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La noche
continuaba su avance, y Ricardo Cárdenas no podía conciliar el sueño. Un
presentimiento profundamente enquistado en su raciocinio le impedía dormir, a
pesar de la dosis de somníferos que por prescripción médica ingería en casos
como este. Había un extraño presagio que lo atormentaba, y que no lograba
descifrar.
A la mañana,
no desayunó, sólo quería salir de casa y oxigenarse, mas, cuando abrió la
puerta de su casa, frente a él halló una caja de cartón que, en la tapa, pegada
con un trocito de cinta adhesiva llevaba una fotografía con su rostro tachada
con una “X” en tinta roja. Estaba perplejo con el repentino hallazgo, pero aun
así, su curiosidad lo llevó a destapar la caja; lo que encontró en su interior
era excremento humano…El mensaje se le hizo clarísimo: Alguien había contratado
los servicios de un “Brujo malero” para hacerle “Daño”.
Pero ¿Quién
podía haber urdido tamaña vileza? El número de candidatos era enorme. Los
inescrupulosos con suerte son como un imán para atraer enemigos, y Ricardo
Cárdenas era un tipo despreciable, con dinero, y siempre estaba rodeado de
mujeres bonitas. La conspiración podía venir de parte de su ex esposa, de algún
ex de sus actuales “novias”; de alguno de sus socios, de cualquiera de sus
víctimas económicas, de algunos compañeros de trabajo, o simplemente de parte
de algún vecino con sustentada antipatía hacia él…
Ricardo
Cárdenas tiró la caja al piso, la pateó murmurando algunas maldiciones, y
volvió a meterse a su casa dando un portazo tras de sí.
Ahora estaba
sudando frío, Le había invadido la certeza que se trataba del “Daño” de un
“Brujo malero”. Empezó a dolerle el pecho, las manos le temblaban, y una
profunda angustia le embargó por completo; empezó a sentir que la muerte le
rondaba. Así pasó el día. Al anochecer, con mucho esfuerzo se puso un elegante
traje de vestir, aun en momentos como este no deseaba que nadie lo viera mal
vestido. A duras penas salió a la calle. Esforzándose por no perder la dignidad
de su andar enrumbó en busca del Maestro Rogelio, aunque no lo conocía
personalmente, había oído que era un chamán con fama de ser muy bueno para
estos menesteres.
El Maestro
Rogelio lo recibió con la amabilidad paternal de un santón. Ricardo Cárdenas,
desesperado y ansioso de solución a su problema, le contó al Maestro todos los
detalles de lo ocurrido. El diagnostico fue rotundo, le habían hecho daño, pero
mientras hay vida todo tiene solución…
El Maestro
Rogelio le pidió a Ricardo Cárdenas que se despojara de sus ropas; iba a
hacerle una ceremonia de “Limpia”. Lo hizo recostarse en una tarima, y mientras
canturreaba unas oraciones inentendibles, sirvió dos jarros de un líquido
viscoso de color verdoso, y le invitó a beber junto con el -Esta es la
“Huachuma santa”, elixir extraído del sagrado cactus “San Pedro”. Ella nos
abrirá los ojos para ver a los demonios que “El Malero” soltó para ti-
Seguidamente ambos, valiéndose de una cerbatana, primero el Chaman, y luego
Ricardo Cardenas, aspiraron por la nariz aguardiente en el que se había
macerado tabaco. Todo este proceso generaba ardores y ganas de vomitar, mas,
Ricardo Cárdenas, quería recuperar su salud física y mental, y accedía
obediente a todo lo que inducía el Maestro.
El Maestro
entró en meditación mientras hacía chasquear unas sonajas con un ritmo
repetitivo, mientras Ricardo Cárdenas empezaba a notar que su visión había
empezado a distorsionarse. Alucinaciones muy vívidas le estaban asaltando,
mezclándose con la realidad.
El Maestro
se despojó de su camisa y extrajo un filudo sable con empuñadura de reluciente
plata que colgaba de una de las paredes, hizo unas invocaciones amenazantes, y
entonces se desató la vorágine; el piso y las paredes temblaban, los seres
demoniacos hicieron su repugnante aparición.
El Maestro
Rogelio blandía su sable en molinetes, con la destreza de un consumado
espadachín, asestando certeros golpes que iban tasajeando y desmembrando a
aquellas criaturas de la oscuridad. Ricardo Cárdenas permanecía lleno de
pánico, recostado sobre la tarima, imposibilitado de moverse y pronunciar
palabra alguna, sólo emitía gemidos mientras era bañado con la sangre que
manaba de las heridas que el Maestro infringía a los demonios a su rededor.
Las horas
pasaban y la lucha no cesaba; el Maestro tenía el cuerpo completamente empapado
en sudor y la sangre negra de sus contendientes…En algún momento Ricardo
Cárdenas debió perder el conocimiento. Cuando despertó a la mañana siguiente,
todo había concluido. El Maestro estaba exhausto y tendido en el piso, aun
empuñando su sable. Cuando hicieron
contacto visual, el Maestro exclamo -Vencimos hijo mío…ya estas limpio-
Ricardo
Cárdenas se apresuró a vestirse, se acomodó el cabello y preguntó al Maestro
que aun continuaba tendido en el piso - ¿Le debo algo Maestro? –
-No,
hijo. Yo no hago esto por lucro…Además, quizás alguna vez yo necesite un favor
de parte tuya-
Ricardo
Cárdenas hizo un gesto un tanto despectivo a la vez que pensó - ¿Algún
favor? …Como si yo estuviera para andar por ahí repartiendo favores…- Cerró
la puerta tras de sí y se fue…
<<Si
ríe como hiena, y camina como hiena, de seguro se trata de una hiena.>>
Mefistofélico. Muy buena narrativa. Saludos cordiales mi querido amigo Oswaldo Mejía.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo.
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