Llevábamos varias semanas juntos, mas todo indicaba que ninguno sabía absolutamente nada de los otros dos. En todo este tiempo ninguno habíamos sido capaz de articular palabra alguna. Cuando hacíamos contacto visual, solo nos limitábamos a agachar la mirada y llorar. En medio de tamaña destrucción y desolación, nuestro shock parecía imposible de ser superado ¿Por dónde iniciar el comienzo de algo? En todos estos días no habíamos visto a nadie más en pie, aparte de nosotros tres. Entre los escombros apenas si se distinguían algunos cuerpos mutilados que el polvo que traían los ventarrones, rápidamente iba cubriendo, restándoles contraste con el paisaje.
Luego de las repetidas explosiones nucleares, solo vi un gran resplandor
enceguecedor seguido de una intensa oleada de calor; cuando abrí los ojos, ya
estábamos allí los tres, frente a frente, y sin entender en concreto que había
ocurrido.
En el perímetro había paquetes de galletas y botellas de agua
desperdigados en el piso; quizás eso nos motivaba a mantenernos en el lugar;
aunque en un mundo inerte como el que teníamos delante ¿A dónde podríamos ir…?
Una mañana vimos flotando en el cielo un cuerpo inflado como un globo,
con las piernas y brazos extendidos, que los vientos empujaban por sobre
nuestro emplazamiento. El contexto en general era delirante, era factible que
en medio de tamaño desastre, hubiésemos extraviado la cordura, y estuviéramos
alucinando. Unos gallinazos cual si fueran parásitos, se posaron sobre las
espaldas, del ente volátil, y estuvieron picoteándolo. Nosotros boquiabiertos
nos limitamos a observar la escena; hasta que, quizás por el accionar de los
picotazos o por el calor abrazador del mediodía, el cuerpo explotó en el aire y
sus restos se precipitaron a tierra muy cerca nuestro.
Sin mediar palabra, los tres corrimos hacia el lugar de la colisión. Lo
que hallamos fue un amasijo de carnes putrefactas, pero para nuestro
desconcierto, lo que por lógica debería ser un cadáver, aún latía; y aspiraba y
expiraba aire por donde podía, provocando un ruido similar al de los ronquidos
que emite un adulto al dormir.
Lo primero y lo único que se me ocurrió decir fue - ¡Es un Durmiente! –
Mis dos compañeros solo me miraron…y envueltos en nuestro mutismo acostumbrado
emprendimos el retorno hacia nuestro punto de estadía…
Los días transcurrieron su curso, hasta que una mañana fui despertado
por los gritos de mis compañeros - ¡¡Los Durmientes!! ¡¡Vienen más Durmientes!!
– Sobresaltado, me incorporé mirando al cielo en la dirección que ellos
señalaban, y efectivamente varios de esos globos humanos con los brazos y
piernas extendidas venían flotando sobre las ráfagas de viento. Esta vez las
bandadas de aves carroñeras se habían multiplicado y competían por un espacio
donde picotear, y así participar del festín.
Nosotros observábamos estupefactos las ocurrencias. Calculo que esta vez
el número de Durmientes superaba el centenar de individuos. Al igual que la vez
anterior, bien por acción del calor o por los repetidos picotazos de los
gallinazos, los Durmientes, que ya sumaban varios cientos, empezaron a explotar
en el aire, y venirse al piso en caída libre. Esta vez, ni mis compañeros ni yo
tuvimos el impulso de correr a ver a los que, tras explotar en el aire, caían a
tierra.
-Pobres Durmientes…- Pronuncié sin esperar recepción ni respuesta; más
era mi ánimo de soliloquio. Había empezado a rebuscar en mi interior una
explicación a los hechos de los que éramos testigos, y a la vez protagonistas…
De pronto di rienda suelta a una perturbada locuacidad -En medio de este
mundo plagado de muerte es probable que los cielos y los infiernos se hayan
quedado sin espacio para albergar más almas, y estos pobres infelices estén
condenados a vagar como Durmientes en este limbo desquiciado- Cuando miré a mis
compañeros, ambos miraban al suelo, y parecían no haberme escuchado…
-Es posible que yo sea un Durmiente putrefacto, y todo este contexto
delirante, no se trate más que de otra de mis pesadillas…-