viernes, 29 de marzo de 2024

PRIMAVERA



IIustración y cuento de Oswaldo Mejía

(Derechos de autor, protegidos)




La noche ha ido apoderándose del lugar hasta convertirlo en un recinto de oscuridad y penumbras. Tampoco es tiempo de encender luces…ha llegado el momento de acostarse, cerrar los ojos y prepararse para emprender mi viaje hacia mis mundos oníricos. Tengo una cita ineludible con una de mis pesadillas recurrentes. quisiera evadir este trámite, pero es imposible… Un profundo sopor ya se está apoderando de mí.

Los escenarios son diferentes, pero los hechos y ocurrencias serán tan intensamente terribles como las veces anteriores. En esta oportunidad soy profesor en una escuela ruinosa, encallada entre las cavernas de una montaña. Deambulo por intrincados pasadizos y grutas sin lograr identificar en que aula me corresponde dictar clases, tampoco recuerdo que curso debo impartir. Profesores y otros empleados de la escuela me observan con curiosidad; en sus miradas puedo leer que sienten aversión por mí; por ello no me atrevo a dirigirles la palabra. Sin opciones para peguntar o consultar, continúo vagabundeando entre esos vericuetos que cada vez se hacen más lúgubres y laberínticos; ya no hay aulas, solo pasadizos ruinosos y cavernas; siento un temor extremo, estoy extraviado, camino desesperado. De pronto, para mi alivio, me hallo en una plazuela iluminada y bullente de personas, todas ellas de aspecto taciturno. El paisaje aquí es menos aterrador, pero igual me es extraño. No sé cómo llegué aquí, y tampoco recuerdo donde quedó la entrada por la que llegué aquí. Oteo en todas direcciones para decidir que rumbo tomar, mas, de pronto viene un fortísimo viento que con su soplido desordena el paisaje moviendo todos los elementos. Cuando el viento deja de soplar, ya no hay vestigios de la plazuela, en su lugar hay un amplio camino de tierra iluminada por faroles de luz amarillenta ¡Mi intuición me avisa que la cacería se ha iniciado! Empiezo a correr con toda mi potencia ¡Lo sé! ¡La presa soy yo! Debo ponerme a salvo e intentar conseguir algo que me sirva de arma de ataque y defensa. ¡Corro!... ¡Corro! Necesito algo con que golpear y evitar ser golpeado, pero no hallo nada apropiado. Ahora debo correr zigzagueando pues me están apedreando. Me cubro la cabeza con brazos y manos, y continúo mi loca carrera. Volteo mi mirada rápidamente y develo que aproximadamente una veintena de pequeños hombrecillos con enormes cabezas rapadas, me persiguen intentando lapidarme. Son ágiles y veloces, pero mis trancos son largos, y la adrenalina en mi organismo hace lo suyo…les llevo una buena ventaja, mas, debo mantenerla, pues intuyo sus intenciones de asesinarme sin miramientos. El camino a recorrer se va estrechando debido a unos muros laterales que dan forma a una especie de embudo pronunciado. Correr es mi única alternativa. Hay iluminación al fondo del embudo… Corro, corro… Pero al llegar al final del embudo me hallo con una pequeña escalera descendente y en el plano de abajo hay grupos con más de estos pequeños seres demoniacos, unos sentados y otros recostados en el piso. Ya no puedo detenerme, así es que opto por dar un largo salto por sobre el primer grupo, con intenciones de esquivarlos, mas, mi impulso no es lo suficientemente largo, y caigo sobre varios que se hallaban en el extremo. De hecho, debo haber matado a algunos con mi caída, pues sentí claramente el crujir de huesos bajo el peso de mi cuerpo. Me reincorporo sobre la marcha y sigo corriendo. Ahora ha aumentado el número de mis perseguidores, pero aun les llevo algunas decenas de metros de ventaja. ¡Me estoy agotando! ¡Pero nos perseguidores siguen tras de mí! Me topo con una pila de cañas de bambú, y aprovecho para coger un par de varillas de unos dos metros, y enfrento a los hombrecillos, revoleando mis varillas voy asestando golpes a diestra y siniestra quebrando cuerpos con cada lance. Mi agotamiento físico ya se hace extremo. Me doy vuelta como buscando una salida, un punto de huida entre la nada ¡Y Sí! Se me da la milagrosa alternativa. Frente a mi aparece un laberinto de zanjas, similares a trincheras, ellas me servirán para perderme de su vista. Doy un salto para caer dentro de la zanja más próxima, mas, justo en ese momento una pedrada impacta en mi omoplato derecho, y caigo de bruces sobre el lodo, con un terrible dolor en la espalda; creo que ha llegado mi final. Me arrastro entre el fango, estoy sangrando por la boca y la nariz…me siento desfallecer. Esas infernales criaturas ya están sobre mí; desde arriba empiezan a apedrearme hasta que dejo de sentir dolor, sólo siento la seguidilla de los impactos de las piedras golpeándome, moliendo mi musculatura y machacando mis huesos. A duras penas miro hacia adelante y a unos centímetros veo unas piernas firmemente paradas en “A”, Con mucho esfuerzo sigo alzando mi miranda, y alcanzo a distinguir el rostro de mi amigo Don Percy Leandro, fallecido hace unos años atrás. Ya no hay más pedradas. Don Percy, de un salto pasa por sobre mis restos. Creo que su intención es enfrentar a las criaturas que me estaban apedreando…Ya no veo ni escucho nada…

Ahora estoy sentado al borde de mi cama, asustado y sudando frío. Son casi las diez de la mañana, saldré a mirar la calle desde mi balcón… Qué más puede hacer durante el día un jubilado y anciano escritor de literatura fantástica como yo, aparte de escribir sobre lo que acabo de soñar y esperar la noche para asistir a otra pesadilla, que alimente mi delirante fantasía.



  (Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 57 cms. Precio 600 dólares americanos)



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