Entrada destacada

sábado, 22 de noviembre de 2025

TRECE OSCURO




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



El pánico era reinante, el aire olía a miedo; todos buscábamos que huir a las carreras. “El negro Tufo de la Muerte” era implacable e insaciable para la consecución de víctimas…y nosotros, en medio de la tupida jungla, estábamos en su camino.

Los primeros en toparse con el virus fueron un grupo de mineros, quienes accidentalmente debieron hallarla en los socavones, y prestaron sus humanidades como portadoras del mal, así se diseminó la extraña peste entre la población de la aldea.

El primer síntoma de los infectados era una tenue humareda negra que empezaban a expeler por la boca, nariz y orejas, Luego caían en un trance demoniaco plagado de horrendas y torturantes alucinaciones, que ningún exorcismo era capaz de aplacar. Al cabo de unas horas, el cuerpo de las víctimas se iba hinchando y presentaba enormes manchas moradas, a la vez que de sus entrañas empezaba a fluir por la boca una masa negra oleaginosa, que se pegoteaba tercamente entre el paladar, lengua y dientes. Todo culminaba con la expulsión de un vomito liquido negro, con tanta presión, que el haz del vomito alcanzaba entre tres y cuatro metros. Luego de ello, los cuerpos quedaban vacíos, como bolsas descargadas de su contenido. Las pieles que quedaba de estos cuerpos no eran devoradas por ningún carroñero ni alimaña, solo iban resecándose mientras despedían una infecciosa y reptante neblina oscura; esta era la vía de contagio.

Entre la oscuridad, la gente espantada huía en todas direcciones llevando con ellas solo las provisiones que encontraban a mano. Yo apenas conseguí echarme dos bananos en los bolsillos y aupar a mi espalda a mi anciana madre, quien padece de demencia senil provocada por el Alzheimer, pero ella es lo más preciado que tengo, así es que no dudé un instante en sacarla de allí, aunque tuve que atarla a mi cintura. Lógicamente esto dificultaba nuestra huida y retrasaba mi paso para seguir al grupo que elegí de compañía. La primera meta era alcanzar las montañas. A cada minuto mi lentitud iba dejándonos más rezagados. Por momentos sacaba fuerzas de flaqueza y corría tras el grupo, pero cuando los alcanzaba, llegaba tan extenuado, que mientras recuperaba fuerzas, nuevamente quedábamos rezagados; así una y otra vez, hasta que los perdimos de vista.

Solos, entre los vericuetos de los caminos hacia las montañas, nos topamos con una lluvia torrencial, estábamos empapados, y yo, impregnado de fango hasta más arriba de las rodillas. El avanzar con mi madre a cuestas sobre la superficie resbalosa era realmente una tortura, pero debía continuar. El Tufo de la muerte negra nos perseguía con sus lenguas de oscura y letal humareda.

No sé cómo llegamos a este lugar, pero una riada se interponía entre nuestra línea de escape y la tóxica humareda que nos perseguía. Alguien debió estar antes aquí, en nuestra misma situación, pues había una larga liana atada a un árbol de este lado, y el otro extremo flotaba en las aguas turbulentas del crecido río. Si lograba alcanzarla, podría cruzar a nado, atarla en un árbol al otro lado, regresar por mi madre, auparla a mis espaldas, y así, juntos, podríamos remontar las aguas. Rápidamente me despojé de mis ropas y me zambullí en el río buscando alcanzar el extremo suelto de la liana. Vaya que era todo un reto; en este punto las aguas estaban extremadamente agitadas. Largo rato estuve lidiando con la corriente del agua, hasta que hice un movimiento de cabeza para ver si mi madre continuaba en una situación segura. Eso bastó para que perdiera el punto de equilibrio y ser arrastrado río abajo. La fuerza del agua me tiraba dando tumbos y volatines, estaba a punto de ahogarme, cuando la misma fuerza de la corriente me arrojó de espaldas contra la pedregosa orilla, entonces pude asirme de una roca saliente. Tenía todo el cuerpo magullado y cubierto de arañazos…pero estaba vivo y consciente. No sé cuánto tiempo estuve así, pero en cuanto recobré el aliento me encaramé en la roca y fui arrastrándome alejándome de la orilla del río.

Lo primero que me vino a la mente fue ¡¡Mi madre!! Entonces emprendí una loca carrera río arriba. Era cuestión de vida o muerte para mi madre, no debía detenerme, pero desconocía donde la deje. La jungla es jungla por donde se le mire. Resultaba casi imposible hallar un indicio para localizarla. Al amanecer pude distinguir al otro lado del río, el árbol con la liana atada que hallara en la noche.

