viernes, 17 de enero de 2025

QUE LLOREN LAS PLAÑIDERAS





IIlustración y cuento de Oswaldo Mejía

(Derecho de autor, protegido)



El proteger, guiar, y hacer crecer su rebaño humano, era el mandato culminante para la santidad del patriarca. El norte que debía seguir, lo tenía grabado en su mente. Aun en aquellas veces en que, por evitar el excesivo calor de los días soleados del desierto, las caminatas debían hacerse en horas de la noche, él jamás perdía el rumbo. Su palabra era ley entre la multitud de Los Caminantes; nadie dudaba de su certeza y veracidad. Todos sabían que estaban siendo guiados hacia un lugar santo, aunque nadie tenía idea de donde estaba, ni que aspecto tendría ese paraje prometido. La convicción de la multitud, era la fe del patriarca. Él indicaba el camino a seguir, y además de proveerles de fe, les suministraba alimento, que muchas veces nadie sabía cómo ni de donde lo conseguía.

 Por las aldeas y caseríos por donde pasaba, el patriarca compartía su verbo lleno de predicas, promesas y esperanza. A quienes se unían a la caminata, los bautizaba con agua previamente bendecida con conjuros y oraciones, y la vertía sobre sus cabezas; por ello, cuando se referían a él, le llamaban El Bautista.

Quienes formaban parte de Los Caminantes, jamás miraban el camino hacia adelante; caminaban mirando el piso, en actitud de recogimiento espiritual. Literalmente iban tras las huellas del patriarca.

Una tarde, a la hora del ocaso, en el trayecto de una de esas caminatas, el Bautista tuvo un encuentro por demás extraño. Una mujer completamente desnuda se materializó frente a él. Ella tenía una mirada refulgente, y levitaba sentada en la posición del loto - ¿Ya no te acuerdas de mí, Bautista?

El patriarca dejó caer los hombros y bajó la mirada con dirección al piso, era evidente que pretendía evitar mirarla a los ojos -Déjame pasar, Salomé. Debo continuar mi camino conduciendo a mi rebaño hacia un lugar de esperanza…-

La mujer desarticuló su posición, y abrió sus piernas de par en par; de su entrepierna manaba un resplandor aún más intenso que el de sus ojos -¡¡Mírame Bautista!! Ahora preferirías olvidarme por completo ¿Verdad? - Un pronunciado temblor se apoderó de la humanidad del patriarca. Este, poco a poco fue levantando la mirada exponiendo sus retinas a la luminosidad que fluía de las entrañas de la mujer; Entonces, esta flotó hacia el Bautista, atrapándole el rostro entre sus muslos, así, como guiñapo, sin opción de defensa, lo mantuvo hasta el amanecer.

Antes de desaparecer, la mujer sentenció -Ahora tienes el mal del olvido. No me vas a recordar, pero también se borrarán todos los recuerdos de tu vida- El Bautista empezó dando unos pasos temblorosos y dubitativos. Sus ojos estaban en blanco; sus pupilas y los iris de sus ojos habían desaparecido…había olvidado la capacidad de mirar. Quiso decir algo, pero también estaba olvidando la aptitud de hablar. Dio unos cuantos pasos cansinos y comenzó a caminar en círculos, los Caminantes, ajenos a todo lo ocurrido, siempre con la mirada al piso, siguieron los pasos de su guía formando una gran espiral humana. Hasta que el patriarca cayó de rodillas; había olvidado el rumbo y el motivo de su caminar. Seguidamente fue olvidando la acción de respirar…hasta que se olvidó de vivir.

Los Caminantes fueron dispersándose cabizbajos, sin abandonar la misma actitud de recogimiento con que siempre siguieron al patriarca… pero ahora estaban huérfanos de guía.

La cabeza del Bautista habíase extraviado por aquella mujer.





















