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¿De dónde provenía? No lo sabía. No tenía idea de su pasado ni de su
presente… menos, de su futuro. Sólo se materializó de manera intempestiva tras
las cortinas de niebla en las laderas de la gran montaña, y de allí emergió. No
era momento propicio para indagarse a sí mismo sobre su naturaleza, o que tipo
de ser era. Tenía hambre y frío, y en esas condiciones, su desnudez le estaba
jugando un revés. Era imperioso hallar algo para comer, y luego alguna forma de
abrigo.
Lo primero que se posó ante su mirada fue un enorme espécimen de cuatro
patas, y cuernos rematando lo que sería su cabeza. No sabía de qué se trataba,
pero olía a alimento; entonces se lanzó a la carrera contra la presa. Guiado
únicamente por sus instintos, de un salto se encaramó sobre el lomo del
cuadrúpedo, el cual mientras corría y forcejeaba luchando por su vida, movía
peligrosamente su cornamenta intentando defenderse. Él, asido a los cuernos de
su víctima, hizo un rápido movimiento, bajo su cabeza por un costado, e
instintivamente dirigió una certera dentellada a la tráquea del animal, y no lo
soltó hasta que por asfixia este dejo poco a poco de forcejear resignándose a
su inminente final.
Con sus filudas y fuertes uñas fue desollando el cadáver, a la vez que
con sus enormes mandíbulas arrancaba trozos de carne y los engullía con avidez.
Su hazaña le había reafirmado su fortaleza. Cuando se hartó de comer se cubrió
con la piel de su víctima, y empezó a caminar. Su único equipaje era su
confusión; desconocía todo… ni siquiera se conocía a sí mismo.
Así anduvo casi toda la tarde, ahora tenía sed; su olfato fue guiándole
hacia un manantial. Su mirada atenta le avisó que allí no estaba solo, allí, en
la caída de agua, hallábase un ser que a sus ojos le pareció muy atractivo, el
equivalente a hermosamente divino.
Aquella fascinante criatura, se bañaba desnuda sin sospechar que estaba
siendo observada furtivamente desde la maleza.
Cuando él lo creyó propicio, dando brincos sobre el agua se abalanzó
sobre la criatura; aunque esta vez se impuso mucho esmero en ser lo menos
violento posible; no quería dañarla en lo absoluto; sólo deseaba tocarla,
olerla, tenerla cerca. Una mezcla de emociones y sensaciones desconocidas
bullían por todo su organismo. Para ella, sentirse atrapada por un ser como él:
Enorme, con tremendas manazas y garras, con un enorme hocico, y enfundado en
esa piel del cuadrúpedo, fue demasiado, ante tanta impresión sufrió un desmayo.
Con hojas y ramas construyó un refugio. Cuando ella despertó, él le
ofreció frutas frescas y bayas. Inicialmente, ella estaba horrorizada con el
aspecto físico de su captor, mas, los ojos de este, por alguna razón, le
inspiraron confianza, así es que terminó aceptándole los alimentos que con
tanta devoción le ofrendaba. Él le acarició los cabellos, y ella percibió el
embelesamiento que el extraño sentía hacia su persona. Pasaron los días,
semanas y meses, y el encantamiento se tornó mutuo.
Hubo muchos momentos de pasión y consolidado cariño, hasta que ella
quedó embarazada. Transcurrieron aproximadamente treinta y siete semanas, y él
se debió ausentarse del refugio, pues los alimentos escaseaban en la zona por
ser invierno, y había que recorrer largas extensiones de terreno para conseguir
algo comestible.
En el refugio, ella empezó a sentir los primeros síntomas del parto,
dolores que rápidamente fueron agudizándose hasta hacerse insoportables. En sus
entrañas, algo dramáticamente doloroso estaba ocurriendo. Sus alaridos se
podían oír en toda la zona, pero la ausencia de auxilio era reinante. Entonces
cayó al piso expulsando sangre por la nariz y la boca…
Ocurría que su propio vástago había empezado a devorar la placenta y
luego continúo engullendo las vísceras, y así siguió hasta abrirse paso a
través de su abdomen. Una vez liberado de las entrañas de su ya difunta madre,
prosiguió con la tragazón del cuerpo entero de su progenitora. Su apetito era
tan voraz que hasta roía los huesos. Conforme comía, iba creciendo su
corporeidad.
Cuando el recolector de alimentos regresó al refugio halló en un rincón
al que era su hijo aun devorando los últimos restos de su compañera, la
reconoció, pues la cabeza aún estaba intacta.
Impulsivamente, se abalanzó hacia su hijo, y de un certero mordisco le
arrancó casi la mitad del cuello, matándolo instantáneamente.
Sentado en la entrada del refugio lloró desconsoladamente la pérdida de
su compañera…y quizás también la pérdida de su hijo. Ahora cavilaba en que
quizás él también había venido al mundo en similares circunstancias, solo que
no lo recordaba.
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