Actuando con una decisión muy poco razonable. Tomé carrera y me impulsé de un salto lo más que pude, zambulléndome nuevamente en el río; desesperado di unas brazadas, y pude asirme a la liana flotante. Las caudalosas aguas amenazaban con arrastrarme, mas, yo seguía firme, sin soltarme. Poco a poco fui recorriendo toda la extensión de la liana hasta que conseguí llegar a la orilla.

Lamentablemente…todo había resultado tardío. Los restos de mi venerada madre apenas si eran un amasijo de huesos cubiertos por piel desinflada expeliendo un humo negruzco por la boca, nariz y orejas. Tomé entre mis manos sus restos, y lloré abrazándola con devoción, sin importarme el humo tóxico que fluía de sus entrañas e iba contaminando rápidamente mi organismo.

Ya no tenía sentido buscar que proteger mi existencia…  































lunes, 15 de septiembre de 2025

TRANSHUMANTE




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Una rara alineación en los astros confirmaba que la antigua profecía había empezado a cumplirse; el Redentor, hijo de Dagón, el Dios pez, había nacido, o estaba por nacer desde el vientre de una virgen de entre los comunes …no cabía duda.

Quien arbitrariamente, a fuego y hierro, habíase auto proclamado Guardian de la fe sobre la tierra, reunió a su legión de obispos y cardenales negros y se pronunció:

-Ese crío viene a echar por tierra nuestras predicas sobre el orden del mundo. Viene a inquietar las mentes de los comunes que con tanto esfuerzo hemos logrado oscurecer y aniquilar su poder de razonamiento. Él es un peligro subversivo para nuestra confraternidad. Debemos hallarlo y eliminarlo antes de que se manifieste. Debemos ser radicales. ¡En este mundo no hay espacio para él y nosotros! –

Los obispos y cardenales negros, llamados así pues iban cubiertos de pies a cabeza por sus sotanas negras enarbolando en sus pechos las amenazantes imágenes de espadas como cruces rojas, partieron raudos con la consigna de despedazar a cuanta mujer gestante hallaran en su camino, bajo la sospecha de que la criatura que llevaban en su vientre, pudiera ser el Redentor; igualmente tenían la orden explicita de asesinar a cuanto infante menor de cuatro años hallaran por doquier…

A su paso, la matanza era encarnizada y despiadada; a las gestantes se les atravesaba el vientre repetidas veces, y de todas las direcciones, luego se les apaleaba y apedreaba como forma de asegurar que su feto estuviera muerto. A los niños de menos de cuatro años de edad, se les cogía por los pies, y puestos de cabeza con las piernas separadas, de un certero tajo se les seccionaba el cuerpo en vertical, y seguidamente con otro tajo en horizontal, sus cuerpecitos eran partidos en cuatro; igualmente eran molidos a palazos y pedradas. Ante estas masacres, muchas madres y gestantes preferían optar por el suicidio y el envenenamiento de sus críos.

-Estos Dioses incapaces de atender los asuntos de este mundo, pues constantemente están ocupados en sus querellas y conflictos ególatras para dirimir quien es más poderoso; como este Dagón que nos envía a su hijo a redimir a los Comunes, justo ahora cuando nuestra cofradía ya tiene controlado ese aspecto. Si hallan e identifican plenamente a ese Redentor, avísenme; deseo ser testigo presencial en primera fila, de su final…-

Las hordas de obispos y cardenales negros creyendo haber cumplido a cabalidad con su encomienda de sangre y muerte, fueron emprendiendo el viaje de retorno desde diferentes partes de orbe, cuando una de estas cuadrillas de asesinos, dada la inminente caída de la noche, decidió acampar al amparo de unas cavernas en la ruta de Mahonda. Grande fue su sorpresa cuando entre las penumbras de las grutas hallaron oculta a una hermosa mujer de la raza de los Comunes, cuidando cariñosamente y con devoción de madre a lo que a ellos les pareció un pequeño monstruo repulsivo.

El pequeño fenómeno mostraba cabeza y cuerpo de pez, pero en vez de aletas laterales, tenía brazos rematadas en manos palmeadas, como los seres anfibios. Sus grandes ojos no estaban ubicados en los laterales de su rostro como los tienen los peces, sino que eran como los ojos de los comunes, es decir, tenía vista estereoscópica.

El niño pez estaba semi sumergido en una pequeña tina horadada naturalmente en la roca, y la mujer se afanaba por rehidratarle su escamosa piel con un jarrito que una y otra vez lo recargaba con el líquido elemento, y luego lo vertía sobre el lomo y la cabeza del infante.

