jueves, 30 de junio de 2022

NO LE DIERON OMBLIGO A LAS AVECILLAS




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



-Tenía tiempo de sobra. Innumerables veces había medido sus dimensiones. Trece pasos de largo por dos pasos de ancho. Esas son las medidas de mi encierro. Cuatro paredes de ladrillos más un techo y un piso de concreto áspero delimitando mi universo infranqueable.

Cuando desperté a esta absurda realidad, los únicos elementos que rompían la monotonía del lugar eran dos hojas de papel en blanco, un ladrillo en un rincón, y yo. El ladrillo que debió haber sido arrancado de una de las paredes desde su límite con el techo, pues allí quedó un pequeño forado rectangular por donde ingresaba un rayo de luz como único indicio de que había un exterior.

La primera idea que vino a mi mente fue darle uso a una de las dos hojas en blanco. Mordí el dedo índice de mi mano derecha hasta hacerle sangrar, y con tinta-sangre y mi dedo como delineador, escribí una sentida carta de amor.  ¿A quién se la enviaría? No conocía a nadie; desconocía si habría alguien afuera, es más, ni siquiera sabía si existía un mundo exterior.

 Ir cavilando sobre qué hacer con mi carta, me abrió el apetito Pero ¿qué podía comer aquí? No había nada aparentemente comestible. Entonces lamí las paredes. Unos lengüetazos aquí, otros más allá. La verdad, el concreto y los ladrillos tenían mal sabor. Así fue que, dada su inutilidad, decidí tragarme la carta. Tenía sabor a frustración, pero sabía mejor que el ladrillo y el concreto de las paredes. Satisfecho mi apetito, me recosté en un rincón, y allí me quedé dormido.

Creo que quien nada tiene nada sueña, pues al despertar sentí una vaciedad total. Una vida sin razones para vivirla no es vida… Y yo quiero vivir.

Con la hoja restante, empecé a hacer dobleces hasta que logré dar forma a una grácil pajarita de papel con las alas extendidas.

Fui hacia el forado en la pared y lancé a la pajarita en vuelo hacia el exterior. Sabía que ella retornaría a mí.

Como estaba previsto, todas las tardes la pajarita volvía, se posaba en el forado, y desde allí me narraba historias que, decía, acontecían allá afuera.

**Dos carromatos vinieron del Norte. Uno estaba vacío y en el otro venía una mujer algo flacucha pero muy bella. Llevaba los cabellos recogidos en un par de trencitas, que junto a sus enormes ojos, le daban el aspecto de caricatura de una niña. Ella estaba completamente desnuda y se mostraba sin pudor alguno.

Un repentino revuelo alteró la tranquilidad del pueblo. De pronto todos corrían de aquí para allá. Cuando los carromatos llegaron a la plazuela, ya había una fila de varones aguardándoles, y por orden de llegada se iban sumando más y más…

Las mujeres del pueblo se apuraban por alcanzar a sus maridos, hijos y padres que ya estaban en la fila, muñecas de trapo, de hule, o de lo que fuere, pero muñecas al fin.

Una vez estacionados en medio de la plaza, La dama del carromato fue haciendo pasar uno a uno a los varones de la fila, prodigándoles favores sexuales. Al salir, los varones eran recibidos por sus esposas, hijas y madres, con aplausos. Estos, en compensación por las atenciones de la dama del carromato, arrojaban una muñeca a la tolva del segundo carromato. Cuando este estuvo repleto de muñecas, la dama dejo de atender y partió con sus carromatos hacia el sur. Los caballeros que no alcanzaron a ser atendidos, volvieron cabizbajos y en silencio a sus casas...

-Así, día a día, la pajarita de papel volvía con una nueva historia.

**Una mañana apareció entre los puestos de los mercaderes un poeta algo orate, enfundado en un disfraz de cocodrilo, recitando unos poemas de amor y desamor. Unos niños empezaron a tironearle de la cola hasta que lograron arrancársela. Por la inercia, los niños cayeron desparramados junto con la desmembrada cola de disfraz de cocodrilo. Algunos golpeados y otros asustados, lloraban. La multitud de compradores y mercaderes la tomó contra el poeta orate, y empezó a abuchearlo, luego le arrojaron frutas, verduras, lo patearon, apalearon, dejándole el disfraz hecho jirones y también sin cabeza.  Finalmente lo apedrearon.

Fue entonces cuando él poeta orate, lleno de contusiones y ensangrentado, se agachó y recogió un par de las piedras que le habían arrojado. Todos se pusieron en expectativa esperando su contraataque más el orate se metió las piedras a la boca y se fue meneando y bamboleando su cuerpo al ritmo de una música que sólo estaba en su mente.

-Me entusiasmaba aguardar a diario la llegada de la pajarita de papel, siempre con una nueva historia...

**Otro día, llegó al puerto un predicador vestido con túnica blanca y un ridículo gorrito en forma de disco, también blanco, cubriendo su calvicie. Dirigiéndose a los estibadores y pescadores dijo:

- Hermanos ¡Arrepentíos! Los de arriba, detestan la mentira. Por eso me han enviado a guiarlos al arrepentimiento ¡Ya no hay tiempo ni plazo! Su mensaje es “¡Una sola mentira más bajo este cielo, y sobre este pueblo empezaran a caer calamidades! ¡Arrepentíos! ¡Se los digo yo, que soy el portavoz de los Dioses!”

 Acto seguido, una gigantesca bandada de golondrinas que pasaban en vuelo migratorio se desplomaron al piso sin vida. Por algún motivo, ni perros ni gatos quisieron comerlas. A las pocas horas el puerto cubierto de cadáveres de golondrinas, apestaba de manera nauseabunda. Nadie supo más del predicador.

-Hoy no regresó la pajarita, ayer tampoco, ni tampoco antes de ayer. Me acostumbré a esperarla, a oír sus historias mientras me alimentaba lamiendo el concreto y los ladrillos de las paredes. Ahora sé que nunca vendrá ¡Todo fue mentira! ¡La pajarita nunca volvió! Yo me inventé todo eso para no sentirme solo.

Luego se derrumbó en un rincón… y lloró largo rato en silencio, hasta que su vista se centró en el ladrillo suelto. Lo miró y haciendo un ademán con su dedo índice lo llamó: -¡Fido, ven!- El ladrillo se irguió y fue hacia él. Ambos se acurrucaron entre sí, y así se quedaron profundamente dormidos.

“Si la vida se te presenta absurda, hazte parte del absurdo… Esa también es una forma de libertad”.




(Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


10 comentarios:

  1. Y que mejor manera de inventar historias que la soledad el tedio es lo peor que puede pasarle a cualquiera pero sólo así es como dejamos libre nuestra imaginación gracias amigo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y muchos creen todavía, que no es posible hacer arte de lo absurdo. Gracias por tu visita amigo mío.

      Eliminar
  2. ¡Muy loco todo, Oswaldo...eres genial...!

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué imaginación tan desbordante! Llevas al lector donde quieres porque lo atrapas en tu fantasía. Me quedo con esta frase: “Si la vida se te presenta absurda, hazte parte del absurdo… Esa también es una forma de libertad”.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón querida amiga, la idea es estar fuera de la jaula, aunque sólo sea de manera ficticia. Gracias por venir.

      Eliminar
  4. Me gusta tu lectura, pero también las fotos de mujeres que pones y además tienen un cuerpazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, pero no son fotos, son pinturas. Un abrazo.

      Eliminar