Todas las noches es lo mismo; ocurre luego de que me obligan a ingerir
ese cóctel de pastillas que me suministran después de concluida mi cena - ¡Yo
no quiero dormir! – Temo a lo que me tocará vivir entre mis sueños.
El inicio es siempre similar al de los sueños de las noches anteriores:
Yo deambulo muy mal trajeado por entre los pasillos de una enorme y lujosa
casona atestada de hombres y mujeres muy elegantes y de porte distinguido.
Camino buscando un rumbo; sé que no pertenezco a ese ambiente. Sin darme cuenta
me extravío y termino en la oscura y desolada calle. Repentinamente, sopla un
fuerte viento, y cuando este empieza a amainar, todos los elementos del paisaje
han variado…Hasta aquí, salvo algunos detalles, todo es recurrente y repetitivo
en cada uno de mis sueños de cada noche, mas, esto es solo el preludio del
nuevo y desconocido horror que seguirá a continuación…
Aquí afuera llueve torrencialmente, el piso de tierra es un lodazal; la
zona es rural, cubierta de agreste vegetación. Apenas si mi vista puede
distinguir a unos metros, más allá, la negrura de la noche lo devora todo.
Estoy empapado y tiritando de frío. Ahora puedo distinguir un claro libre de
árboles y maleza. Aquí hay una tenue iluminación que me permite ver un rustico
granero con una gran caja en la entrada, y una destartalada cabaña a lo lejos,
cerca de un risco –¡Que bueno! quizás alguien allí pueda auxiliarme… -
Iba a apurar mi paso rumbo a la cabaña, cuando de pronto, del granero,
emerge un ser por demás intimidante. Tiene una enorme cabeza, con la frente
prominente; muchos de sus rasgos son como los de los enanos acondroplásicos,
pero este debe sobrepasar los 2mts. De estatura, y sus brazos extremadamente
largos le permiten caminar apoyando los nudillos de las manos en el piso, tal
como lo hacen los gorilas. Su mirada denota furia y odio. Alza la cabeza y
aspira aire por la nariz, quizás ha detectado mi olor.
Apenas si respiro, intento no hacer el menor ruido, quiero pasar
desapercibido. El monstruoso ser, procede a abrir, cual si fuera una puerta, la
mitad de la caja, y puedo atisbar que dentro hay varios niños presas de pánico.
El monstruo, aunque lento y torpe de movimientos, coje a uno de los niños con
una mano, y con la otra le retuerce el cuello, haciéndole girar la cabeza como
si se tratara de la tapa-rosca de una bebida; en el segundo giro ya separó por
completo la cabeza del cuerpo. El monstruo sorbe la sangre que mana del cuello
del niño decapitado. Cuando la hemorragia mengua, el monstruo sigue lamiendo.
Yo, horrorizado, doy unos pasos hacia atrás y hago crujir una rama suelta -
¡Está mirando hacia aquí! ¡¡El monstruo me ha descubierto!!- Sin dejar de
otearme, con su enorme mano derecha coje por los pies a dos de los pequeños y
jalándolos a rastras viene hacia mí. Como si se trataran de unas boleadoras,
los revolea con claras intenciones de golpearme con ellos.
Calculo que puedo esquivarlo, cruzar el claro a la carrera, y buscar
protección en la cabaña al pie del risco. Corro… corro, con toda la energía que
la adrenalina genera en mi organismo. El monstruo me sigue, afortunadamente
para mi, su desplazamiento es lento.
Cuando llego a la cabaña con intenciones de tocar a la puerta y pedir
ayuda, me doy cuenta que la puerta está entreabierta; ingreso sin más
miramientos; mi corazón parece amenazarme con explotar, estoy horrorizado con
lo que he visto, y me siento embargado por el miedo superlativo. Para mi suerte
la puerta cuenta con unos pasadores de cerrojo, y a un lado hallo el tablón; lo
coloco sobre los pasadores. Me siento muy asustado, pero intuyo que por ahora
estoy a salvo de ese energúmeno.
De pronto siento repetidos golpes violentos contra la puerta, la cual
los soporta con firmeza; definitivamente es muy resistente. Guiado por mi
curiosidad, atisbo por una rendija y veo que el monstruoso ser golpea la puerta
estrellando repetidamente los cuerpos de los niños, impactando con sus
cabecitas los recios maderos, hasta reventarles los cráneos. Finalmente desiste
de su empeño, y se retira bufando y rumiando su gran ira.
Lamento el sangriento final de los niños, pero por ahora parezco estar a
salvo. Respiro profundamente y…¡¡Oh!! Una mano fría y huesuda me toca el
hombro. Volteó espantado, y es una anciana desdentada, de cabellos canos y
alborotados - Le temes a Wilfredo, ¿Verdad? - …Y perdí el conocimiento.
Cuando recobro la consciencia, estoy tendido en el piso, hay un joven en
silla de ruedas a mi derecha -Madre, el forastero ya se va recuperando. Sírvele
una taza de café caliente y ofrécele ropa seca, está empapado por la lluvia…-
La anciana de pie, a mi izquierda, responde con macado enfado - ¡No le
daré nada a este cobarde que le teme a tu hermano Wilfredo! –…Ella blandía un
tirabuzón saca-corchos en su mano derecha -Madre, Wilfredo está muerto; no
insistas con ese tema- Replicó el joven desde su silla de ruedas. La anciana
enfurecida empezó a levantar la voz, hasta gritar como una desquiciada - ¡¡No
es cierto!! ¡Wilfredo vive! ¡¡Wilfredo vive en el granero!! Solo que tú
prefieres ignorarlo ¡¡Por eso él se esconde en el granero!! –
Súbitamente la anciana saltó por encima de mí y con fuerza inusitada,
clavó el saca-corchos en el ojo derecho del joven discapacitado. Yo me erguí
ante tan macabro espectáculo, y corrí hacia la puerta. La anciana insistía en
tirar del saca-corchos, que al parecer se había atascado entre los huesos de la
cavidad ocular del joven. Abrí la puerta, y empecé a correr, sin rumbo ni
destino…
Ya están aquí los médicos y enfermeros sujetándome y tratando de
calmarme-
Ya pasó todo…hasta que vuelva la noche…
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