La cuadrilla de obispos y cardenales negros rápidamente se llenó de especulaciones sobre la idea de que esta vez tenían ante ellos al Redentor, hijo de Dagón, el Dios pez, y con esas suposiciones, enviaron un mensajero a por su líder, el auto nombrado Guardian de la fe.

Vanas fueron las suplicas de la mujer identificada ya como la madre. Ella imploraba que no sacaran del agua y no maltrataran a su vástago -Su piel no resistirá fuera del agua ¡Piedad! ¡¡Se lo suplico!!-

Cuando llegó el auto nombrado Guardian de la fe, de inmediato ordenó confeccionar una pequeña cruz con unos troncos. La mujer que, impotente, no cesaba de chillar, fue sometida a una fuerte golpiza, y luego ultrajada sexualmente por toda la cuadrilla de obispos y cardenales. La intención del auto nombrado Guardian de la fe era que, si por ser ella la escogida, si Dagón, el Dios pez intentara reincidir en embarazarla, hallara su vientre ocupado por otra semilla. Para rematar todas las vejaciones a que fue expuesta, la mujer fue atada a un árbol justo frente a donde seria erigida la pequeña cruz.

El infante híbrido fue clavado sobre la pequeña cruz; un enorme clavo en cada hombro, uno en cada palma de la mano y dos en la aleta caudal. El noble monstruito apenas si exhaló unos quejidos y soltó unas lágrimas. La mujer no cesaba de chillar clamando piedad por su hijo, y por ella que era estratégicamente obligada a observar los vejámenes de que era víctima su hijo.

El lugar donde fue alzada la pequeña cruz fue bajo el sol abrazador del mediodía, el cual fue deshidratando y luego achicharrando la delicada piel del Redentor, literalmente friéndolo vivo y matándolo lentamente.

El auto nombrado Guardian de la fe habló:

-Que los escribas redacten un libro donde se narren estos hechos, con una versión muy propia de nosotros, y sobre esa historia fundaremos nuestra religión…Las religiones son dogmáticas, y los dogmas no se discuten ni contradicen ¡¡Desde este momento, yo soy el Sumo Pontífice!!... ¡¡Soy el Vicediós sobre este mundo!!-

Dicho esto, se hizo ceñir a la cabeza una tiara con forma de una boca abierta de pez; montó su caballo y seguido de su tenebroso sequito emprendió su camino de falaces predicas imponiendo su nueva religión.








jueves, 28 de agosto de 2025

CLARISSA VA DE PRISA





Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Fuimos traídos aquí muchos siglos atrás. Éramos una miríada de aprendices de ángeles: poetas, artistas; algunos desquiciados y delirantes innovadores; algunos deliciosamente geniales, pero lamentablemente, por razones de errores genéticos en nuestro diseño neuronal, o por taras adquiridas en nuestro proceso de angelicalización, no calificamos para ser portadores de buenas nuevas. Y fuimos considerados potencialmente perturbadores para la raza humana.

Por estas razones no resultábamos útiles al Orden establecido, entonces fuimos desechados y confinados en esta pequeña isla de playas pedregosas, en medio del océano hostil. Fuimos abandonados desnudos, sin pertrechos, alimentos, ni herramientas.

Nuestra intrínseca naturaleza sensible empezó a cobrar su cuota de deterioro mental. Inicialmente hubo dos oleadas de suicidios masivos. Los cuerpos de los suicidas aun cuelgan de los árboles, nadie se dignó a bajarlos y enterrarlos. Ahora éramos apenas, una manada de locos soñadores huérfanos de sueños.

Una noche fuimos despertados intempestivamente por unos alaridos que solo retumbaban dentro de nuestras mentes a modo de drásticas órdenes telepáticas, las que fueron arreándonos y obligándonos a seguir un rumbo que se nos mostraba imposible de evitar; así, como un rebaño, fuimos conducidos por esos gritos silenciosos hasta la playa.

Ante nosotros se mostraba una plataforma semi circular de madera, dispuesta con la alineación de un anfiteatro, que descansaba sobre un andamiaje de unos tres metros. de altura, también de madera, clavado en el lecho marino, a manera de los palafitos. Los gritos telepáticos nos fueron obligando a trepar sobre la plataforma de madera, y alineándonos de manera que copamos por completo el área del semicírculo de madera, todos de pie.

