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El Cura se
santiguó y dio inicio a su homilía.
- …Y Dios
dijo a su pueblo: <Los orates son mis enviados; ellos transitan entre esta
realidad, y realidades muy lejanas de aquí. Son sagrados. Por ello, quien ose
lastimarlos, condenará su alma a los eternos fuegos de los infiernos. Si veis
su desnudez, no los cubráis…esa es la viva muestra de su inocencia y sinceridad…>
-
A la par con
estas palabras de su sermón, el Cura empezó a despojarse de su sotana y demás
prendas, hasta quedar completamente desnudo. Dio un paso hacia la izquierda del
púlpito, y alzó los brazos al cielo, dejando a la vista de todos su completa
desnudez. Su feligresía, proclive a acatar e imitar, también procedieron a
despojarse de sus ropas. El Cura bajo los cinco escalones, y con los brazos
extendidos hacia adelante, caminó por el pasillo central, con dirección a la
entrada del templo. Una vez en el umbral, abrió sus brazos en cruz, aspiró
profundamente el aire de la calle, dio media vuelta, y se encaminó de retorno
al púlpito. Su mirada denotaba que estaba en un trance muy profundo. Subió los
cinco escalones, recogió sus prendas y empezó a vestirse. Los feligreses,
imitándolo, también recogieron sus ropas y fueron vistiéndose. Mientras el Cura
elevaba unas extrañas oraciones en un idioma desconocido para sus oyentes, a la
vez que extraía de entre sus ropas un revolver, cuyo cañón introdujo en su
boca. Su feligresía miraba atónita, sin atinar a hacer nada, ni tampoco a
pronunciar palabra alguna. De pronto se oyó el estampido de un balazo que
atravesó el cráneo del cura, y se estrelló contra la estatua de un Arcángel
destrozándole el torso de yeso.
El cuerpo
sin vida del Cura, cayó al piso rodando por los escalones, hasta quedar tendido
boca abajo. El estupor se generalizo entre los feligreses; cuando fueron
reaccionando, corrieron hacia el cuerpo del cura. Entonces vieron, como de su
nuca, por el orificio de salida de la bala, emergió desde el interior de su
cráneo, una crisálida retorciéndose entre la sangre, y luego de liberarse de su
capullo, extendió sus rojas alas, y emprendió un inicial vuelo errático con
rumbo a la calle, hasta que la perdieron de vista.
A todos les
quedó grabado en sus mentes que la locura es de color rojo.
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