domingo, 22 de mayo de 2022

LOS HEROES TAMBIEN USAN BOTINES DE TACON




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Por algún motivo, todos cohibíamos nuestra capacidad para comunicarnos oralmente; nuestras conversaciones eran casi exclusivamente a través del contacto visual. Eran escasas las veces en que recurríamos a algunos ademanes, y unos que otros breves sonidos vocales. Sí estábamos dotados del habla, pero por extrañas y desconocidas razones preferíamos obviarla casi siempre.   Otra particularidad común en el grupo era el recuerdo que todos teníamos acerca del fuego, y de la falta que nos hacía, mas, desde que despertamos en este mundo jamás lo habíamos visto, no lo conocíamos… Aun así, teníamos grabado en nuestras mentes que podía dar luz y calor; y lo asociábamos al astro brillante que alumbraba nuestros días.

Quienes nos trajeron tuvieron la precaución de depositarnos en este lugar rodeado por estos cerros que nos protegen de los fríos vientos que vienen del sur. Y a la salida de este albergue natural en círculo, tenemos al río que nos provee de agua y peces.

Antes de nuestra llegada, este lugar lo debieron habitar otros, pues cuando despertamos aquí, hallamos casuchas en ruinas y desechos que de a pocos y paulatinamente fuimos usando para reconstruir y acondicionarnos refugios.

Al comienzo dormíamos a la intemperie, acurrucándonos unos a otros…Temíamos despertar, y ya no estar aquí. Pero poco a poco fuimos intimando entre hombres y mujeres, y entonces fuimos ocupando las casuchas para ocultar nuestra intimidad y también para forjarnos algo de independencia con respecto del grupo. “Es intrínseco a los de nuestra especie guardar, preservar y ocultar aspectos de nuestras vidas como secretos inviolables ante los demás”.

Una tarde muy soleada le vimos bajar desde la cima de los cerros. Sus pasos creaban una estela de polvo que iba marcando su ruta de llegada.

Mas el forastero no llegó hasta nosotros. Se quedó en una ladera a unos treinta metros por encima del nivel del suelo que ocupábamos. Todo el día fue el centro de nuestra atención. Con curiosidad veíamos como iba de aquí para allá recolectando y apilando rocas con las que iba dando forma a lo que sería su refugio.

Al caer la noche, cuando todos nos disponíamos a dormir, escuchamos su voz estentórea retumbando desde la ladera, entre la oscuridad:

-¡Damas y Caballeros! ¡Pongan atención, pues voy a presentarles Mi Delirante Circo De las Lágrimas Eternas…!

Y luego una gran llamarada rompió la negrura de la noche haciendo dramáticamente visible la figura del recién llegado. Su cuerpo desnudo reflejaba los brillos rojizos de la llamarada…Debía estar untado en alguna sustancia oleaginosa.

Enmarcado en esa escenografía, empezó a hacer cabriolas y dar volatines. Por momentos bajaba la intensidad de sus movimientos y canturreaba melodías que más parecían lamentos, los cuales iba acompañando con grotescos remedos de danza y expresión corporal. Finalmente dio un volatín hacia atrás y cayó de rodillas. En esa posición, como si estuviera orando una plegaria, se mantuvo hasta que se consumió la llamarada y dejamos de verlo.

Al amanecer, el extraño nos sorprendió; estaba entre nosotros, subido sobre un banquito, esgrimiendo unas tijeras, y enfundado en un desvencijado guardapolvo que alguna vez debió ser de color blanco.

-Buen día a todos…A ver ¿Quién desea que le haga un buen corte de cabello? Si no tienen nada para darme a cambio, no importa…algún día tendrán algo para compartir.–

…Y empezó su faena de esquilar a uno y a otro. Uno por uno iba sentándolos en el banquito haciéndoles una pregunta que se hizo de rigor: -¿Deseas con canción o con cuento?- Según lo que escogía el usuario de turno, el extraño se lanzaba a cantar o a contar alguna historia, mientras se daba a cortar melenas con las tijeras.

Él era tan especial, que rápidamente fue calando entre nosotros. Nunca nos dijo su nombre, por lo que alguien al referirse a él rompió nuestro mutismo auto impuesto, y le estampó el mote de “Telemúsica”, y con ese apodo se quedó.

