El
joven Víctor Buendía, junto a sus dos amigos Eleazar Díaz y Domingo Pérez
hallábanse alrededor de una fogata, acampando en plan de aventura, en las
laderas de una colina, cuando la negrura de la noche se vio quebrada por el
paso de un bólido luminoso que cruzó casi rasante a las altas copas de la
arboleda de la montaña y terminó estrellándose tras los cerros, provocando un
gran estampido y un inmenso fulgor incandescente. Lo primero que se les
ocurrió, es que se trataba de una avioneta que se había venido a pique, pues en
un lugar cercano había un aeródromo. Sin
pesarlo dos veces, recogieron sus utensilios y equipajes, tomaron sus mochilas,
y casi sin mediar palabra emprendieron la carrera hacia el lugar de la
colisión. Agotados, por ratos detenían el paso, tomaban aire, y luego retomaban
el avance, cada vez más lento. Hallábanse muy extenuados, cuando en un claro
divisaron los escombros de lo que debió ser la nave estrellada…pero para nada
parecían ser los restos de una avioneta. De hecho, se trataba de una nave, pero
los restos eran más similares al descalabrado cascaron de un huevo. Eleazar
Díaz y Domingo Pérez, dominados por el miedo ante esos restos extraños, fueron
muy cautelosos, y sólo se limitaron a observar de lejos. Entre los escombros
humeantes se podían ver aún titilantes algunas lucecillas. Víctor Buendía, que
llevaba la delantera tropezó con un pequeño cuerpo, como el de un niño de doce
años, vestido con un traje platinado…evidentemente estaba muerto. Confundido,
pero alerta, Víctor barrió con su mirada el lugar, y en lo que debió ser la
cabina de la nave, divisó tendido sobre el piso a otro ser similar en tamaño y
vestimenta al que estaba muerto afuera, pero este sí daba muestras de estar
vivo. Víctor instintivamente corrió en su auxilio. La cabeza del herido era
algo desproporcionada para el tamaño de su cuerpo en relación a las medidas
anatómicas humanas; sus ojos eran negros, saltones, y enormes, semejantes a los
ojos de los insectos. El hombrecillo no pronunció palabra, pero Víctor percibió
plenamente dentro de su cabeza la suplica - ¡Agua…agua…! - Víctor se apresuró
en sacar una botella de agua mineral de su mochila y se la acercó a los labios
cuidadosamente. El hombrecillo ocultaba celosamente algo en su puño derecho.
Luego de empaparse lo labios, el hombrecillo pareció querer reincorporarse, pero
solo fue producto de uno de sus últimos estertores, luego ladeó su cabeza, y
lentamente fue abriendo su puño derecho, dejando expuesta una canica negra que
por momentos emitía una débil fluorescencia color verde petróleo. Era evidente
que el hombrecillo había expirado.
Víctor
se apresuró en coger la fluorescente canica, la ocultó entre sus ropas, y sin
mencionar nada al respecto a sus camaradas, sólo dijo - ¡Nada de esto es de
este mundo! –
Cuando
llegaron los militares, se llevaron a los tres jóvenes a una base, donde los
sometieron a minuciosos interrogatorios. Víctor no mencionó para nada el tema
de la canica. Cuando finalmente los dejaron libres, Un oficial de alto rango
les dio una orden disfrazada de sugerencia -Si les preguntan algo, es mejor que
ustedes respondan que lo que vieron fue una avioneta estrellada-.
Con la
finalidad de evitarse problemas, Ante los periodistas y curiosos, ninguno de
los tres amigos jamás contrarió la versión de la avioneta estrellada.
Entre
los vericuetos de la vida, Víctor perdió contacto con sus camaradas, pues en
diferentes ocasiones, primero uno y luego el otro emigraron a otros lares.
Víctor
Buendía todas las noches cogía entre sus manos la canica y la observaba como
emitía su refulgencia, hasta que el sueño le vencía, al amanecer la guardaba
entre sus bolsillos, y continuaba con su vida cotidiana, al siguiente anochecer
volvía a repetir el ritual. Habían pasado veintiséis años desde aquella noche
en que halló junto con sus dos amigos aquella extraña nave estrellada, con los
dos hombrecillos siniestrados. Lo más insólito era que había transcurrido ese
tiempo, sin embargo, Víctor Buendía no había envejecido un ápice, tampoco su
salud se había visto afectada por ninguna dolencia durante todos esos años.
Una
mañana, Víctor Buendía llamó a un canal de televisión, contactó con un
periodista especializado en temas paranormales, y le ofreció mostrar en
exclusiva las evidencias probatorias de su historia. La entrevista fue pactada
para el tercer día subsiguiente.
Por
alguna extraña razón, Víctor Buendía, jamás asistió a la entrevista; tampoco
nadie volvió a saber nada de él…fue como si la tierra misma se lo hubiera
tragado.
Uno pensaría que fue el gobierno el que no quería que hablara, pero ¿y si en realidad era la canica la que no quería ser descubierta y por eso lo absorbió a otro mundo? ¿Y si ella causó el primer accidente por lo mismo?
ResponderEliminarSon buenas tus conjeturas hermano mío. Gracias por ser y estar.
ResponderEliminarOSWALDO, estimado amigo
ResponderEliminar´✫¸.•°*”˜˜”
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/▌*˛˚ ░ ░ٌٌٌ♥░FELIZ AÑO NUEVO 2024 ˚ *
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♥♥TE DEJO TODO MI CARIÑO, GRACIAS POR ESTAR, BENDICIONES♥♥
• Te deseo que seas muy feliz en este año que comienza, tanto que no sepas si vives o sueñas. ¡Feliz Año Nuevo 2024!
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El Sentir del Poeta. Mil gracias por tu visita y tus buenos deseos. Abrazos y beso.
EliminarMe gusta la narrativa enfocada a seres extraterrestres,bendiciones hermano lo
ResponderEliminarEres bienvenido hermano..
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