El armazón de madera crujía bajo nuestros pies, dando la sensación que en cualquier momento se desmoronaría ante nuestro peso. Acto seguido, por algún extraño motivo todos caímos en un repentino estado de somnolencia, los más débiles no pudieron resistirse a un sopor profundo, y hasta quizás soñaron una vida fuera de aquí. Muchos de los que se encontraban en los bordes de la plataforma, producto de la somnolencia, perdieron el equilibrio y cayeron al agua estrellándose contra el pedregoso lecho marino; las aguas fueron tiñéndose de rojo con su sangre, y sus cuerpos sin vida o mal heridos quedaron flotando.

Cuando se reiniciaron los gritos telepáticos, estos nos sacaron del sueño y la modorra, y pudimos ver en tierra firme, frente a nosotros, una luz blanca muy intensa, un fogonazo que nos cegó por unos instantes. Al recobrar la visión nos encontramos con una colosal cara demoniaca color bermellón, encallada entre los montículos rocosos de la playa. Tenía una mirada maligna y los ojos centellantes. Su enorme boca se abría en una amplia y silenciosa carcajada. Cuando tendió su babeante y gelatinosa lengua sobre el piso, de sus entrañas emergió un enorme epígrafe de tridimensionales letras sangrantes ¡¡ANGELES CRUELES!! Este texto estuvo apareciendo y desapareciendo en el aire por unos minutos, hasta que se disolvió por completo.

Una música cadenciosa de compases sórdidos fue subiendo el volumen de sus decibelios hasta hacerse estridente. Era un ritmo por demás contagioso, no podíamos resistirnos a contonearnos, con lo cual, más de los nuestros continuaban cayendo y estrellándose contra las rocas del lecho marino.

La enorme boca apretó los dientes mordiendo y cercenándose gran parte de la lengua, la cual dio unas cuantas convulsiones, y luego se explayó como una alfombra. Sobre los restos de la enorme lengua, como si se tratase de unos hologramas, se materializó un grupo de mujeres espigadas y muy atractivas, con sus cabezas semi rapadas y cabellos multicolores, mostrando su desnudez con descaro y lascivia. Al compás de la estruendosa música, las féminas empezaron a bambolear sus cuerpos y auto acariciarse de manera, por demás pecaminosa, mientras entonaban canticos extraños con coros que más se asemejaban a quejidos y gemidos. La multitud sobre la plataforma nos fuimos contagiando con el concierto obsceno; estábamos extasiados con el bizarro y decadente espectáculo. Había ardor y vehemencia entre nosotros; hacia siglos que no veíamos mujeres, y menos en ese trance de lujuria desatada. Muchos saltábamos eufóricos.

…Y ocurrió lo que tenía que ocurrir; la plataforma de madera y la estructura que la sujetaban colapsaron; todos caímos al agua, dejando otra gran cuota de muertos y heridos. El puñado de sobrevivientes, abriéndonos paso entre los heridos y cadáveres flotantes, enrumbamos nadando hacia la playa, donde inmutable, continuaba su curso el escabroso espectáculo.

Los primeros en llegar a la playa eran rescatados y acogidos por las lujuriosas féminas, quienes los sometían a una copula desenfrenada. Culminado el orgasmo, las lascivas mujeres los ultimaban con certeros mordiscos en el cuello y luego los iban devorando parcialmente hasta que tenían a otro naufrago a su alcance. La letra de las canciones se había tornado de impúdica a macabra.

(Letra de Aranea peel)

EL MACHO TIENE UN CUERPO DELICADO

EL JUEGO DEL APAREAMIENTO HA TERMINADO

EL HOMBRECITO DONÓ SU ESPERMA A LA HEMBRA

AHORA SU SEMILLA ESTÁ BIEN RESGUARDADA

OTROS APETITOS Y EL HAMBRE SE APODERAN DE ELLA

EL CUERPO DEL HOMBRECILLO SE LE HACE SABROSO

 ELLA SE LO COME

¡¡EL TRÁNSITO HA CONCLUIDO!!

Apenas unos cuantos logramos escapar de ese fatal destino. Posiblemente ellas parirán otra miríada de aprendices de ángeles.







miércoles, 30 de julio de 2025

SIN CADENAS





Ilustración y poema de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)


Si tienes que partir, hazlo ya, y cierra la puerta al salir.

No espero la visita de nadie. Eres y serás la única persona que ha profanado el portal de esta mi burbuja.

Ni amigos ni enemigos; no tengo a nadie en este sombrío mundo.

Ningún humano, antes de ti, me ha visto revolcarme en el piso mientras lloro mis miedos y mis angustias.

¿Qué has hecho con mi vida? ¿Por qué me has clavado ese puñal?