(Pieza única. Año 2009. Medidas: 80 X 60 cms. Precio 600 dólares americanos)



jueves, 26 de diciembre de 2024

PARANOID CIRCUS





IIlustración y cuento de Oswaldo Mejía

(Derecho de autor, protegido)



En este asentamiento minero alejado de todo y ubicado entre la nada, la vida transcurría como siempre, de manera rutinaria. Mientras no hay mujeres, los contrastes son escasos. Era día sábado por la tarde, y todos esos hombres rudos hallábanse en la plazuela retozando bajo la fresca sombra de los árboles, algunos bebían licor y fumaban, mientras parloteaban y bromeaban. Era día de descanso, y al día siguiente vendrían las prostitutas a ofrecer sus caricias… Así transcurría la tarde en medio del ocio y la ansiedad por el desenfreno que acaecería al día siguiente.

El Sol empezaba a agonizar, cuando ella apareció completamente desnuda; lo hizo caminando lentamente por el empinado camino empedrado por el cual se desbarrancaba a los carromatos fúnebres conteniendo los cuerpos de quienes fallecían en el asentamiento. Esa pendiente jamás antes la había recorrido un ser vivo. Los muertos hacían ese tramo solos. Nadie con vida sabía a donde llevaba y culminaba ese camino, pero ella vino de allí.

La misteriosa mujer era de una belleza física superlativa, y tenía talento para mostrarse y llevar sobre sí esa tentación que la naturaleza le había prodigado…Todos tuvieron lasciva curiosidad por la forastera, pero el viejo Jonás, un poco brujo, un poco curandero, medio cuchicheando corrió la voz -Esa mujer viene del más allá, y de seguro viene a llevarse a uno o más de nosotros. No se le acerquen ni le miren a los ojos- Las palabras del viejo Jonás produjeron una general psicosis colectiva. De pronto todos empezaron a sentir escalofríos y la atmósfera se tornó agobiante y enrarecida. Sin mediar palabra, todos fueron buscando que guarecerse en sus casuchas, cerraron sus puertas, y se dedicaron a espiar desde sus ventanas.

Muy calma y con el porte de una Reina, la mujer desnuda dio un largo paseo por la desierta plazuela, bamboleando sus encantos con descaro. Si por casualidad su mirada se dirigía hacia alguna de las ventanas desde donde la observaban, los fisgones se ocultaban rápidamente; cuando ella desviaba su mirada hacia otra dirección, reanudaban su fisgar.

Su paseo por la plazuela realmente fue todo un espectáculo erótico. Todos sin excepción hubieran estado dispuestos a entregar los tuétanos sólo por tocar su piel; pero más pudo ese inexplicable temor que las palabras del viejo Jonás habían anidado en sus mentes. Nadie deseaba arriesgarse a estar cerca de ella, y menos, ponerse en la mira de sus ojos. En estas circunstancias, todos prefirieron espiarla a hurtadillas.

Quizás por cansancio a raíz de su caminata, o quizás, intencionalmente, por elevar el morbo de sus observadores, se sentó al pie de un árbol y empezó a toquetearse acariciando su inquietante anatomía. Así cayó la noche, sumiendo la plazuela en la penumbra. Todos, descorazonados por no poder ver más de la fémina, uno a uno fueron yéndose a dormir, abandonando sus puestos de oteo…

Muy entrada la madrugada, el silencio reinante se quebró por lo que parecía una áspera discusión en la casucha de Eliseo; a poco, el más joven de todo el equipo de mineros. Cuando todos corrieron a sus ventanas para ver qué sucedía, vieron la puerta de Eliseo abierta de par en par, la luz interior encendida, y la silueta de la despampanante forastera encaminándose hacia la pendiente empedrada por donde vino, hacia el camino por donde bajaban en su último paseo los muertos.

