era blanca y la otra negra. No en alusión al color de su piel, sino, en razón al matiz de sus hechizos. La bruja blanca, Airam, era sanadora, atraía el amor, hacía “limpias”, unía a las parejas, e intentaba curar las almas. La bruja negra, Asor, era malera, hacía daño, enfermaba, destruía, y se chismorreaba en voz baja que, hasta era capaz de causar la muerte a distancia con sus hechizos. Airam y Asor eran seudónimos que ellas habían construido escribiendo sus nombres al revés para crearse una parafernalia más apropiada a su oficio. En la comarca ya nadie recordaba sus nombres de pila: María y Rosa, respectivamente.

Airam tenía un pequeño hijo de nombre Rogelio, niño esmirriado y taciturno, de ojos enormes, que resaltaban su aspecto melancólico. Por ser tan apegado a su madre, desde sus primeros años de edad, había asistido a infinidad de los ritos que su madre oficiaba en pro de brindar sosiego a sus clientes.

La primera señal evidente se dio cuando el pequeño Rogelio apenas tenía cuatro años de edad. En la escuela, ante la profesora y todos sus compañeritos, su libro levitó, y suspendido en el aire empezó a pasar página tras página como si él estuviera hojeándolo con sus manitas. La profesora llena de pánico comunicó el hecho a la Dirección, y horrorizados determinaron su inmediata expulsión de la escuela.

La segunda señal fue durante una visita a casa de su tía Asor. Cuando Rogelio atravesó el gallinero que colindaba con la entrada; las gallinas dejaron de cacarear y empezaron a caminar en círculo formando un espiral. Su madre y su tía quedaron muy preocupadas, estos hechos escapaban a sus experiencias ocultistas.

La tercera señal fue cuando Rogelio tenía seis años. Una mañana, al levantarse y buscar sus zapatitos para calzarse, halló un gran número de pajarillos de diferentes especies y colores, muertos bajo su cama. Rogelio salió horrorizado gritando y llorando. Ni él, ni su madre, ni su tía hallaban explicación al origen de estos fenómenos.

Una noche, Su madre y tía debían ir al mercado de Sonora, el gran surtidor del ocultismo. Ir de compras allí era todo un acontecimiento. La crema y nata de la brujería y la hechicería se daba cita en ese emporio del ocultismo, para adquirir brebajes, ungüentos, especias y esencias aromáticas. Lo más inimaginable en cuestiones de magia y hechicería, podía encontrarse allí: Cabezas humanas reducidas y momificadas por los jibaros de la Amazonía, reptiles disecados, frascos conteniendo sangre humana y de animales. En sí, todo lo que había y ocurría allí era extravagante y surrealista. Los shamanes, las brujas negras con sus largas indumentarias color negro, las brujas blancas con sus uñas larguísimas y vestidos multicolores; todos llevaban amuletos y dijes prendidos a sus ropajes; grandes pendientes en las orejas, anillos de lo más extraños diseños en todos los dedos de las manos, y joyas excéntricas en los brazos. El olor del humo provocado por el incienso, el azufre y el tabaco copaba todo el lugar sumergiéndolo en una atmósfera aún más espectral.

Un anciano ciego que se hallaba sentado en el piso cogió por el brazo a Rogelio deteniendo su andar y pregunto a las mujeres: - ¿Están vendiendo al niño? – Airam enfurecida reaccionó jaloneando a su hijo. Asor se aprestó a lanzarse sobre el impertinente ciego, cuando este dijo: - El niño es especial, tiene harta energía en el alma ¿Cuánto piden por él…? –

Al retornar a casa, el pequeño Rogelio dijo a su madre: -Mamá, yo también quiero ser sanador…- Airam, no muy sorprendida, como si hubiera estado esperando oír eso hablo: -Hijo, los sanadores curamos porque sorbemos los males de quienes acuden a nosotros. Somos comedores de pecados ajenos. Ellos se van aliviados pues dejan sus pecados con nosotros…y esos pecados pesan y duelen…No hubiera querido este destino para ti…pero tienes el estigma… -








(Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio. 600 dólares americanos)