-Tenía tiempo de sobra. Innumerables veces
había medido sus dimensiones. Trece pasos de largo por dos pasos de ancho. Esas
son las medidas de mi encierro. Cuatro paredes de ladrillos más un techo y un
piso de concreto áspero delimitando mi universo infranqueable.
Cuando desperté a esta absurda realidad, los únicos
elementos que rompían la monotonía del lugar eran dos hojas de papel en blanco,
un ladrillo en un rincón, y yo. El ladrillo que debió haber sido arrancado de
una de las paredes desde su límite con el techo, pues allí quedó un pequeño
forado rectangular por donde ingresaba un rayo de luz como único indicio de que
había un exterior.
La primera idea que vino a mi mente fue darle
uso a una de las dos hojas en blanco. Mordí el dedo índice de mi mano derecha
hasta hacerle sangrar, y con tinta-sangre y mi dedo como delineador, escribí
una sentida carta de amor. ¿A quién se
la enviaría? No conocía a nadie; desconocía si habría alguien afuera, es más,
ni siquiera sabía si existía un mundo exterior.
Ir
cavilando sobre qué hacer con mi carta, me abrió el apetito Pero ¿qué podía
comer aquí? No había nada aparentemente comestible. Entonces lamí las paredes.
Unos lengüetazos aquí, otros más allá. La verdad, el concreto y los ladrillos
tenían mal sabor. Así fue que, dada su inutilidad, decidí tragarme la carta.
Tenía sabor a frustración, pero sabía mejor que el ladrillo y el concreto de
las paredes. Satisfecho mi apetito, me recosté en un rincón, y allí me quedé
dormido.
Creo que quien nada tiene nada sueña, pues al
despertar sentí una vaciedad total. Una vida sin razones para vivirla no es
vida… Y yo quiero vivir.
Con la hoja restante, empecé a hacer dobleces
hasta que logré dar forma a una grácil pajarita de papel con las alas
extendidas.
Fui hacia el forado en la pared y lancé a la
pajarita en vuelo hacia el exterior. Sabía que ella retornaría a mí.
Como estaba previsto, todas las tardes la
pajarita volvía, se posaba en el forado, y desde allí me narraba historias que,
decía, acontecían allá afuera.
**Dos carromatos vinieron del Norte. Uno
estaba vacío y en el otro venía una mujer algo flacucha pero muy bella. Llevaba
los cabellos recogidos en un par de trencitas, que junto a sus enormes ojos, le
daban el aspecto de caricatura de una niña. Ella estaba completamente desnuda y
se mostraba sin pudor alguno.
Un repentino revuelo alteró la tranquilidad
del pueblo. De pronto todos corrían de aquí para allá. Cuando los carromatos
llegaron a la plazuela, ya había una fila de varones aguardándoles, y por orden
de llegada se iban sumando más y más…
Las mujeres del pueblo se apuraban por
alcanzar a sus maridos, hijos y padres que ya estaban en la fila, muñecas de
trapo, de hule, o de lo que fuere, pero muñecas al fin.
Una vez estacionados en medio de la plaza, La
dama del carromato fue haciendo pasar uno a uno a los varones de la fila, prodigándoles
favores sexuales. Al salir, los varones eran recibidos por sus esposas, hijas y
madres, con aplausos. Estos, en compensación por las atenciones de la dama del
carromato, arrojaban una muñeca a la tolva del segundo carromato. Cuando este
estuvo repleto de muñecas, la dama dejo de atender y partió con sus carromatos
hacia el sur. Los caballeros que no alcanzaron a ser atendidos, volvieron
cabizbajos y en silencio a sus casas...
-Así, día a día, la pajarita de papel volvía con una nueva historia.