Unos instantes de cautela, y cuando la mujer desapareció cuesta abajo, todos a la carrera se apersonaron a la morada de Eliseo, encontrando a este desnudo, con los ojos en blanco, sin iris y sin pupilas, echando espuma por la boca y balbuceando. Todos le hacían preguntas, pero él ya no podía responder a nada, poco a poco fue dejando de respirar hasta que exhaló su último aliento. El viejo Jonás exclamó - ¡Les advertí que se alejaran de ella! Al parecer, Eliseo no supo resistir la tentación… Esa bruja quizás vuelva por más de nosotros…-

Entre alistar equipajes y preparar el carromato que llevaría a Eliseo en su último viaje, El grupo de mineros fue sorprendido por el alba. Una vez listo el vehículo fúnebre, colocaron el cadáver sobre la tarima rodante, la empujaron sobre el camino empedrado, hasta que llegaron a la pendiente, una vez allí, unas apresuradas palabras de despedida, un empujón, y el carromato rodó por la pendiente, hasta sabe Dios donde.

Al medio día, cuando llegaron las prostitutas itinerantes, sólo hallaron un caserío desierto. 
















(Pieza única. Año 2009. Medidas: 80 X 60 cms. Precio 600 dólares americanos)



sábado, 21 de diciembre de 2024

ATARAXIA ZERO




IIlustración y prosa de Oswaldo Mejía

(Derecho de autor, protegido)



Ellos, los Grandes señores: Los auto-nombrados guardianes de la fe, junto a los que proclaman tener respuesta a todo, nos gritan desde sus cómodos sillones...

-Es mejor que no escarbes dentro de tu subconsciente, pues no podrás soportar la culpa de ser “un ser humano”-

 Y nosotros obedecemos…




(Pieza única. Año 2009. Medidas: 80 X 60 cms. Precio 600 dólares americanos)

sábado, 19 de octubre de 2024

ESCUELA DE PROFETAS





Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía

(Derechos de autoría, reservados)

Cap. 1 del libro "Delirios del Lirio"




En un banquito de cortas patitas estaba sentada aquella niña de mirada distante y sonrisa con ausencia de alegría. Sus piernitas flacuchas de huesudas rodillas se unían, mientras las canillas se separaban dando forma a  esa particular figura en “A”, pues sus piececitos se hallaban girados hacia adentro tocándose  los deditos de ambos pies. El cuadro era cómico, tierno y al mismo tiempo… desolador.

A pocos metros de altura sobre ella, una espesa y gris nube de no más de ochenta centímetros, lloraba gotas gélidas que empapaban a la niña.

¿Cómo podía ser que en un día tan soleado y atractivo para vivirlo plenamente, aquella nubecilla gris se empecinara en propinarle una lluvia exclusiva e incesante a la niña de mirada ajena y distante? ¿Es que acaso hay seres humanos que nacen y viven con tormentas sobre sus cabezas?

Largo rato estuve observando con minucioso detenimiento a la niña sentada en el banquito en medio de la plazuela con su nube gris goteando sobre ella. Por sus dorados cabellos recogidos en desordenadas trencitas y su carita de piel extremadamente blanca se deslizaban manantiales de agua que presumo, caían unificándose con sus lágrimas, casi como queriendo ocultarlas.

Pude haberme largado ¿Qué necesidad tenía de entrometerme en sufrimientos ajenos cuando tenía más que suficiente con los propios? Y sin embargo, no tuve el valor…no pude… Mi corazón oprimido me decía “Ella es”. Ni por atisbo podía sospechar quién era “ella” pero  con cada latido, mi cerebro iba obnubilándose más y más. No había modo de utilizar la razón pues a cada segundo se iba apoderando de mí la certeza de que era “ella”…ella era vital ¿Para qué, por qué? ¿Cómo podía saberlo? Desde la sinrazón, algo me impulsaba a acercarme. Cuando estuve frente a ella, a centímetros de su humanidad, no supe qué decir, escuetamente me quedé observándola. La niña de trencitas enmarañadas se rascó la rodilla derecha. Pude apreciar su rostro; la sonrisa dibujada no estaba más, la lluvia la había borrado. De repente pero con suma lentitud, elevó su cabecita hasta hundir su triste mirada en la mía. Delineó una amplia sonrisa y gritó:

- ¡Papá!- pegó un brinco y se abrazó a mi cintura. Como por obra de arte y magia, la nubecilla gris que hasta ese momento había estado sobre ella, se evaporó.

