miércoles, 13 de abril de 2022

SÓLO LOS POETAS MUEREN MIL VECES

 


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)


El cielo se teñía de rojo con el desangre del Sol que asistía a su rutinario morir diario. Espeluznante momento para los espíritus depresivos. Estoy convencido de que no hay nada peor que enfrentarse a la muerte durante la hora del ocaso... mala hora para la agonía.

La doncella  irrumpió en la escena. Trastabilló cayendo sobre su rodilla derecha, con su pierna izquierda, extendida instintivamente evitó caer de bruces. Sus brazos estaban atados entre sí tras su espalda, dejando expuestos en su desnudez sus florecientes senos. La muchedumbre observaba con muda ansiedad a la bella mujer, cuya piel nívea -tan blanca como las impertinentes nubes que se infiltran rasgando los presagios macabros- La esplendorosa figura de la fémina de rostro angelical se mantenía imponente, pese a que su mirada vacía exteriorizaba la cercanía de la muerte.

Quien alardeaba de ungido sacerdote, en un estado análogo al trance, con los ojos en blanco, parecía buscar respuestas entre los nimbos celestiales. Sujetando con ambas manos el filoso puñal de pedernal, lo elevó como solicitando el beneplácito del Dios Sol. A continuación, con su brazo izquierdo rodeó el cuello de la doncella, y con su mano derecha descargó una certera puñalada en su pecho. Luego, con habilidad de cirujano, extrajo ágilmente, de entre los senos de la Doncella, el corazón aún latente.

La multitud miraba atentamente cada acción de aquella macabra parafernalia. El ungido volvió a elevar sus brazos, esta vez con el corazón de la doncella en sus manos. Consumada la ofrenda para el agonizante Sol, el gentío allí presente, abrió desmesuradamente sus ojos, a la vez que un barullo general violentaba el silencio del crepúsculo. Fue en el preciso instante en que el corazón extirpado empezó a convulsionar entre las manos del sacerdote, y como si los estertores del corazón extraído se extendieran a las entrañas del mundo, el suelo tembló, el Sol dio un fogonazo y se apagó …¿Acaso el Dios Sol desaprobaba aquel sacrificio?

El ungido entró en pánico, los brazos le temblaban. Exponiendo su miedo, dejó caer al piso el corazón aún latente. La multitud, atónita, estaba momentáneamente incapacitada para emitir exclamación alguna. Sólo había cabida para el asombro y el pánico. Ante el mutismo reinante, la Doncella sacrificada levantó la cabeza, abrió los ojos y se irguió sobre sus rodillas, a la vez que sus ataduras caían liberando sus brazos, entonces recogió su corazón y por la herida en su pecho lo devolvió a sus entrañas. Se puso de pie y levitó hacia los cielos, perdiéndose en la negrura de los cielos.

Nunca más hubo días soleados...La oscuridad se encargó de ir devorando la vida en el mundo hasta extinguirla...Después todo volvería a empezar con una nueva raza.



 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


1 comentario:

  1. Tanto temor se ha tenido en la antigüedad por mantener el equilibrio con los dioses y no hacerlos enojar que se tenía que llegar a estos extremos sin darse cuenta que caían en el peor de los errores sacrificar la vida saludos amigo

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