Si tenías planeado irte, muerto ya estoy.

No era necesario manchar tus manos con mi sangre…

Hace frío, y la filuda hoja de acero está helada. Quítala de entre mis carnes, por favor.

Si tienes que partir, hazlo ya, y cierra la puerta al salir.

No deseo que veas mi agonía, Date prisa, ambos debemos irnos de aquí.

Si tienes que partir… hazlo ya…









sábado, 7 de junio de 2025

SOPA FRÍA




Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Llevábamos varias semanas juntos, mas todo indicaba que ninguno sabía absolutamente nada de los otros dos. En todo este tiempo ninguno habíamos sido capaz de articular palabra alguna. Cuando hacíamos contacto visual, solo nos limitábamos a agachar la mirada y llorar. En medio de tamaña destrucción y desolación, nuestro shock parecía imposible de ser superado ¿Por dónde iniciar el comienzo de algo? En todos estos días no habíamos visto a nadie más en pie, aparte de nosotros tres. Entre los escombros apenas si se distinguían algunos cuerpos mutilados que el polvo que traían los ventarrones, rápidamente iba cubriendo, restándoles contraste con el paisaje.

Luego de las repetidas explosiones nucleares, solo vi un gran resplandor enceguecedor seguido de una intensa oleada de calor; cuando abrí los ojos, ya estábamos allí los tres, frente a frente, y sin entender en concreto que había ocurrido.

En el perímetro había paquetes de galletas y botellas de agua desperdigados en el piso; quizás eso nos motivaba a mantenernos en el lugar; aunque en un mundo inerte como el que teníamos delante ¿A dónde podríamos ir…?

Una mañana vimos flotando en el cielo un cuerpo inflado como un globo, con las piernas y brazos extendidos, que los vientos empujaban por sobre nuestro emplazamiento. El contexto en general era delirante, era factible que en medio de tamaño desastre, hubiésemos extraviado la cordura, y estuviéramos alucinando. Unos gallinazos cual si fueran parásitos, se posaron sobre las espaldas, del ente volátil, y estuvieron picoteándolo. Nosotros boquiabiertos nos limitamos a observar la escena; hasta que, quizás por el accionar de los picotazos o por el calor abrazador del mediodía, el cuerpo explotó en el aire y sus restos se precipitaron a tierra muy cerca nuestro.

Sin mediar palabra, los tres corrimos hacia el lugar de la colisión. Lo que hallamos fue un amasijo de carnes putrefactas, pero para nuestro desconcierto, lo que por lógica debería ser un cadáver, aún latía; y aspiraba y expiraba aire por donde podía, provocando un ruido similar al de los ronquidos que emite un adulto al dormir.

Lo primero y lo único que se me ocurrió decir fue - ¡Es un Durmiente! – Mis dos compañeros solo me miraron…y envueltos en nuestro mutismo acostumbrado emprendimos el retorno hacia nuestro punto de estadía…

Los días transcurrieron su curso, hasta que una mañana fui despertado por los gritos de mis compañeros - ¡¡Los Durmientes!! ¡¡Vienen más Durmientes!! – Sobresaltado, me incorporé mirando al cielo en la dirección que ellos señalaban, y efectivamente varios de esos globos humanos con los brazos y piernas extendidas venían flotando sobre las ráfagas de viento. Esta vez las bandadas de aves carroñeras se habían multiplicado y competían por un espacio donde picotear, y así participar del festín.

Nosotros observábamos estupefactos las ocurrencias. Calculo que esta vez el número de Durmientes superaba el centenar de individuos. Al igual que la vez anterior, bien por acción del calor o por los repetidos picotazos de los gallinazos, los Durmientes, que ya sumaban varios cientos, empezaron a explotar en el aire, y venirse al piso en caída libre. Esta vez, ni mis compañeros ni yo tuvimos el impulso de correr a ver a los que, tras explotar en el aire, caían a tierra.

-Pobres Durmientes…- Pronuncié sin esperar recepción ni respuesta; más era mi ánimo de soliloquio. Había empezado a rebuscar en mi interior una explicación a los hechos de los que éramos testigos, y a la vez protagonistas…

De pronto di rienda suelta a una perturbada locuacidad -En medio de este mundo plagado de muerte es probable que los cielos y los infiernos se hayan quedado sin espacio para albergar más almas, y estos pobres infelices estén condenados a vagar como Durmientes en este limbo desquiciado- Cuando miré a mis compañeros, ambos miraban al suelo, y parecían no haberme escuchado…

-Es posible que yo sea un Durmiente putrefacto, y todo este contexto delirante, no se trate más que de otra de mis pesadillas…-








viernes, 28 de marzo de 2025

EXTRAVÍO





Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Todas las noches es lo mismo; ocurre luego de que me obligan a ingerir ese cóctel de pastillas que me suministran después de concluida mi cena - ¡Yo no quiero dormir! – Temo a lo que me tocará vivir entre mis sueños.