-¿Quién eres, pequeña? No te conozco- traté de liberarme de esos bracitos enclenques pero ella se aferró con más ímpetu y volvió a mirarme fijamente a los ojos.

-¿No me reconoces, papito? Soy tu hija. Te estaba esperando, sabía que vendrías por mí… y viniste.

Fue entonces que recordé que había acudido a la plazuela porque esa mañana, a la hora de afeitarme, hallé pegado al espejo con un trocito de cinta adhesiva, un papelito donde se leía “El destino aguarda por ti en la plazuela”… y aquí estaba…quizás esta niña era el destino que me estaba aguardando. No había otras personas, objetos o circunstancias a mí alrededor. Hacia cualquier punto que dirigiera mi vista y el resto de mis sentidos, no había nada, absolutamente nada, como si el espacio se limitara a ella y el banquito, como si un vendaval hubiera disipado el escenario dejándonos sólo a los dos, enfrentados, mirándonos.

Tomé a la niña de la mano y comenzamos a caminar. Mientras yo iba encerrado en un mutismo analítico que escarbaba en mi entelequia, tratando de hallar explicaciones coherentes, la niña que se decía mi hija, no apartaba la mirada de mí al tiempo que  sonreía y entonaba cánticos que revelaban penas, dolor y desamor. El monótono estribillo coreaba “Nunca me llevaron de la mano, nunca me llevaron de la mano…”

Casi sin darme cuenta, llegamos a la burbuja en la que habito, mi santuario, ese que me otorga la soledad necesaria para fabricar mundos. Le dije que se pusiera cómoda más ella se rehusó a soltar mi mano. Así, con su manito aferrada a la mía, ocupé mi sillón-santuario y empecé a fabricar mis mundos con la niña sentada sobre mis rodillas. Me resultaba extraño ya que jamás permití que profanaran esos momentos en que mi mente se desliga de mi estado de conciencia, imperiosa necesidad para crear… pero allí estaba la pequeña. Su presencia era natural, como si siempre hubiera participado de la construcción de mis fantasías. Pasé horas concentrado en mi tarea hasta que sentí hambre, ella también, entonces comimos unos bocadillos que yo mismo preparé y mi niña degustó con avidez. Estábamos cansados, nuestros cuerpos invitaban al reposo; nos acostamos uno al lado del otro y dormimos. No me soltó ni un instante. La tibieza de su manito en la mía, nos sumió en un profundo y delicioso sueño… siempre sin soltar nuestras manos.

Recogidos en ese estado de ensueño, nos internamos en un territorio tenebroso. Era obvia su peligrosidad ya que a la entrada un letrero anunciaba “Esta es LA OTRA CARA, refugio de ermitaños, transgresores, insatisfechos, abusadores y patrañeros”.

