No tengo recuerdos anteriores; cuando desperté
ya era un hombre; quizás nunca fui niño, o quizás pasé mi niñez dormido.
Fue adrede o por error, que se me concedió la
inmortalidad y mi inmunidad al paso del tiempo…Maldita inmortalidad que debo
cargar a cuestas. He visto envejecer y morir a mi amada mujer y a cuatro de mis
amados hijos. Hoy vengo de enterrar al cuarto de mis vástagos. Murió a los
setenta y dos años, viejo, deteriorado y cansado, y como en los anteriores
funerales, yo cavé su tumba.
“Al hijo que pierde a su padre se le llama
huérfano, mas al padre que pierde a su hijo, no hay forma de llamarlo… No
existe vocablo para denominar tamaño dolor”
Sólo me queda Benjamín el quinto de mis hijos.
Tiene sesenta y tres años, y ya muestra los achaques del paso del tiempo,
mientras yo continúo joven y rebosante de vida; pero ya estoy cansado de cavar
tumbar para mis seres queridos ¡No quiero cavar la tumba de Benjamín! Luego
seguirán las tumbas de mis nietos…
Bendito Dios travieso ¡No quiero cavar más
tumbas! ¡Quiero morir! ¡Te lo suplico! …Déjame morir…
…Que la próxima tumba que se cave…sea la mía…
Increíblemente hermoso pero muy deprimente y lleno de dolor
ResponderEliminarCierto, son letras muy duras. Gracias por tu visita.
Eliminar👁️Hola a todas
ResponderEliminarHola a todas y a todos.
EliminarFantástico.. Inmensa tristeza de intensa eternidad!
ResponderEliminarYo narro un dolor ajeno, pero aún así, también sentí el dolor. Gracias por comentar.
EliminarMuy triste enterrar a los hijos como dice no existe vocabulario para estas perdidas muy dolorosas
ResponderEliminarGracias por tu gentil compañía.
EliminarExcelente historia 👍
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarCuento duro. Triste.
ResponderEliminarDuro y triste, como la vida misma. Gracias por venir.
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