El inicio es siempre similar al de los sueños de las noches anteriores: Yo deambulo muy mal trajeado por entre los pasillos de una enorme y lujosa casona atestada de hombres y mujeres muy elegantes y de porte distinguido. Camino buscando un rumbo; sé que no pertenezco a ese ambiente. Sin darme cuenta me extravío y termino en la oscura y desolada calle. Repentinamente, sopla un fuerte viento, y cuando este empieza a amainar, todos los elementos del paisaje han variado…Hasta aquí, salvo algunos detalles, todo es recurrente y repetitivo en cada uno de mis sueños de cada noche, mas, esto es solo el preludio del nuevo y desconocido horror que seguirá a continuación…

Aquí afuera llueve torrencialmente, el piso de tierra es un lodazal; la zona es rural, cubierta de agreste vegetación. Apenas si mi vista puede distinguir a unos metros, más allá, la negrura de la noche lo devora todo. Estoy empapado y tiritando de frío. Ahora puedo distinguir un claro libre de árboles y maleza. Aquí hay una tenue iluminación que me permite ver un rustico granero con una gran caja en la entrada, y una destartalada cabaña a lo lejos, cerca de un risco –¡Que bueno! quizás alguien allí pueda auxiliarme… -

Iba a apurar mi paso rumbo a la cabaña, cuando de pronto, del granero, emerge un ser por demás intimidante. Tiene una enorme cabeza, con la frente prominente; muchos de sus rasgos son como los de los enanos acondroplásicos, pero este debe sobrepasar los 2mts. De estatura, y sus brazos extremadamente largos le permiten caminar apoyando los nudillos de las manos en el piso, tal como lo hacen los gorilas. Su mirada denota furia y odio. Alza la cabeza y aspira aire por la nariz, quizás ha detectado mi olor.

Apenas si respiro, intento no hacer el menor ruido, quiero pasar desapercibido. El monstruoso ser, procede a abrir, cual si fuera una puerta, la mitad de la caja, y puedo atisbar que dentro hay varios niños presas de pánico. El monstruo, aunque lento y torpe de movimientos, coje a uno de los niños con una mano, y con la otra le retuerce el cuello, haciéndole girar la cabeza como si se tratara de la tapa-rosca de una bebida; en el segundo giro ya separó por completo la cabeza del cuerpo. El monstruo sorbe la sangre que mana del cuello del niño decapitado. Cuando la hemorragia mengua, el monstruo sigue lamiendo. Yo, horrorizado, doy unos pasos hacia atrás y hago crujir una rama suelta - ¡Está mirando hacia aquí! ¡¡El monstruo me ha descubierto!!- Sin dejar de otearme, con su enorme mano derecha coje por los pies a dos de los pequeños y jalándolos a rastras viene hacia mí. Como si se trataran de unas boleadoras, los revolea con claras intenciones de golpearme con ellos.

Calculo que puedo esquivarlo, cruzar el claro a la carrera, y buscar protección en la cabaña al pie del risco. Corro… corro, con toda la energía que la adrenalina genera en mi organismo. El monstruo me sigue, afortunadamente para mi, su desplazamiento es lento.

Cuando llego a la cabaña con intenciones de tocar a la puerta y pedir ayuda, me doy cuenta que la puerta está entreabierta; ingreso sin más miramientos; mi corazón parece amenazarme con explotar, estoy horrorizado con lo que he visto, y me siento embargado por el miedo superlativo. Para mi suerte la puerta cuenta con unos pasadores de cerrojo, y a un lado hallo el tablón; lo coloco sobre los pasadores. Me siento muy asustado, pero intuyo que por ahora estoy a salvo de ese energúmeno.

De pronto siento repetidos golpes violentos contra la puerta, la cual los soporta con firmeza; definitivamente es muy resistente. Guiado por mi curiosidad, atisbo por una rendija y veo que el monstruoso ser golpea la puerta estrellando repetidamente los cuerpos de los niños, impactando con sus cabecitas los recios maderos, hasta reventarles los cráneos. Finalmente desiste de su empeño, y se retira bufando y rumiando su gran ira.

