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Yo estuve allí dentro más tiempo del que ninguno de los encargados del
proyecto permaneció en esas mazmorras que fungían como laboratorio genético, Yo
era el encargado de dotar estrictamente el oxígeno y los nutrientes necesarios
al fluido del sintético líquido amniótico en el que flotaban aquellas
criaturas. Mi labor debía ser meticulosa en cantidades y tiempo. Un descuido
era sensible de provocar el fracaso en la incubación en los úteros
artificiales, de una o varias de las criaturas, incluso podía afectar a una
camada completa, y se habría desperdiciado años de estudio y trabajo, además de
los insumos…
Cuando se desataron los bombardeos, las explosiones no hicieron mella a
este gigantesco bunker subterráneo; apenas si se sintieron los sacudones como
fuertes y continuos movimientos telúricos, mas, la infraestructura permaneció
intacta. Mi labor también se mantuvo inquebrantable, haciendo caso omiso a la
orden de evacuar la zona. Abandonar mi puesto de labores era condenar a
aquellas criaturas a una muerte inminente. El proyecto estaba planeado para que
estas criaturas híbridas, debido a su actual estado de anfibiedad, deberían ser
conducidos, como paso siguiente del proyecto, a ocupar espacio en los
estanques, que para ese fin se habían construido en el lago cercano. Allí irían
siendo seleccionados oportunamente para ser sometidos a experimentos, cuya finalidad
sería dotarlos de respiración pulmonar estable, de alguna manera bloquear su
respiración cutánea, y así hacerlos útiles para el trabajo en las minas y en
los campos de batalla.
Yo no tengo familiares ni
parientes aguardándome en casa, quizás por ello había madurado hacia todos
ellos una empatía casi paternal, y creí conveniente procurarles lo que
estuviera a mi alcance en pro de que continuaran vivos. Por ello me quedé aquí
a pesar de los continuos bombardeos.
Fue la última explosión, la más potente y destructiva, la que logró
perforar el subsuelo, abriendo un inmenso boquete en las paredes de concreto
reforzado que bordeaban el laboratorio subterráneo. El impacto fue tan fuerte
que hizo añicos decenas de los úteros artificiales matando en el acto a
centenares de las criaturas. Yo que estaba en ese momento al fondo de las
instalaciones, fui lanzado por los aires contra el mobiliario de archivos.
Cuando me repuse de la colisión y el asombro, tuve ante mis ojos, tamaña
destrucción y siega de vidas. El espectáculo era desolador; centenares de
úteros artificiales hecho añicos, miembros y cuerpos mutilados por doquier. Los
úteros artificiales que estaban al fondo, si bien no habían sido destrozados,
en su totalidad sufrieron la avería del sistema proveedor de flujo de líquido
amniótico sintético y se vaciaron por completo del líquido elemento. Entonces
las criaturas sobrevivientes, aun con su respiración pulmonar deficiente y su
dermis no apta para permanecer mucho tiempo fuera de un elemento líquido, por
instinto, abandonaron sus cubículos, cual si fueran un enjambre salieron en
tropel por el enorme boquete, escalando por entre las ruinas buscando alcanzar
el lago cercano, que por instinto habían percibido. Su prisa era una carrera
por su vida.
Afuera, las naves que aún patrullaban la zona debieron confundirlos con
tropas de resistencia, pues los recibieron bombardeándolos con granadas
aire-tierra y ráfagas de metralla. La matanza fue una verdadera carnicería
contra las indefensas criaturas. Los pocos que lograron retornar, inútilmente
corrieron a refugiarse entre los que fueran sus úteros artificiales de origen;
pero, como repito, estos ya estaban vacíos del líquido vital. El espectáculo de
ver a estos últimos sobrevivientes agonizar resultaba aún más dantesco de todo
lo que había visto anteriormente. Las pobres criaturas boqueaban esforzándose
por respirar, y sus pieles cada vez más resecas eran una tortura que sólo
culminaba con su muerte.
Cuando ya no vi más síntomas de vida en ninguno de ellos, recién reparé
en que yo tenía quemaduras por el hemisferio derecho de mi tórax y rostro,
producto de la última gran explosión que alcanzó a abrir el boquete en las
paredes del laboratorio. También noté que mi vista estaba mermando rápidamente,
y ahora sentía un dolor insoportable en todas mis articulaciones… ¡Claro! Eran
los estragos de la radiación que expelió la gran explosión.
Aquí viví los últimos años de mi vida, y creo que aquí dejaré mis
ultimas momentos...
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