Entre las historias que narraba mientras iba esquilando pelambreras, hubo una muy peculiar:

En ella, la protagonista era una bella jovencita con la que se topó una tarde, mientras ella deambulaba desnuda por la solitaria playa que él frecuentaba en busca de inspiración. Apenas la vio, lo primero que se le ocurrió fue que algo muy malo debía haberle ocurrido, y se apresuró en despojarse de su camisa y corrió a su encuentro, con intenciones de cubrirla, mas, cuando estuvo frente a ella, esta le recibió indicándole con señas que no lo hiciera.

-Vine hasta aquí para hacer el amor contigo, para darte placer e inspiración…Y para ello no necesito estar cubierta-´

Ella traía en su mano derecha un jarrito de cerámica…en su piel la provocación, y en su mirada muchos misterios…Pero la situación no daba cabida a preguntas ni averiguaciones.

Hasta el siguiente amanecer, sólo hubo sonrisas, jadeos, pasión y desenfreno.

-Sé que a ambos nos va a doler esto, pero debo partir de retorno a mi plano, y tú debes retomar tu misión-

Mientras pronunciaba esta sentencia, la bella joven reacomodó su cabellera con ambas manos…

-Resulta desolador perder algo sublime que tuvimos entre manos, pero la vida es así de cruel, mas te dejaré un vivo recuerdo del fuego que compartimos. –

Dicho esto, la joven separó sus muslos e introdujo sus dedos en sus entrañas, y de allí sacó un puñado de brasas incandescentes.

-Conserva este fuego encendido, y siempre estaré para ti acompañándote en tu misión. -

Dicho esto, se fue así como vino…como un sueño.

Dueño casi exclusivo de la locuacidad, simpático y encantador desde su melancólica personalidad, Telemúsica se había parte entrañable de nuestra comunidad.

Mientras nos alegraba con ocurrencias y nos entretenía con sus historias a veces narradas como cuentos y otras veces como canciones, a menudo se auto interrumpía para decirnos: -Mi deseo es que cuando muera, me incineren con el fuego que traje, y arrojen mis cenizas al río.

Aquella mañana no hubo cuentos ni canciones que rompieran el silencio de nuestra aldea. Por alguna desconocida razón, Telemúsica había fallecido.

Todos, sin excepción, acongojados, tristes y desconsolados nos afanamos en cumplir su póstumo deseo. Encendimos una gran pira e incineramos su cuerpo. Depositamos sus cenizas en un cacharro de arcilla, y en silenciosa procesión llevamos sus restos hacia la salida del refugio natural que nos brindaba el semicírculo de cerros. Una vez afuera, enrumbamos hacia el río…Los vientos  allí soplaban con más fuerza que de costumbre, como si la naturaleza también estuviera dolida por la partida de Telemúsica.

Yo fui el encargado de arrojar las cenizas al río. Tome el impulso para que estas llegaran lo más lejos posible, pero cuando realice el envión, los vientos, extrañamente soplaron en sentido contrario y trajeron las cenizas hacia nosotros impregnándolas en nuestros rostros e introduciéndolas por nuestras bocas y nuestras fosas nasales. Literalmente todos tragamos las cenizas de Telemúsica. Desconcertados, todos nos mirábamos a los ojos, y tuvimos la imperiosa necesidad de expresarnos verbalmente…de decir algo. Entonces descubrimos que si abríamos nuestras bocas expelíamos cucarachas que pugnaban por salir desde nuestras entrañas.

Nuestro retorno fue fantasmal. En un mutismo ahora obligado. Todos cubriendo nuestras bocas con ambas manos para evitar la repulsiva salida de los asquerosos insectos.

Al llegar a nuestra estancia, ya el día sucumbía ante las penumbras que anunciaban el reinado de la noche. A la intemperie nos acurrucamos unos a otros hasta que nos venció el sueño, y con él viajamos a otros lugares, a otros mundos, y a otras realidades.

Nuestro despertar fue en medio de un gran murmullo. Todos soliloquiábamos sobre los diversos sueños que habíamos tenido. Así fuimos desperezándonos y poniéndonos de pie… Así uno a uno, sin dejar de hablar nos encaminamos hacia la salida de aquel lugar que hasta entonces había sido nuestro cobijo.

Cada uno se fue por diversos rumbos, pero todos llevábamos un sin número de historias que contar. Todos íbamos con ese “Fuego Sagrado” dentro…





(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado este cuento. Muchas gracias querida amiga.

      Eliminar
  2. Fantástico como describes
    Una sociedad que dejó de pensar y tan solo se conformó con lo básico dejando de lado los suelos la creatividad , la curiosidad y sólo hasta que llegó el mensaje o para que recuperarán todo lo que habían olvidado gracias amigo

    ResponderEliminar