Lamento el sangriento final de los niños, pero por ahora parezco estar a salvo. Respiro profundamente y…¡¡Oh!! Una mano fría y huesuda me toca el hombro. Volteó espantado, y es una anciana desdentada, de cabellos canos y alborotados - Le temes a Wilfredo, ¿Verdad? - …Y perdí el conocimiento.

Cuando recobro la consciencia, estoy tendido en el piso, hay un joven en silla de ruedas a mi derecha -Madre, el forastero ya se va recuperando. Sírvele una taza de café caliente y ofrécele ropa seca, está empapado por la lluvia…-

La anciana de pie, a mi izquierda, responde con macado enfado - ¡No le daré nada a este cobarde que le teme a tu hermano Wilfredo! –…Ella blandía un tirabuzón saca-corchos en su mano derecha -Madre, Wilfredo está muerto; no insistas con ese tema- Replicó el joven desde su silla de ruedas. La anciana enfurecida empezó a levantar la voz, hasta gritar como una desquiciada - ¡¡No es cierto!! ¡Wilfredo vive! ¡¡Wilfredo vive en el granero!! Solo que tú prefieres ignorarlo ¡¡Por eso él se esconde en el granero!! –

Súbitamente la anciana saltó por encima de mí y con fuerza inusitada, clavó el saca-corchos en el ojo derecho del joven discapacitado. Yo me erguí ante tan macabro espectáculo, y corrí hacia la puerta. La anciana insistía en tirar del saca-corchos, que al parecer se había atascado entre los huesos de la cavidad ocular del joven. Abrí la puerta, y empecé a correr, sin rumbo ni destino…

Ya están aquí los médicos y enfermeros sujetándome y tratando de calmarme-

Ya pasó todo…hasta que vuelva la noche…









jueves, 30 de enero de 2025

EL GALLO CANTARÁ POR LOS CABALLEROS






IIlustración y cuento de Oswaldo Mejía

(Derecho de autor, protegido)



Jamás pertenecimos a ningún lugar. Tampoco nos conocíamos unos a otros. Cada uno por cuenta propia éramos viajeros del tiempo y el espacio, vagabundos del cosmos y sus eras; hasta que, accidentalmente, debió abrirse alguna brecha entre los agujeros de gusano que eran nuestras rutas, y uno a uno fuimos cayendo a este lugar donde la vida no cesa de ser una precariedad. Hemos quedado atrapados en este trozo de tierra con forma triangular, demarcada a los lados por ese par de brazos bifurcados del gran río maloliente, y por el Oeste, delimitados por el interminable y hostil mar. Rodeados de aguas infectadas por dos lados, y por el otro, por persistentes oleajes anómalos, habría sido casi una locura pensar en algún intento de migración… además no tenemos herramientas ni recursos. El mar es amenazadoramente inaccesible y el río contaminado es una negación a la presencia de peces u otra forma de vida comestible; si queremos beber para rehidratarnos, debemos reciclar nuestros orines o extraer agua del río y hacerla hervir para eliminar microbios y bacterias; el drama es que los leños que usamos como combustible, cada vez son más escasos.

Nuestra alimentación se reduce a cucarachas y otros insectos. Lo más apropiado para ingerir son los frutos que nos proveen esos tres arboles de guayabas. En estas condiciones, todo lo que consideramos apropiado para comer, debido a su escases, debemos consumirlo de manera estrictamente racionada.

Llevamos es esta pequeña isla once semanas. De los trece que llegamos a este lugar infernal, seis ya han fallecido; unos por beber agua del río, sin el previo proceso de esterilización y otros porque no pudieron soportar los estados de pánico y ansiedad extrema que genera este demencial contexto. Los que aún sobrevivimos somos hombres dotados de mucha experiencia y conocimiento debido a nuestro bagaje como viajeros, mas, eso parece no ser suficiente en la situación en que nos hallamos ahora.

En este momento nos es imposible saber que tipos de vida hay río arriba, pero intuimos que debe haber sociedades civilizadas; sólo ellas son capaces de generar tamaña contaminación en las aguas del caudaloso río.

