martes, 14 de noviembre de 2023

AVE DEL PARAISO




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

(Derechos de autor, protegidos)







Cristina Peláez era una mujer joven; a sus veintiséis años, era una de las primeras personas que llegaron a invadir estos terrenos polvorientos salpicados de grava y rocas filosas. Entre todas las precarias casuchas de la zona, reconocida como Asentamiento Humano Edén, la de Cristina era de las más humildes, apenas si tenía un pequeño muro de piedras apiladas, de más o menos un metro de altura en el frontis, el resto, metros detrás era solo un habitáculo de esteras de caña entretejidas y cartones, en ella habitaban Cristina, y su menor hija Chabuca.

Cristina no era fea, pero la falta de los dos dientes incisivos la hacía verse desmejorada, pero con la boca cerrada y atendiendo al detalle su anatomía, en conjunto, era una mujer de carnes firmes. Debido a su pobreza y a la falta de un varón que la asumiera, ella se dedicaba a lavar la ropa y ayudar en los quehaceres domésticos a las damas vecinas que se lo requerían, todo por algunas monedas y comida para ella y su hija…Esa era la parte decorosa de la vida de Cristina…

En un villorrio como el Asentamiento Humano Edén, alejado de la gran ciudad y perdido entre los cerros era inconcebible la existencia de un prostíbulo; ausencia que se presentaba como una oportunidad para Cristina y su mal disimulada ninfomanía.

En el Asentamiento Humano Edén el agua era llevada por camiones cisterna que la vendían de puerta en puerta en cilindros y baldes; como Cristina casi nunca tenía dinero para pagar, el aguatero le dejaba el agua, y cuando terminaba con su reparto, este volvía, estacionaba el camión en la entrada de la casa de Cristina, quien presurosa sacaba a su menor hija Chabuca, la sentaba sobre el muro de la entrada, cerraba su puerta, y daba rienda suelta a sus favores carnales, agradeciendo al aguatero por haberla proveído del líquido elemento.

Cada vez eran más y más los vecinos que subrepticiamente visitaban la casucha de Cristina. Era casi un código que si Chabuca estada sentada en el muro de la entrada, su madre estuviera adentro revolcándose con algún parroquiano, entonces cualquier recién llegado, solapadamente le decía a la niña -Dile a tu mamá que en un ratito regreso-. En algún momento, Cristina hubiera podido jactarse, de que todos los varones adultos del Asentamiento Humano Edén, alguna vez se revolcaron con ella en su tarima, entre esas cuatro esteras que le servían de refugio. Era un hecho que las Damas y Señoras de la comunidad intuían o sabían de las prácticas sexuales de Cristina, pero de hacían de la vista gorda pues era comedida y les ayudaba con las compras, con el lavado de ropa y con sus quehaceres domésticos.

Cristina no era una prostituta, ella no pedía dinero a cambio ni tenia tarifa, sólo se limitaba a recibir la voluntad de los usuarios; algunos dejaban comida, otros le daban ropa usada, También había los que dejaban unas miseras monedas, y muchos que ni las gracias daban, y se iban apresuradamente para no ser vistos al salir. Cristina era “La novia de todos y la pareja de nadie”. Jamás un varón se hizo estable de ella.

Aun así, Cristina tuvo dos embarazos más: Augusto y Susanita. Augusto fue entregado a la Señora Victoria jara, quien lo tenía de sirviente, pero lo vestía y le daba de comer de manera decente, hasta que lo llevó de paseo a un pueblo de la sierra y a las dos semanas volvió sin él, y con una historia explicativa de que el pequeño Augusto cayó por un barranco y murió. Toda la vecindad rumoreaba que la Señora Victoria jara, en realidad lo había vendido. Cristina veló sus ropitas, y no hubo muchas lágrimas por el hijo desaparecido.

Susanita había sido entregada a la Señora Toya Portal para que la criara. Una tarde en que la señora Toya estaba haciendo hervir una olla con mazamorra de fécula de patata sobre un fogón inestable hecho de ladrillos, Susanita jugando tropezó con los ladrillos, y se le vino la olla encima provocándole quemaduras de cuarto grado, es decir casi murió cocinada. Cristina asistió al funeral, pero no fue muy notoria su aflicción.

Cristina invariablemente asumía su rol de madre más que para parir, siempre fue más hembra que madre.

Un día cualquiera vendió su terreno y en silencio Se fue con su hija Chabuca a unirse a nuevos grupos de invasores que habían tomado posesión de otros terrenos mucho más lejanos.

Por mucho tiempo los varones del Asentamiento Humano Edén al pasar frente a la que fuera la casucha de Cristina, no podían evitar sentir nostalgia por el recuerdo de aquella mujer que siempre estuvo dispuesta a prodigar caricias.







 (Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio 600 dólares americanos)


     

4 comentarios:

  1. Me gusta ese balance entre una historia que es lúcida en su planteamiento y onírica en sus personajes. Seria y triste pero sin drama.

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  2. Caballero Oscuro este relato me ha transportado a parte de mi infancia me tocó ver muchas situaciones parecidas un fuerte abrazo hermano saludos

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