martes, 30 de agosto de 2022

SEMIRAMIS Y EL MISTERIO DE TAU




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Siete hermanos:

Beatriz, Braulio, Bruno, Berenice, Bertha, Brandon y Benjamín. Hijos de Doña Andrea y Don Carlos.

Don Carlos debió viajar al otro lado del mar, pues aquí no había trabajo, y allá había gran demanda para las labores de estibador.

Durante dos años, Don Carlos estuvo ausente, pero cada fin de mes enviaba dinero y víveres más que suficientes para sostener a su familia.

Al cabo de dos años, Don Carlos retornó a casa. Había acumulado fortuna. Podría sembrar sus tierras y comprar ganado.

Cuando llegó al rancho, sus siete hijos corrieron a recibirlo apenas lo vieron descender de la carreta.

- ¿Y dónde está Mamá Andrea? - Preguntó Don Carlos, extrañado por la ausencia de su amada esposa…

Casi al unísono, los siete hijos dijeron: -Está dando de mamar al recién nacido. – ¿Cómo podía haber un recién nacido? …Si él estuvo ausente dos años…

Cuando Don Carlos ingresó a la habitación, efectivamente, Doña Andrea estaba recostada en el lecho mientras daba de lactar a un recién nacido.

*- ¿Qué significa esto?

**- ¡No lo sé!

*- ¿Es que no puedes explicarme qué sucedió?

**- No sé cómo ni porqué, pero ocurrió…

*- Está bien… Pero mientras no me expliques “ese asunto”. No lo quiero aquí en mi habitación, ni tampoco cerca de mis hijos.

Para el recién nacido no hubo búsqueda de un nombre que empezara con la letra “B”.

En un rincón del enorme comedor pusieron una caja de cartón, y dentro al recién nacido. Nadie en la familia se le volvió a acercar, excepto Doña Andrea. Todos lo ignoraban, y si por algún motivo debían mencionarlo. Se referían a él como “Ese asunto”.

El tiempo transcurrió, la prosperidad y la algarabía se hicieron una constante para la familia, menos para “Ese asunto”. El sólo se limitaba a mirar desde su caja de cartón. No se movía ni emitía sonido alguno. La misma Doña Andrea terminó perdiéndole interés. Que ya ni ropas le ponía. Apenas si se acordaba de arrojarle, de vez en cuando, algún trozo de pan.

Hasta aquella tarde en que el pequeño Benjamín tropezara jugando, y cayó de bruces sobre la caja del rincón.

-¡Mamáaaaaaa! ¡Papáaaaaaaaaaaaaa! “Ese asunto” está apestando y su caja está llena de hormigas.

Doña Andrea con toda la familia tras de sí, llegaron al rincón ¡Y sí! Miles de hormigas habían invadido la caja, y también cubrían parte del cuerpecillo de “Ese asunto”.

Doña Andrea se apresuró en levantarlo y sacudirle las hormigas. Entonces notó su frialdad y rigidez. “Ese asunto” estaba muerto, y las hormigas habían devorado casi la totalidad de  sus piernitas. Con el cadáver entre brazos, Doña Andrea giró dejando expuesta a la vista de su familia, la espalda desnuda de “Ese asunto”. Acto seguido, Don Carlos y sus siete hijos cayeron de rodillas y empezaron a orar.

De los omóplatos de “Ese asunto” sobresalían un par de alitas blancas.




(Pieza única. Año 2015. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


6 comentarios:

  1. Iun gran poema ♥️♥️♥️

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  2. Querido amigo Oswaldo Mejía, debes mandar a editar estos cuentos tan reflexivos, profundos y sobrecogedor. Me conmovió el corazón. Saludos cordiales.

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    1. Es tan difícil lidiar con las editoriales...Saludos amiga mía.

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  3. Ay terriblemente triste,impactante😓😰

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