La advertencia de aquel cartel no detuvo nuestro andar; acaso porque estábamos convencidos que al estar tan fuertemente fusionados, nada malo podía sucedernos. Con recelo pero decididos, continuamos internándonos en ese presunto temible territorio. Eché una concienzuda ojeada a los alrededores y no vi otra cosa que ruinas y montículos de basura. Más, de pronto percibí movimientos, y de entre uno de esos montículos emergieron un grupo de seres con rostros de roedor y cuerpos de hiena dispuestos a atacarnos. Tomé a la niña y la aupé sobre mis hombros a la vez que extraje el alfanje que siempre llevaba al cinto…del miedo nació el coraje… Con la niña posada sobre mi cerviz y cogida a mi cuello, arremetí contra aquellos seres zoomorfos. Mi filoso alfanje iba cercenando miembros y cabezas; la lucha era desigual en número pero esa persistente necesidad de protegerla, guiaba la trayectoria del filo de mi arma y no erraba tajo ni estocada. Me resulta imposible calcular cuánto duró la lid. Cuando caí de rodillas, extenuado y jadeante, la niña y yo estábamos empapados con la sangre verde de aquellos entes que ahora no eran más que un repulsivo picadillo sanguinolento, producto de la acción de mi incisiva arma. Al bajarla de mis hombros me llevé una gran sorpresa, la niña ya no era una niña, era una mujer en todos sus sentidos aunque conservaba el rostro  infantil. Se paró frente a mí y me dijo a modo de sentencia:

-De ahora en adelante yo te cuidaré y haré de ti el león Rey que mereces ser- Luego me ayudó a levantarme pues por mis propios medios me resultaba dificultoso, aún no recuperaba las fuerzas para hacerlo.

Inexplicablemente, decenas de plumas blancas cubrían el campo de batalla.

Retomamos nuestro andar, tomados de la mano. La noche sentó presencia envolviéndolo todo en una atmósfera de tierna y a la vez, seductora complicidad. Fue entonces, que ella pronunció:

-De aquí hasta mis últimos días, iré donde tú vayas. Serás mi padre, mi marido, mi amigo, mi cómplice, mi hijo. Serás mi todo por siempre. Lo juro por Dios.

“¿Cuánto duran los días de un ángel?”

Sonreíamos todo el tiempo; nos alimentábamos con alguno que otro mendrugo de pan, y nos prodigábamos mucho amor, mientras planeábamos la construcción de mundos, con el único material que teníamos a mano… nuestra imaginación. Con ella fabricamos un corcel blanco de largas patas, y alas muy grandes. Con él hacíamos largos vagabundeos surcando los cielos de los caseríos. Ella iba a las riendas y yo detrás hablándole de la penuria de la gente al acarrear materiales como piedras, ladrillos, madera, etc. etc. pero que yo les enseñaría como hacer casas, ciudades y torres con papel, humo… o sólo con palabras. Todo era felicidad, el mundo no importaba, nosotros éramos el eje del universo. Mas al cabo de un tiempo, ella me dijo:

-Debo volver a mi banquito de la plazuela, es preciso que lo haga pero algún día regresaré por ti- Al escucharla, mis ojos se humedecieron…¿Y  si no volviera nunca más, qué será de mí?

Cuando desperté, ella no estaba más.

Día a día hallaba pegados al espejo con cinta adhesiva papelitos con escritos que me hablaban de un  amor sublime y promesas de sueños que cumpliríamos cuando ella reapareciera para irrumpir en mi tediosa vida, todos con el mismo epilogo a modo de rúbrica: “Tu destino… tu niña”

Durante muchos meses, los papelitos pegados al espejo continuaron apareciendo, siempre con el mismo talante pero de a poco los mensajes empezaron a escasear y hacerse cada vez más distantes.

Sucedió una mañana. Iba a afeitarme cuando hallé una de las notitas, y grabada en ella: “Perdóname por abandonarte, pero debo aguardar una señal…la señal que me revelará el SUPREMO más sólo yo debo descifrarla y para eso debo tomar distancia de tu mundo…”

En cinco centurias jamás había conocido la felicidad… y ahora que la supuse mía, que abrigué esperanzas, que me inventé una vida sin brujas ni escobas, ella, mi Niña felicidad, me daba un portazo en las narices.

