miércoles, 10 de mayo de 2023

LA CAJA DEL DESTINO TIENE UN HOYO




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Para cuando ocurrió el suicidio de mi hermano Carlos Miguel, económicamente, la familia había progresado muchísimo. Papá Vicente se había valido de sus empíricos, pero acertados conocimientos sobre medicina y se dedicaba a curar enfermos, poner inyecciones y atender los alumbramientos de cuanto niño venía a esta vida dentro de la comunidad. Por aquellos tiempos ningún médico titulado se atrevía a venir a vivir a la zona por estar tan alejada del área urbana, por ello, en estos lares, papá Vicente era el ángel que salvaba vidas y brindaba salud a quienes se lo requerían.

Papá Vicente trabajaba muy duro, era usual que casi no durmiera, pues la demanda de sus pacientes era apabullante, y por ello, con mis catorce años de edad, me vi obligado a aprender a suturar heridas, aplicar inyecciones y asistir en los partos que mi padre atendía. Muchas personas de esta comunidad, que actualmente bordean los cuarenta años fueron niños que vinieron al mundo en mis manos.

Lamentablemente, la trágica muerte de mi hermano nos sumió como familia en una profunda tristeza que parecía imposible de superar. Esa depresión me llevó a recluirme en mi dormitorio por espacio de un año; abandoné los estudios por ese lapso, sólo salía de mis habitaciones para comer. Mientras comíamos, el silencio y la pesadumbre reinante eran tan densos y pesados que los tres integrantes que quedábamos, sólo atinábamos a mirarnos con los ojos llorosos. La comida sabía a nada, los sabores se habían esfumado entre el tiempo y las remembranzas inútiles e incapaces de reponer en la silla vacía la presencia del cuarto miembro del clan. Luego de cada comida, los tres restantes volvíamos a nuestra fantasmal soledad; mamá Panchita a su taller de repostería, papa Vicente a atender sus pacientes, y yo a mi dormitorio con mis demonios.

Fue por aquel entonces que comencé a desarrollarla peculiar habilidad de mentirme a mí mismo y era tan auto convincente que terminaba creyendo que mis fantasías eran mi realidad. Esas auto mentiras me llevaron a tener manifestaciones un tanto esquizoides en las que recibía llamados y mensajes de fuerzas superiores. Empecé a llenar las paredes de mi dormitorio con dibujos y simbologías extrañas que solía ver entre mi alucinante realidad alternativa, que como un demencial arquitecto iba construyendo

y edificando para guarecerme de ese inmenso dolor que me torturaba. Sentía que en aquel universo tenía el poder de levitar, cerraba los ojos y automáticamente me sumergía en un contexto donde era capaz de impulsarme y dar trancos enormes que me llevaban a flotar en el aire y desde lo alto podía observar grandes extensiones de terreno. Cuando el impulso decrecía, caía a tierra suavemente, y una vez más volvía a impulsarme para retornar a mí estado volátil...Así, entre estas situaciones así de delirantes fue transcurriendo el tiempo.

Al cabo de larguísimos meses decidí abandonar mi auto enclaustramiento; tenía una larguísima cabellera, y al mirarme al espejo advertí que mi cuerpo irradiaba un halo de luz celeste. Mi propósito, de allí en más, era salir al mundo y sonreír, aparentar que, en el mundo real, en el mundo exterior, yo era feliz… Cuando mis padres vieran mi ficticia felicidad, se animarían.

Quien atravesó el umbral de mi dormitorio aquella vez, fue un maníaco depresivo que ocultaría su depresión de manera magistral de modo tal que serían muy pocos los acuciosos que me dijeran “Siempre sonríes, pero en tus ojos se nota una tristeza muy grande” Aun así, quienes pudieron notar que mi placidez era una farsa, reconocerían que era alguien que poseía el poder de alumbrar las vidas de muchos de los que me rodeaban.

Ya era un demente con una amplia sonrisa fingida, capaz de contagiar su luz.






(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio: 600 dólares americanos)


6 comentarios:

  1. Caballero Oscuro hermano solo los que hemos pasado por grandes sufrimientos podemos iluminar el camino de los demás aunque esto conlleve mas sufrimiento para nosotros cada vez te admiro y te respeto más un fuerte abrazo hermano gracias por compartir tu experiencia tu hermano menor gracias nuevamente.

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    1. Un deleite saberte cerca hermano. Gracias por acompañarme.

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  2. "Vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas". Machado lo entendía muy bien.
    Me ha gustado mucho.
    Saludos

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  3. Muy buen escrito, el tema psicológico que tratas es una realidad que vivimos frecuentemente los humanos. La pérdida de un familiar es un golpe muy fuerte, que a veces no se puede superar y casi nunca estamos preparados. Exito y cordial saludo.

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