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El
asentamiento humano Pampa de Comas, un caserío olvidado en el tiempo, sin
pasado que redimir, sin visos de reivindicaciones; un lugar sin siquiera la
dignidad de aparecer en algún mapa. Sólo las francachelas, el chisme y la fe en
Dios mantenían latente, aunque en una perenne modorra, a la población.
Las sociedades necesitan héroes o santos; si no los tienen, pues hay que inventarlos, y en
este tipo de inventiva nadie le gana al folklore popular. El asentamiento
humano Pampa de Comas carecía de oportunidades para generar héroes, y lo más
cercano a un santo era el Padre Agustín, Párroco de la iglesia; no porque fuera
un dechado de virtudes, sino, porque su nombramiento había venido del mismo
Vaticano.
El Padre
Agustín era simpático, encantador y dicharachero, pero al igual que todos los
pobladores del lugar, era proclive a excederse con la bebida. Una fría y
lluviosa madrugada, regresando de una de esas borracheras, con la sotana
totalmente empapada, caminando a los tumbos y zigzagueando, terminó
trastabillando y cayendo de bruces justamente en el portal de la casa de María
la Costurera; llamada así por su habilidad para confeccionar vestidos, y por
ser la encargada, por defecto, de vestir a cuanta cumpleañera, quinceañera,
novia, o dama que desease aparentar elegancia dentro del asentamiento.
Alertada por
el ruido del tropezón, María la Costurera, en bata de dormir, se asomó por su
ventana, y por la sotana, reconoció que se trataba del Padre Agustín.
Rápidamente abrió su puerta, lo socorrió ayudándole a reincorporarse y
rodeándole con sus brazos para que no volviera a caerse, le hizo pasar al
interior de su casa. Presta, le despojó de sus ropas empapadas, le cubrió con
una manta, le preparó una taza de café caliente; le abrazó para sujetarlo, y
así fue dándole de tomar a sorbos el café.
María la
Costurera bordeaba los treinta y dos años. Siendo atractiva y de carnes firmes,
era un tanto inexplicable que no tuviera marido… Claro, el asentamiento tampoco
ofrecía candidatos que valieran la pena escoger.
Entre sorbos
de café, el Padre Agustín fue disipando su ebriedad y recuperando sus sentidos.
Cuando se dio cuenta que su cabeza descansaba sobre el seno de María la
Costurera, la situación le supo enervante, pero a la vez muy acogedora. María
la Costurera olía a hogar, a madre, a cómplice…a hembra en celo. Hubo
rozamientos, que luego se tornaron en caricias, hasta que tanto los votos de
celibato del Padre Agustín, y la abstinencia voluntaria de María la Costurera
sucumbieron a la pasión y se amaron como dos desenfrenados.
Semanas
después, María la Costurera acudió a la parroquia en hora que no era de culto,
y emocionadísima le comunicó al Padre Agustín que estaba embarazada de él… El
Padre Agustín fue rotundo en negar su responsabilidad, alegando que ello
perjudicaría su sagrada investidura. Desilusionada y herida en su amor propio,
María la Costurera no quiso evidenciar su lagrimeo, por ello se dio la vuelta,
y se marchó presurosa.
Habían
transcurrido cuatro años, María la Costurera no había vuelto a poner un pie en
la parroquia; en lo posible tampoco exponía en público a su niño, mas, las
personas que acudían a su casa por sus servicios de costura, cuchicheaban que
el nene era el vivo retrato del Padre Agustín, y que, si María la Costurera no
tenía marido, se daba por sentado que el nene indudablemente era hijo del Padre
Agustín …Pero ¿Cómo concebir tamaño hecho sin desprestigiar la moral del Padre
Agustín? Si su nombramiento había venido del mismo Vaticano… Entonces las
habladurías dieron un giro. Se empezó a correr la voz que se trataba de un
milagro, que María la Costurera había sido embarazada por el Padre Agustín, sin
que este la tocara. Ni María la Costurera, ni el Padre Agustín, jamás
asintieron ni tampoco desmintieron los chismorreos, y siempre esquivaron
cualquier pregunta al respecto.
Así, de boca
en boca, siguió creciendo el mito. El populacho, muy ocurrente, por cierto, iba
agregando detalles a la fábula. Todos hablaban y a la vez creían lo que
escuchaban. Se llegó a decir que el Santísimo Padre Agustín había embarazado a
la inmaculada María la Costurera mediante obra y gracia del Espíritu Santo… Y
que María la Costurera, a los veinte y tres días puso un huevo de medianas
proporciones, y lo empolló con devoción durante treinta y cuatro semanas hasta
que eclosionó el huevo y nació el niño.
En un
momento dado, todos en el asentamiento humano Pampa de Comas estaban
convencidos de la real ocurrencia del fantástico milagro. Muchas cartas
esgrimiendo estos argumentos eran enviadas al Papa Clementina XIII, solicitando
la beatificación para el trío protagonista del quimérico portento. Lógicamente,
el Papa ni se inmutó ante tamañas ficciones, y jamás respondió.
Abrumada por
tanto barullo, María la Costurera decidió largarse del asentamiento. El Padre
Agustín al enterarse de esta decisión se apersonó a la casa. Tantas habladurías
habían despertado en él un repentino instinto paternal, y el deseo de conocer a
quien sabía era si hijo. María la Costurera le recibió en el portal. - ¡Quiero
conocer, y despedirme de mi hijo antes de que se vayan! - María la Costurera le
respondió -Mi hijo no es tu hijo, él es obra del Espíritu Santo- Seguidamente
le escupió en la cara, y le despidió con un portazo…
A bordo del
barco que los llevaba a algún lugar de Centroamérica, María la Costurera sentó
a su hijo sobre sus piernas y le dijo -Tu padre no te conoció ni tú le
conocerás, pero él era un santo…-
Eso pasa diemp en cualquier religión .solo quedan los rumores y oido sordos
ResponderEliminarUn placer tenerte aquí preseente. Gracias.
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