sábado, 7 de junio de 2025

SOPA MUY CALIENTE





Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Llevábamos varias semanas juntos, mas todo indicaba que ninguno sabía absolutamente nada de los otros dos. En todo este tiempo ninguno habíamos sido capaz de articular palabra alguna. Cuando hacíamos contacto visual, solo nos limitábamos a agachar la mirada y llorar. En medio de tamaña destrucción y desolación, nuestro shock parecía imposible de ser superado ¿Por dónde iniciar el comienzo de algo? En todos estos días no habíamos visto a nadie más en pie, aparte de nosotros tres. Entre los escombros apenas si se distinguían algunos cuerpos mutilados que el polvo que traían los ventarrones, rápidamente iba cubriendo, restándoles contraste con el paisaje.

Luego de las repetidas explosiones nucleares, solo vi un gran resplandor enceguecedor seguido de una intensa oleada de calor; cuando abrí los ojos, ya estábamos allí los tres, frente a frente, y sin entender en concreto que había ocurrido.

En el perímetro había paquetes de galletas y botellas de agua desperdigados en el piso; quizás eso nos motivaba a mantenernos en el lugar; aunque en un mundo inerte como el que teníamos delante ¿A dónde podríamos ir…?

Una mañana vimos flotando en el cielo un cuerpo inflado como un globo, con las piernas y brazos extendidos, que los vientos empujaban por sobre nuestro emplazamiento. El contexto en general era delirante, era factible que en medio de tamaño desastre, hubiésemos extraviado la cordura, y estuviéramos alucinando. Unos gallinazos cual si fueran parásitos, se posaron sobre las espaldas, del ente volátil, y estuvieron picoteándolo. Nosotros boquiabiertos nos limitamos a observar la escena; hasta que, quizás por el accionar de los picotazos o por el calor abrazador del mediodía, el cuerpo explotó en el aire y sus restos se precipitaron a tierra muy cerca nuestro.

Sin mediar palabra, los tres corrimos hacia el lugar de la colisión. Lo que hallamos fue un amasijo de carnes putrefactas, pero para nuestro desconcierto, lo que por lógica debería ser un cadáver, aún latía; y aspiraba y expiraba aire por donde podía, provocando un ruido similar al de los ronquidos que emite un adulto al dormir.

Lo primero y lo único que se me ocurrió decir fue - ¡Es un Durmiente! – Mis dos compañeros solo me miraron…y envueltos en nuestro mutismo acostumbrado emprendimos el retorno hacia nuestro punto de estadía…

Los días transcurrieron su curso, hasta que una mañana fui despertado por los gritos de mis compañeros - ¡¡Los Durmientes!! ¡¡Vienen más Durmientes!! – Sobresaltado, me incorporé mirando al cielo en la dirección que ellos señalaban, y efectivamente varios de esos globos humanos con los brazos y piernas extendidas venían flotando sobre las ráfagas de viento. Esta vez las bandadas de aves carroñeras se habían multiplicado y competían por un espacio donde picotear, y así participar del festín.

Nosotros observábamos estupefactos las ocurrencias. Calculo que esta vez el número de Durmientes superaba el centenar de individuos. Al igual que la vez anterior, bien por acción del calor o por los repetidos picotazos de los gallinazos, los Durmientes, que ya sumaban varios cientos, empezaron a explotar en el aire, y venirse al piso en caída libre. Esta vez, ni mis compañeros ni yo tuvimos el impulso de correr a ver a los que, tras explotar en el aire, caían a tierra.

-Pobres Durmientes…- Pronuncié sin esperar recepción ni respuesta; más era mi ánimo de soliloquio. Había empezado a rebuscar en mi interior una explicación a los hechos de los que éramos testigos, y a la vez protagonistas…

De pronto di rienda suelta a una perturbada locuacidad -En medio de este mundo plagado de muerte es probable que los cielos y los infiernos se hayan quedado sin espacio para albergar más almas, y estos pobres infelices estén condenados a vagar como Durmientes en este limbo desquiciado- Cuando miré a mis compañeros, ambos miraban al suelo, y parecían no haberme escuchado…

-Es posible que yo sea un Durmiente putrefacto, y todo este contexto delirante, no se trate más que de otra de mis pesadillas…-

















(Pieza única. Año 2024. Medidas: 80 X 53 cms. Precio: 600 dólares americanos)


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