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La
tormenta eléctrica desató su poder con inusitada furia. Rayos, relámpagos, truenos,
y una copiosa lluvia acompañada del viento helado propio del medio año.
Cuando
la tormenta amainó y sólo quedaron los vientos helados, entre la bruma apareció
tiritando de frío, aquel extraño desnudo, con los brazos pegados a los costados
de su tórax y cubierto de la cintura al pecho con vueltas y vueltas de alambre
metálico.
Algunos
parroquianos curiosos se acercaban manteniendo una distancia de precaución,
pero solo eso, a curiosear. En los pueblos olvidados es casi imposible estar
frente a una novedad sin provocar arremolinamientos de gente.
La
Señora Villanueva, anciana dueña de la única bodega del pueblo, a quien
sarcásticamente apodaban Villavieja, llegó abriéndose paso entre los curiosos y
reclamó llevarse a casa al extraño que trajo la tormenta, alegando que era un
sobrino suyo, alegato falso, pero que le sirvió para apoderarse del extraño. Lo
llevó a casa, le acostó, le cubrió con una manta, y salió presurosa echando
llave a la puerta para dirigirse al taller del Señor Malpartida, quien fungía de
mecánico, aunque jamás reparaba nada, pero tenía algunas herramientas. Portando
unas tenazas llegaron a casa y se procedió a la liberación del extraño.
Luego
de asearlo con devoción, la Villavieja convirtió al falso sobrino en su
flamante marido. Le puso por nombre Roberto, y de allí en adelante se dedicó a
cuidarlo y atenderlo, además de entregarle la completa administración de la
prospera bodega. De pronto la dicha empezaba a llenar la soledad de la anciana.
Sólo faltaba la presencia de un niño para completar y hacer plena su vida.
Lamentablemente, ella ya no estaba en condiciones de procrear.
Una mañana, mientras la bodega estaba atestaba
de compradores, un infante de unos dos añitos atravesó la línea de los
mostradores y se adentró al sector que era la vivienda de la anciana. Llegó la
hora de cerrar la bodega, y nadie preguntó ni se interesó por el niño, por lo
que decidieron atarlo de un pie a la pata de una pesada mesa y quedárselo para
criarlo como el hijo que tanta falta les hacía.
Lamentablemente
el niño no emitía sonido alguno, al parecer no tenía voz…Y lo más dramático,
conforme crecía, el niño fue haciéndose transparente hasta quedar completamente
invisible, estado en el que visualmente no les resultaba compañía. Eso provocó
que ambos perdieran interés, y por tanto, la ilusión.
El
tiempo paso, y empezó a hacerse cotidiano que Roberto saliera de casa por las
noches con los bolsillos llenos de monedas y se perdiera entre la oscuridad. Al
regresar en la madrugada, sus bolsillos estaban vacíos. Así continuo el paso de
los años: La Señora Villanueva atendiendo con devoción a su marido, dando de
comer al adolescente invisible, y Roberto saliendo furtivamente con los
bolsillos llenos de monedas y retornando en las madrugadas con los bolsillos
vacíos.
El
negocio de la bodega había decaído considerablemente hasta convertirse en una
tienducha desabastecida y miserable.
Una
noche Roberto salió con unas pocas monedas, producto de las paupérrimas ventas
del día…Pero esta vez no retornó a la madrugada, ni tampoco a los días
siguientes.
Sintiéndose
sola y abandonada, la Señora Villanueva tuvo la brillante idea de pintar al
joven invisible para así poder verlo y sentir su compañía. Sólo tenía pintura
roja a la mano, así es que lo pinto de ese color… ¡Y sorpresa! Aquel niño que
adoptara años atrás, ya era un hombre hecho y derecho.
Un día
de tormenta eléctrica, al amainar los truenos y relámpagos apareció tiritando
de frío, un anciano desnudo, con los brazos pegados a los costados de su tórax
y cubierto de la cintura al pecho con vueltas y vueltas de alambre metálico.
Algunos parroquianos curiosos se acercaban manteniendo una distancia de
precaución, pero solo eso, a curiosear.
Entonces
apareció la Villavieja con su adoptado pintado de rojo. Se abrió paso entre los
curiosos, le cogió de los cabellos al recién llegado, le levantó el rostro y le
dijo.
-Roberto,
ya no es tiempo de volver. – Le dio una bofetada y le escupió en la cara.
La
Villavieja se fue del brazo con su hombre pintado de rojo.
Maravilloso relato. Bellísimas imágenes. Cautivantes descripciones. Un cúmulo de recursos literarios que atrapan al lector. Felicitaciones querido amigo 🌺
ResponderEliminarGracias por acompañarme.
EliminarInteresante historia la vida siempre se encarga de ponernos sorpresa y al igual quitarlas y volverlas a poner un fuerte abrazo hermano
ResponderEliminarUN PLACER TENER TU VISITA POR AQUI HERMANO.
EliminarFELICITACIONES AL AUTOR. EXCELENTE NARRATIVA. MUY BUENA.
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
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