Al medio día de ayer, divisamos un bulto que venía flotando por el río, cerca de las orillas. Rápidamente nos apresuramos a rescatar el bulto, valiéndonos de ramas que habíamos arrancado previamente de los guayabos. Cuando logramos nuestro cometido, pudimos reconocer que se trataba de un cadáver con fisionomía similar a nosotros. El cuerpo estaba desnudo, pero aún no estaba en estado de descomposición. Casi todos fuimos de la idea de dejarlo que siga su curso hacia el mar; pero el más viejo entre nosotros, y, por ende, investido con cierta autoridad, dijo: -Nuestra misión en esta vida es ser vías de información. Estamos llenos de información. Cada molécula nuestra está cargada con la información de todo lo que hemos vivido. Los organismos que devoren o fagocites nuestras células, adquirirán la información que ellas contienen. Entiendan esto… Tenemos hambre, y también queremos saber lo que hay y ocurre río arriba. Pues este cadáver nos puede servir de alimento, y el ingerirlo nos puede suministrar la información que deseamos sobre lo que ocurre río arriba, de donde seguramente él viene. Soy de la idea de que lo cocinemos y nos lo comamos… ¿Están de acuerdo? –

Presumo que a todos nos pareció una idea descabellada, pero finalmente todos asentimos, en silencio, con un afirmativo movimiento de cabeza.

Apilamos hojas, ramas y leños que arrancamos a los nobles guayabos, y con ellos hicimos una hoguera sobre la que pusimos a asar el cadáver que rescatamos del río. Inicialmente hubo que superar el recelo de devorar un cuerpo similar al nuestro. El canibalismo es un tabú que golpea fuerte las mentes de las personas civilizadas, mas, el hambre extrema suele conminar a realizar acciones extremas. Aquella cena bizarra, finalmente fue opípara… y era tan apremiante nuestra hambre, que la disfrutamos.

Al amanecer todo parecía dar certeza a la teoría del viejo, sobre la transferencia de información al ingerir los restos del cadáver que rescatamos del río, o quizás fue sugestión colectiva; pero a la mañana todos coincidimos en comentar que habíamos soñado o tenido visiones sobre unos gigantes sin ojos, que bajaron del cielo sembrando terror y muerte entre unos poblados, cuyos miembros ni siquiera tuvieron oportunidad de huir u oponer resistencia. Los varones fueron molidos a golpes de mazo, mientras las mujeres eran violentadas sexualmente repetidas veces…

Nos sentamos a la sombra de los guayabos a dilucidar y analizar lo que vimos en sueños, cuando nos percatamos de que por ambos brazos del río pasaban flotando en sus aguas muchos más cadáveres como el que hallamos la tarde anterior.

La voz del viejo volvió a resonar, como si anunciara una profecía: -Es casi seguro que este lugar sea uno de los próximos objetivos de esas bestias que vienen del cielo. Está claro que, si no tienen ojos, no ven. Su sensor tiene que ser el olfato; Sospecho que se guían por el olor del pánico de sus víctimas. Apresurémonos en tomar nuestras medidas de protección-

Al menos yo, estaba embelesado con la capacidad de análisis y discernimiento del viejo. Me había convencido de su sabiduría, y me sentía protegido por su conocimiento.

Todos empezaron a opinar y dar ideas, pero sólo eran divagaciones, nada en concreto respecto a viabilidad. Yo planteé que nos embadurnáramos por completo con el maloliente limo del río y encima cubriéramos nuestros cuerpos adhiriéndoles tierra, como si nos empanizáramos. Quizás así despistaríamos el olfato de los gigantes ciegos. Al no haber ideas alternativas, todos aceptaron mi propuesta.

Así continuó el avance del ocaso, hasta que cayó la noche con una quietud que acrecentaba más nuestra ansiedad. De pronto, unos chispazos y destellos emergieron de entre las nubes, y de ellas se descolgaron unas largas lianas, por las que fueron deslizándose a la playa los temidos gigantes que vimos en nuestros sueños.

Rápidamente nos untamos de cuerpo entero con el barro de las laderas del río, y corrimos hacia los restos que quedaban de los guayabos: allí nos revolcamos para que se nos pegoteara la mayor cantidad de polvo, arena y tierra, luego nos acurrucamos unos con otros e intentamos mantenernos lo más quietos posible. Los gigantes sí eran ciegos, y para nuestra ventura, sus narices no fueron capaces de detectarnos bajo nuestra cubierta de lodo maloliente y tierra. Varios pasaron cerca de nosotros, pero siguieron de largo…Nuestro ardid había funcionado. Así como vinieron, así se fueron esas enormes criaturas.

Vuelta la calma, casi sin separar nuestros cuerpos, empezamos a sacudirnos la especie de costras que sobre nosotros formo el lodo ahora seco…

A mí me sonaron a réquiem las últimas palabras del Viejo:  -La vida es un obsequio tan preciado, que vale la pena luchar y esforzarse por retrasar su fin, aunque sólo sea por unos instantes… Igual moriremos pronto, pero tenemos chance de esperar nuestra muerte con calma… sin prisas. –

Todos nos acurrucamos más estrecho, en silencio…