Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.
(Derechos de autor, protegidos)
Pasaron horas y tiempos desde la tarde
en que él decidiera vivir al otro lado de tu espejo, con la intención de estar
frente a ti cada vez que vinieras. Quizás no recuerdes la vez que te ofreció
sus manos desde el otro lado del espejo y te propuso colocar las tuyas sobre
las suyas. Él no lo dijo, mas tal ceremonial, era el sello de un pacto.
*-Es cierto. Él siempre está allí, pero
no sé desde cuando… no lo recuerdo, quizás siempre estuvo al otro lado de mi
espejo.-
¿Sabías que la memoria de los peces, apenas
retiene recuerdos por dos o tres minutos? Por ello jamás se aburren. Cada tres
minutos renuevan el conocimiento que tienen de su entorno. Es esta la razón por
la cual, al momento de desovar, ocultan sus huevecillos. Se lo dicta el
instinto de conservación de su especie, intentando salvaguardar a la prole de
la acción de los depredadores. Los peces no recordaran donde dejaron sus
huevecillos. Es más, ni siquiera recordaran si alguna vez los pusieron. El
humano es lo opuesto. Él sí tiene consciencia del tiempo, y sabe que el suyo no
es eterno, por eso reza plegarias e inventa Dioses.
*-Quizás en sueños soy un pez, pues al
despertar no recuerdo sueño alguno.-
Anoche, ambos se atrevieron a cruzar el
portal hacia este plano que permite lo que sólo está permitido a la sinrazón.
Esta playa desierta, lamida por las oscuras aguas de un mar libidinoso y
descarado, es el escenario de turno para la tormenta, bajo la cual ocurrió el
encuentro.
*-Mira donde nos venimos a conocer;
entre este lodazal y bajo esta tormenta. Ya nos encontramos, ya nos
conocimos…Pero no recuerdo porqué, ni de donde vinimos. No sé dónde quedó la
vida que estaba viviendo-
**-Tampoco yo tengo recuerdos… Excepto
tú, todo esto me aterroriza. ¿A dónde ir si no sabemos de dónde venimos? –
El viento traía un rugido persistente,
como persistente era la lluvia. El frío calaba sus huesos. Hubiera sido pleno
hallarse en un contexto apropiado para prodigarse las caricias que por tanto
tiempo habían guardado el uno para el otro, mas ahora, ambos parecían haber
olvidado esas ansias. La única urgencia era esquivar el pánico…
Ella permanecía abrazada a sí misma,
rodeándose casi por completo con sus brazos desnudos, y él, miraba atónito
hacia la nada. Ambos titiritaban. El viento helado flagelaba sus cuerpos expuestos,
empapados, y salpicados de lodo. Hubo miedo, frío y dolor en el alma.
Estuvieron juntos, pero unidos por la nada, la desolación y la ausencia de
recuerdos…
Por instinto fueron hembra y macho en
medio de la confusión y el caos, más ni uno ni otro jamás lo recordó.
Lo último que vieron antes de separarse
fue a aquella mujer de túnica blanca emergiendo de las oscuras aguas del mar, y
del otro lado, un funeral. La muerte que precede al renacer… Y el espejo volvió
a ser infranqueable…
“La pelotita debía ser lanzada con la
mano izquierda contra la pared. De allí rebotaría al piso, y del piso
retornaría a la mano que la lanzó. Un ciclo repetitivo, tedioso y estúpido
¿Pero servirá? Un anciano delirante alguna vez me aseguró que sí funciona para
evitar tener memoria de pez.”
Una maravilla... precioso texto que he disfrutado plenamente así como la ilustración. ¡Felicitaciones! Gracias por compartir
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu gentil visita.
EliminarGracias por compartir nuevamente tu arte. Lo he disfrutado. Me ha hecho pensar y sentir. Y lo que he pensado entre medias, aunque no quede muy bien, literalmente fue: "joder, macho, qué bueno es este tío"
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita hermano mío.
EliminarLa memoria y los recuerdos.
ResponderEliminarMe gusto muchísimo.
Gracias amigo Cotero. Un abrazo.
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