sábado, 10 de diciembre de 2022

RITUAL DE GIROS PARA DEVORAR UN DURAZNO



Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)










La tormenta eléctrica desató su poder con inusitada furia. Rayos, relámpagos, truenos, y una copiosa lluvia acompañada del viento helado propio del medio año.

Cuando la tormenta amainó y sólo quedaron los vientos helados, entre la bruma apareció tiritando de frío, aquel extraño desnudo, con los brazos pegados a los costados de su tórax y cubierto de la cintura al pecho con vueltas y vueltas de alambre metálico.

Algunos parroquianos curiosos se acercaban manteniendo una distancia de precaución, pero solo eso, a curiosear. En los pueblos olvidados es casi imposible estar frente a una novedad sin provocar arremolinamientos de gente.

La Señora Villanueva, anciana dueña de la única bodega del pueblo, a quien sarcásticamente apodaban Villavieja, llegó abriéndose paso entre los curiosos y reclamó llevarse a casa al extraño que trajo la tormenta, alegando que era un sobrino suyo, alegato falso, pero que le sirvió para apoderarse del extraño. Lo llevó a casa, le acostó, le cubrió con una manta, y salió presurosa echando llave a la puerta para dirigirse al taller del Señor Malpartida, quien fungía de mecánico, aunque jamás reparaba nada, pero tenía algunas herramientas. Portando unas tenazas llegaron a casa y se procedió a la liberación del extraño.

Luego de asearlo con devoción, la Villavieja convirtió al falso sobrino en su flamante marido. Le puso por nombre Roberto, y de allí en adelante se dedicó a cuidarlo y atenderlo, además de entregarle la completa administración de la prospera bodega. De pronto la dicha empezaba a llenar la soledad de la anciana. Sólo faltaba la presencia de un niño para completar y hacer plena su vida. Lamentablemente, ella ya no estaba en condiciones de procrear.

Una mañana, mientras la bodega estaba atestaba de compradores, un infante de unos dos añitos atravesó la línea de los mostradores y se adentró al sector que era la vivienda de la anciana. Llegó la hora de cerrar la bodega, y nadie preguntó ni se interesó por el niño, por lo que decidieron atarlo de un pie a la pata de una pesada mesa y quedárselo para criarlo como el hijo que tanta falta les hacía.

Lamentablemente el niño no emitía sonido alguno, al parecer no tenía voz…Y lo más dramático, conforme crecía, el niño fue haciéndose transparente hasta quedar completamente invisible, estado en el que visualmente no les resultaba compañía. Eso provocó que ambos perdieran interés, y por tanto, la ilusión.

El tiempo paso, y empezó a hacerse cotidiano que Roberto saliera de casa por las noches con los bolsillos llenos de monedas y se perdiera entre la oscuridad. Al regresar en la madrugada, sus bolsillos estaban vacíos. Así continuo el paso de los años: La Señora Villanueva atendiendo con devoción a su marido, dando de comer al adolescente invisible, y Roberto saliendo furtivamente con los bolsillos llenos de monedas y retornando en las madrugadas con los bolsillos vacíos.

El negocio de la bodega había decaído considerablemente hasta convertirse en una tienducha desabastecida y miserable.

Una noche Roberto salió con unas pocas monedas, producto de las paupérrimas ventas del día…Pero esta vez no retornó a la madrugada, ni tampoco a los días siguientes.

Sintiéndose sola y abandonada, la Señora Villanueva tuvo la brillante idea de pintar al joven invisible para así poder verlo y sentir su compañía. Sólo tenía pintura roja a la mano, así es que lo pinto de ese color… ¡Y sorpresa! Aquel niño que adoptara años atrás, ya era un hombre hecho y derecho.

Un día de tormenta eléctrica, al amainar los truenos y relámpagos apareció tiritando de frío, un anciano desnudo, con los brazos pegados a los costados de su tórax y cubierto de la cintura al pecho con vueltas y vueltas de alambre metálico. Algunos parroquianos curiosos se acercaban manteniendo una distancia de precaución, pero solo eso, a curiosear.

Entonces apareció la Villavieja con su adoptado pintado de rojo. Se abrió paso entre los curiosos, le cogió de los cabellos al recién llegado, le levantó el rostro y le dijo.

-Roberto, ya no es tiempo de volver. – Le dio una bofetada y le escupió en la cara.

La Villavieja se fue del brazo con su hombre pintado de rojo.



 (Pieza única. Año 2017. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)





4 comentarios:

  1. Maravilloso relato. Bellísimas imágenes. Cautivantes descripciones. Un cúmulo de recursos literarios que atrapan al lector. Felicitaciones querido amigo 🌺

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  2. Interesante historia la vida siempre se encarga de ponernos sorpresa y al igual quitarlas y volverlas a poner un fuerte abrazo hermano

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