 De un golpe de puño destrocé el maldito espejo, escogí cuidadosamente uno de los trozos más filosos y con habilidad de cirujano abrí mi pecho. Introduje mi mano temblorosa en el hueco, justo en el centro de mi arrojo y me arranqué el corazón; él hambriento de amor aún latía en mi puño cuando lo arrojé al excusado. Desangrándome caí de rodillas. Mientras jalaba la llave del paso de agua pensé: “Tenía una cita con mi destino… ¿Soledad es el nombre de mi destino?”. Caí de bruces al piso, todo se tornó negro, muy negro… sentí que me deslizaba en medio de esa lobreguez. Lo último que pensé fue “¿Por qué la vida me hizo esta broma…?” ¡Claro! Debería reírme pero se vería ridículo hacerlo mientras mi existencia se va consumiendo con cada gota roja que riega el piso… estoy muriendo.

¡OH!…una luz celeste al final del túnel… ¿Y si no es mi momento? ¿Y si no me está permitido atravesarlo? ¿Sucumbiré en la eterna penumbra del purgatorio por no haber sabido esperar la señal?

No importa, ya estoy en camino…no puedo ni debo retroceder…

Continúa...


(Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 52 cms. Precio 600 dólares americanos)




sábado, 12 de octubre de 2024

RAPSODIA DE MANOS MUDAS



                 Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía

(Derechos de autor, protegidos)


"Soy un ARTISTA. Por ello tengo el rol imperativo y la facultad de inventar sueños, inquietar sensibilidades y crear mundos alternativos en las mentes de quienes asisten a la convocatoria de mi propuesta"...

 

*-¡¿Le vamos a permitir que nos contamine con su magia?!

¿Dejaremos que mordisquee nuestras mentes con sus toxicas fantasías?

¡…Maldito embustero que pretende hacernos creer que puede fabricar universos con papel; con humo…con palabras…!

¿No es más fácil apedrearle y silenciar de una vez por todas, sus predicas sobre humanizar al reptil que llevamos dentro?

¡Él es tan infeliz como nosotros!

…Sólo que el muy desgraciado, mira hacia arriba; y allí encuentra la inspiración para proclamarse “UN DIFERENTE”.


(Pieza única. Año 2010. Medidas: 80 X 64 cms. Precio 600 dólares americanos)




NIMROD, EL GRAN CAZADOR





Video Monólogo de Oswaldo Mejía 



Monólogo sobre una historia alucinante, con la cual, para nada tengo, ni siquiera la menor intención de atacar o herir susceptibilidades con respecto a la fe y creencias religiosas de nadie. Mi único afán es narrar y poner sobre el tapete hechos que nos estimulen al análisis, y nos puedan liberar del yugo del pensamiento dogmático.






lunes, 30 de septiembre de 2024

EVADADORA





Ilustración y poema de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)







¡Madre! ¡Madre! ¿Estás allí?

… ¿Es que mis lágrimas no me permiten distinguirte?

Me proveíste del agua de tu mar,

Pero me falta tu cariño.

Necesito la tibieza de tu seno; tengo frío y el vivir me duele.

¡Madre! ¡Madre! ¡Vuelve a mí!

¿Quién lavará mis pánicos?

Temo dar mis pasos en soledad.

¿Quién acariciará mis escamas, para convertirlas en plumas?

No me condenes a ser reptil el resto del camino.

No me niegues la oportunidad de ser ángel.

¡Madre! ¡Madre! ¿Estás allí?

… ¿Es que mis lágrimas no me permiten distinguirte?





(Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 57 cms. Precio 600 dólares americanos)




MORADA PARA LOS INSTINTOS



IIustración y prosa de Oswaldo Mejía

(Derechos de autor, protegidos)



Su llegar fue silencioso, subrepticio; como llegan los ladrones en la noche. Llegó entre la turbia neblina del amanecer. Debía pasar inadvertido.

Probó todos los pecados del mundo. Amó y también degustó de los sabores de la piel, pues debía ser hombre y a la vez, hijo de las estrellas.

 Esparció el conocimiento entre “Los Normales”, los hizo pensantes y desató sus mentes cuando obsequió al mundo el libre albedrio.