**Una mañana apareció entre los puestos de los
mercaderes un poeta algo orate, enfundado en un disfraz de cocodrilo, recitando
unos poemas de amor y desamor. Unos niños empezaron a tironearle de la cola
hasta que lograron arrancársela. Por la inercia, los niños cayeron
desparramados junto con la desmembrada cola de disfraz de cocodrilo. Algunos
golpeados y otros asustados, lloraban. La multitud de compradores y mercaderes
la tomó contra el poeta orate, y empezó a abuchearlo, luego le arrojaron
frutas, verduras, lo patearon, apalearon, dejándole el disfraz hecho jirones y
también sin cabeza. Finalmente lo
apedrearon.
Fue entonces cuando él poeta orate, lleno de
contusiones y ensangrentado, se agachó y recogió un par de las piedras que le
habían arrojado. Todos se pusieron en expectativa esperando su contraataque más
el orate se metió las piedras a la boca y se fue meneando y bamboleando su
cuerpo al ritmo de una música que sólo estaba en su mente.
-Me entusiasmaba aguardar a diario la llegada de la pajarita de papel, siempre con una nueva historia...
**Otro día, llegó al puerto un predicador
vestido con túnica blanca y un ridículo gorrito en forma de disco, también blanco,
cubriendo su calvicie. Dirigiéndose a los estibadores y pescadores dijo:
- Hermanos ¡Arrepentíos! Los de arriba,
detestan la mentira. Por eso me han enviado a guiarlos al arrepentimiento ¡Ya
no hay tiempo ni plazo! Su mensaje es “¡Una sola mentira más bajo este cielo, y
sobre este pueblo empezaran a caer calamidades! ¡Arrepentíos! ¡Se los digo yo,
que soy el portavoz de los Dioses!”
Acto
seguido, una gigantesca bandada de golondrinas que pasaban en vuelo migratorio
se desplomaron al piso sin vida. Por algún motivo, ni perros ni gatos quisieron
comerlas. A las pocas horas el puerto cubierto de cadáveres de golondrinas,
apestaba de manera nauseabunda. Nadie supo más del predicador.
-Hoy no regresó la pajarita, ayer tampoco, ni
tampoco antes de ayer. Me acostumbré a esperarla, a oír sus historias mientras
me alimentaba lamiendo el concreto y los ladrillos de las paredes. Ahora sé que
nunca vendrá ¡Todo fue mentira! ¡La pajarita nunca volvió! Yo me inventé todo
eso para no sentirme solo.
Luego se derrumbó en un rincón… y lloró largo
rato en silencio, hasta que su vista se centró en el ladrillo suelto. Lo miró y
haciendo un ademán con su dedo índice lo llamó: -¡Fido, ven!- El ladrillo se
irguió y fue hacia él. Ambos se acurrucaron entre sí, y así se quedaron
profundamente dormidos.
“Si la vida se te presenta absurda, hazte
parte del absurdo… Esa también es una forma de libertad”.
Y que mejor manera de inventar historias que la soledad el tedio es lo peor que puede pasarle a cualquiera pero sólo así es como dejamos libre nuestra imaginación gracias amigo
ResponderEliminarY muchos creen todavía, que no es posible hacer arte de lo absurdo. Gracias por tu visita amigo mío.
Eliminar¡Muy loco todo, Oswaldo...eres genial...!
ResponderEliminarGracias por estar aquí.
EliminarEXCELENTE COMO SIEMPRE
ResponderEliminarMuy amable Gracias.
Eliminar¡Qué imaginación tan desbordante! Llevas al lector donde quieres porque lo atrapas en tu fantasía. Me quedo con esta frase: “Si la vida se te presenta absurda, hazte parte del absurdo… Esa también es una forma de libertad”.
ResponderEliminarUn abrazo!
Tienes razón querida amiga, la idea es estar fuera de la jaula, aunque sólo sea de manera ficticia. Gracias por venir.
EliminarMe gusta tu lectura, pero también las fotos de mujeres que pones y además tienen un cuerpazo
ResponderEliminarMuchas gracias, pero no son fotos, son pinturas. Un abrazo.
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