El Dios verdadero no te quiere “Esclavo adorador”, lo que Él desea, es tu plenitud.

Los celos de los farsantes lo tergiversaron a Demonio, lo difamaron, y lo confinaron eternamente a las entrañas del subsuelo.

…Pero el fin de los tiempos esta “al doblar la esquina”; y entonces, Él emergerá de las entrañas del inframundo. Y todos veremos el brillo de sus escamas; sus ojos insectoides; sus garras reivindicatorias… y sus mandíbulas ostentando el furor de sus mordidas.

¡Que tiemblen y huyan los que se autoproclamaron guardianes de la fe!

¡Que oculten sus cabezas los Reyes, Gobernantes y Tiranos!

¡Los candados han caído; los goznes fueron forzados y las cadenas ya ni recuerdo son!

La luz del farol agrega brillos macabros a esa mancha roja que cubre el empedrado; y sobre ello se edificará el NUEVO ORDEN… libre de pecado…

Con hombres libres de cuerpo y pensamiento.

 

 (Libro de los lamentos, XIII-XLII.)





(Pieza única. Año 2011. Medidas: 80 X 57 cms. Precio $.600 dólares americanos)

SETENTA VECES SIETE



IIustración y prosa de Oswaldo Mejía

(Derechos de autor, protegidos)




¡Corre, corre! ¡Corre TIEMPO! No pienso hincarme a esperar tu tiranía, no tengo prisa, pero no puedo detenerme a aguardarte; Estoy sentado a la vera del camino y no me puedes alcanzar. Esta hermosa mancha roja sobre mi pecho, es el sangrado de lo sublime expuesto por mi ansiedad. He probado ya del sabor de su néctar, por ello mi cabeza cayó desparramando mi pensar. Ahora mis ideas ruedan más a prisa y tú vas quedando atrás ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre TIEMPO! Aunque no atestiguarás este placer divino. Sigo sentado, mas no te puedo esperar. Tengo asido el cuerpecito de mi Reina, hurgo en ella cada pliegue de su piel, sorbí de su tibieza a tu desdén ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre TIEMPO! Que del níveo vestido de boda ya se despojó, y al cerrar aquella puerta imaginaria, sólo estaremos ella y yo. Y tú deberás pasar de largo… pues fue EL GRAN ORDEN UNIVERSAL quien anunció que esto ocurriría; y tú, TIEMPO… no sabes nada del AMOR…




 (Pieza única. Año 2011. Medidas: 80 X 57 cms. Precio 600 dólares americanos)



domingo, 29 de septiembre de 2024

RODÍN FUE POR CIGARROS




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía

(Derechos de autor, protegidos)





No sé quién ni qué soy, no sé cómo llegué a este lugar, pero me ha tocado ser testigo de lo que en este lugar ocurre. Quiero contarles y hacerles partícipes de lo que he podido ver. Vengan y echen una mirada a este mundillo raro y retorcido que anida dentro de mí, en lo más profundo de mi subconsciente.




 (Pieza única. Año 2010. Medidas: 80 X 59 cms. Precio 600 dólares americanos)



ANGIOLINA VAGA ENTRE MIS SUEÑOS



Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía

(Derechos de autor, protegidos)




Hay seres humanos que trazan a su rededor un círculo tan pequeño, que apenas caben ellos, y así se pasan la vida: atendiendo exclusivamente sus propias necesidades. Los hay otros que trazan a su alrededor un círculo más grande donde puede caber su familia, y los acoge. También están los que amplían el trazo de sus círculos para poder agregar a sus amigos. Mas hay algunos, que trazan a su rededor un universo… y esos... se brindan al mundo sin reparos. Lamentablemente, son tan pocos, que muchos nos iremos de aquí sin haber podido siquiera, ver a uno de ellos.



(Pieza única. Año 2010. Medidas: 80 X 60 cms. Precio 600 dólares americanos)